domingo, 10 de noviembre de 2019

Se cerró el Círculo

Círculo de Lectores ha sido para mí una de esas cosas que consideraba eternas, algo que conozco desde que tengo uso de razón y que sentía permanente. Era como el chupa-chus, las torrijas o el turrón de El Almendro, los compraras o no, estaban siempre a tu alcance.
   Cuando leí la noticia de su cierre, pensé inmediatamente en mi madre. Ella fue quien me enseñó a no saber vivir sin leer. Ella es la que ha estado cincuenta y dos años asociada a este círculo. A ella es a quien he visto siempre exprimiendo la revista cada vez que llegaba a casa, primero con el boli en la mano para rellenar esa fichita tan característica; después, cuando ya no podía escribir, hablando directamente con el "Antonio" o la "Almudena" de turno, encargados de hacer los trámites en su nombre, siempre con una sonrisa.
   No hace mucho, mi hermana y yo hablábamos de las carencias que estaba teniendo este club, de los impedimentos que estaba encontrando mi madre para hacer sus pedidos, de los que tuve yo misma mientras fui socia. Hablábamos de su necesidad de actualizarse, de la herida "mortal" que suponían las plataformas digitales, de posibles caminos que seguir. Pero nunca habría imaginado que su fin estaba tan cerca.
   No tengo información para juzgar los motivos, causas y problemas que han podido provocar este cierre; y tampoco la necesito en este momento. Ahora solo quiero decirle adiós llena de cariño, despedirlo desde mi modesta posición de lectora "acérrima" que ha crecido con sus libros. Porque en las páginas de su revista, escogió mi madre nuestros primeros cuentos. Porque de allí procedía la primera novela que me robó el corazón con tan solo 12 años, una Jane Eyre a la que casi dejé sin hojas de tantas veces como la leí. Porque con ella, mi madre fue formando la biblioteca en la que yo encontraba cualquier libro de los que me pedían en el cole, en la que descubrí a Homero y a Don Quijote, a la Regenta y a Fortunata y Jacinta, donde mi adolescencia romántica devoraba a Becquer y a las Brontë, donde disfruté de Alfanhuí, de El Camino, de La Cartuja de Parma, de La historia Interminable, de ... Imposible, es imposible que os cuente todos los títulos que han pellizcado mi corazón durante todos estos años.
   Solo puedo darles las gracias a todos y esperar encontrármelos en algún puesto de libros de segunda mano en esa bendita "cuesta" que nunca me fatiga subir, mientras ojeo puesto tras puesto.


domingo, 3 de noviembre de 2019

El cumpleaños secreto. Un excelente guion

Me ha ocurrido una cosa muy curiosa: había olvidado por completo haber leído esta novela. ¿Os ha pasado alguna vez? A mí no. No así. Si en alguna ocasión empezaba una lectura que ya había pasado por mis manos, a las tres o cuatro páginas, la recordaba y la localizaba. Sin embargo, esta vez no ha sido así. No he sabido que ya la había leído hasta que me he encontrado con la reseña que escribí hace seis años para este blog: Kate Morton y la ternura. ¡Qué curioso lo que hace el paso del tiempo! Tras leerla, mis impresiones no se parecen en nada. Podéis comprobarlo vosotros mismos  si os apetece.
  En esta ocasión, ha vuelto a mí esa sensación que tengo hace tiempo de que muchas novelas actuales parecen más un guion de cine que una auténtica novela. Escenas y personajes metidos en un argumento, más o menos interesante, misterioso o vertiginoso, perfectamente descritas para ser llevadas a la pantalla. No es que sea malo, simplemente es diferente.
   En el caso de El cumpleaños secreto he tenido esa misma sensación, como si Kate Morton me estuviera contando el guion que había preparado para la Paramount o la Metro: un drama en blanco y negro que, perfectamente, podría haber estado interpretado por Jane Terney o Hedy Lamarr. Y no solo por transcurrir uno de sus hilos temporales durante la Segunda Guerra Mundial, sino por la intensidad de la historia, el bagaje de los personajes y la forma en que se cruzan sus vidas; por el peso de los recuerdos y del pasado.
   Kate Morton siempre consigue que siga leyendo, aunque a veces tuerza el gesto por algún truco utilizado para engancharme. A veces, me agota su forma de alargar una escena para crear tensión, de dar vueltas entorno a algo que va a suceder pero que no termina de cuajar, a ese "rumiar" un pensamiento, a ese insinuar sin concluir. Sin embargo, todo se me olvida con su forma de dar vida a los protagonistas, de hacerlos tan creíbles, de hacer que les coja cariño o antipatía. Y, sobre todo, esos secretos familiares que, de repente, alguien descubre y que abren la caja de los truenos y ponen patas arriba las vidas de los implicados, todo bien combinado en dos hilos temporales (o los que hagan falta) para reconstruirnos determinada época, determinadas costumbres y determinadas formas de pensar y sentir.
   
Imagen tomada de Wikipedia
   Así es como la autora me ha contado la historia de Dorothy, Vivian y Lauren. De como esta última necesita descubrir la verdad de un crimen que presenció en su adolescencia y que, ahora, con la enfermedad de su madre, adquiere un protagonismo que ella había tratado de esconder a lo largo de los años. La descripción de los escenarios creados por la guerra, de las situaciones a las que se veían empujadas muchas personas, también de su forma de evadirse de todo, se presentaban ante mí con ese halo casi mágico del cine de los años 50. La equilibrada alternancia de los dos hilos temporales me aligeraba ese "remolonear" ante algunos acontecimientos; hechos que iban explicándose unos a otros mientras saltaban del año 1941 al 2011, y que me permitían ir conociendo, al mismo tiempo, a los protagonistas de ambas épocas. 
   Siempre me ha gustado la forma de escribir de la autora, que me hace tan fácil leer sus novelas. Esa manera tan cálida y sencilla de describir, de crear imágenes, de contar. Esos finales que parecen cerrar un círculo y que dejan buen sabor de boca. A pesar de que he vuelto a encontrarme con una de esas novelas "cinematográficas" de las que hablaba al principio, en esta ocasión, la he recibido con cariño y le he agradecido que me recordase aquellas películas en blanco y negro tan elegantes y cuidadas que veía cuando era niña.

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