Hace unos días participé en una encuesta del blog Devoradora de libros, sobre el lugar donde nos gusta leer. Cuando se publicaron los resultados, allí apareció de todo: la cama, el tren, al aire libre, en el sofá, etc. Y es que hay miles de sitios que pueden convertirse en "mágicos" cuando estamos disfrutando de un libro.
Mi sueño siempre ha sido un sillón orejero, colocado en la esquina de una sala llena de estanterías repletas de libros, por supuesto, y cerca de un gran ventanal o un balcón, (qué queréis, he visto mucha película inglesa). A veces, también había una chimenea dentro de ese "sueño" pero no era indispensable, dependía mucho de la estación del año. La realidad siempre ha sido otra. Sin embargo, uno de los libros que más he disfrutado no lo leí cómodamente en ningún sillón, ni siquiera tumbada en la cama, fue en el tren, entre traqueteos, música alta y conversaciones por el móvil. A pesar de todo, la historia me tenía tan enganchada que era capaz de evadirme de todo lo que me rodeaba. Y es que un buen libro consigue sobreponerse a todo. ¿O no?
Para algunas personas, es muy importante el lugar en dónde se lee. Amigos míos me han dicho: -El libro no era gran cosa, pero el sitio era tan cómodo y tan idílico, que lo disfruté como nunca-. Otros en cambio, me comentaban todo lo contrario: -La novela es buenísima pero, chica, la he tenido que leer a saltos, mientras iba en el metro, y no la he disfrutado igual. En mi opinión, aunque el lugar en cuestión es muy importante, si una historia es realmente buena y está bien escrita, te enganchará y no importará dónde la leas.
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