miércoles, 27 de noviembre de 2013

Anoche soñé con Manderley

Así es como empieza esta historia: "Anoche soñé que había vuelto a Manderley". Esta frase ha sido, durante mucho tiempo, una de las frases más famosas de la historia del cine. La película Rebeca, dirigida por Alfred Hitchcock en 1940, fue una de las películas más impactantes del momento y su ama de llaves, uno de los personajes cinematográficos más siniestros. Anoche, yo no soñé con Manderley, pero, después de ver la película, sí soñé muchas veces con Mrs. Danvers.
   Nadie como Hitchcock podía plasmar mejor el misterio, el miedo y la angustia que la protagonista siente desde que pone los pies en Manderley: el misterio que envuelve todo lo relacionado con la anterior señora de Winter, Rebeca, el miedo que le provoca la mirada petrificadora del ama de llaves y la angustia por no estar a la altura de aquella mansión y de la anterior dueña de la casa, a la que todos parecían adorar (tanto en el libro como en la película, no se nos dice el nombre de la protagonista, mientras que el de Rebeca aparece constantemente). Nadie como Hitchcock para hacernos sentir escalofríos ante un balcón que se abre de repente por un golpe de aire, mientras el ama de llaves nos petrifica con la mirada desde el otro extremo de la habitación. Más de una vez sentimos un repelús en la nuca cuando la vemos caminar, toda vestida de negro, por los pasillos de la casa o aparecer de repente tras una puerta. Nadie como Hitchcock para conseguir que Joan Fontaine mantenga una constante cara de angustia e indefensión. Cuenta la leyenda que el director permitió que Vivien Leigh, entonces casada con Laurence Olivier, estuviera permanentemente en los rodajes, haciéndole la vida imposible con sus celos a la actriz protagonista, para conseguir que esta no perdiera ni un momento su cara de pena. Sea como  fuere, sí es cierto que muchos de nosotros sentimos la necesidad de abrazarla, al verla tan desvalida.
   Y es que todo en esta película me resulta perfecto: la magnífica fotografía en blanco y negro, la sublime dirección del rey del suspense, la excelente interpretación de los actores. Me parece una digna representante de una época dorada del cine donde todo parece aparentemente muy sencillo, pero está lleno de elegancia, de clase, de cuidado en los detalles.
   ¿Y el libro? El libro ha estado en los estantes de mi casa desde la noche de los tiempos, manoseado y casi desencuadernado por mi madre de las veces que lo había leído. Sin embargo yo, que vi la película por primera vez siendo todavía adolescente, nunca fui capaz de leer la novela, temiendo no poder deshacerme de la imagen de los protagonistas y temiendo también que me defraudara. Tanto me había gustado este film, que estaba casi segura de que la novela no llegaría a su nivel. 
   Es curiosa la relación entre un libro y su película. Hace muy poco que Lady Aliena escribía sobre esto en su blog Páginas y secretos: "Literatura vs cine", y nos hablaba de la influencia de una sobre el otro y viceversa. Fue entonces cuando decidí enfrentarme a esta novela de una vez por todas, justo después de volver a ver la película, sentada tranquilamente en el sofá de mi casa, armada con papel y lápiz para anotar, lo confieso, todos los fallos que pudiera encontrar.
   Solo puedo decir que, por primera vez en mi vida, las imágenes del cine no me estropearon para nada lo descrito en la novela, porque Hitchcock consiguió ser fiel a las partes más importantes de la historia, a los diálogos más inquietantes, a las escenas más misteriosas. La definición que la autora, Daphne Du Maurier, hace en su novela de algunos de los personajes parece haberla hecho después de conocer a los actores, especialmente el ama de llaves, uno de los personajes que pasarán a la historia del cine, sin ninguna duda. Me pregunto si aquella actriz pudo interpretar algún otro papel después de este. 
   Aunque lógicamente la película no refleja todo lo que pasa en el libro, sí es una de las adaptaciones más fieles que he visto. Sin embargo hay diferencias, pero no os las voy a contar. Estas diferencias son, precisamente, las que hacen que merezca la pena leer la novela. ¿El orden que hay que seguir en este caso? Es lo de menos, estoy segura de que, de cualquier forma,  os atrapará. Y si me equivoco, aquí os espero para que me saquéis de  mi error.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Los muertos no se tocan. Humor negro de película

Yo conocía a Rafael Azcona como guionista de cine, nada más, no sabía nada de su etapa de escritor en la mítica revista La Codorniz, ni de sus novelas de humor en las que dio vida al "repelente niño Vicente", al que tanto nombraba mi abuela cuando se encontraba con algún niño sabiondo y redicho. Así que, cuando me encontré con este libro suyo sobre uno de sus guiones de cine, me dije que ya era hora de cambiar de tercio y leer algo divertido y ligero.
   Como guionista, este escritor fue el responsable de algunas de las mejores películas del cine español, como El pisito o El Verdugo, caracterizadas por su maravilloso humor negro, utilizado para hacer crítica social en un momento en el que no se podía, demostrando mucha inteligencia y habilidad para decir lo que no se podía decir. Así que pensé que esto sería lo que me encontrase en esta pequeña novela de bolsillo. Y así ha sido, efectivamente.
   Aunque escrita a partir del 58 como parte de la trilogía Estrafalario, no se publicó hasta los años noventa, recreando la España de esos años de posguerra, con sus prejuicios, sus obsoletas costumbres sociales y, en este caso, los defectos provincianos de una pequeña ciudad donde las apariencias son siempre más importantes que los hechos. A través del humor, Rafael Azcona nos retrata los defectos y pecados de los personajes de la novela y critica sus prejuicios y su moral hipócrita y puritana.
   Todo empieza con los últimos momentos de vida del ilustre Don Fabián Bígaro Perlé (tela el nombrecito), Jefe de Administración Municipal (lo que hará que su hijo se pase el velatorio pendiente de la posible visita del excelentísimo señor alcalde, que tanto honor les haría a todos), que no se moría ni a la de tres y que tenía a su condolida familia un poco harta ya de tanta indecisión, en lo que pensaban que era, además, una falta de formalidad, ya que les podía estropear la comunión de la niña. Pero Don Fabián consideraba una ordinariez morirse en primavera, cuando todo florece y renace; lo suyo era morirse en otoño o en invierno. A partir de aquí, todo es una cadena de despropósitos desde que, por fin, el bisabuelo nonagenario abandona este mundo y su familia se dispone a organizar el funeral con todos los signos que merece su honaribilísima familia. 

   Desde este momento, vemos desfilar por la casa toda una serie de personajes a cual más esperpéntico, que protagonizan las escenas más surrealistas que podamos imaginar, empezando por don Idelfonso de la Barca, amigo del difunto, que en su silla de ruedas se recorre toda la casa buscando cómo meter mano a la criada y cómo ponerse hasta las cejas de comida durante la noche del velatorio; o el mendigo Menéndez Pelayo, ahí es nada, que aprovecha estas ocasiones para dormir a cubierto y comer algo caliente, fingiendo ser el mendigo preferido del difunto en cuestión; o el industrial de los altos hornos de Bilbao, Don Iñaqui María, que sin olerlo ni catarlo, y sin tener ninguna relación con la familia, se ve prisionero en la casa sin que haya forma de escapar. Y así nos vamos encontrando con toda una serie de despropósitos que, entre risa y risa, nos presenta los defectos de una época, y nos hace un excelente retrato de sus ambientes y personajes que, a veces parecen irreales. Y para muestra un botón:
   "(...) cuando le dije a la señora que el señor me palpaba (...), me denunció a la policía por hurto de ganado.
   --¿Qué ganado?
--   El gato. Se ve que el pobrecillo me había tomado cariño y cuando me vio haciendo la maleta se metió dentro".
   ¿No os parece una escena genial?
   Pero como todo no puede ser perfecto en este mundo, este libro también tiene un pequeño fallo, a mi entender, claro está, y es el abuso de las escenas de sexo, que a veces resultan un poco vulgares y que parecen buscar la risa facilona. Sin embargo, el espíritu de esta novela no es otro que divertirnos y eso lo consigue, al menos en mi caso, al mismo tiempo que aprovecha para hacernos el retrato social de una época. 
   En fin, que si tenéis un ratito entre ida y venida, entre autobús y metro, entre una cosa y otra, y queréis "echaros unas risas", este pequeño libro ligero y ameno puede ser una buena posibilidad. Ya me contaréis.
   Este guion fue llevado al cine en 2011.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Momento musical de CINE

Era una tarde de mucho calor. Había estado esperando en la puerta del cine a que llegaran mis amigas. Estrenaban La Misión, una película llena de buenos actores, de grandes localizaciones, según anunciaba la crítica, y de una banda sonora única. 
   Quedaban apenas cinco minutos para que empezara la película y mis amigas no llegaban. Había que comprar palomitas, es imposible disfrutar de una gran película sin palomitas. No íbamos a tener tiempo, si no aparecían pronto. Empezaba a ponerme muy nerviosa, empezaba a sudar y mucho, paseaba arriba y abajo por la acera sin parar. Nada, que no llegaban y la peli a punto de empezar. Estaba decidida a entrar yo sola; no estaba dispuesta a perderme el principio, el apagado de las luces, los susurros de los que se están sentando, los primeros silencios. Agarré el picaporte de la gran puerta de madera y me dispuse entrar. De repente oí que me llamaban "Marisa, espera". Se oyeron carreras por el  vestíbulo, mis amigas llegaban sofocadas, nerviosas, yendo como flechas a por su entrada. 
   Corre que te corre, el acomodador nos sentó en nuestras butacas, no nos había dado tiempo a comprar las palomitas, yo estaba que echaba chispas por la tardanza, por el calor, las prisas, los sudores.
   De repente, una música mágica lo envolvió todo, era dulce pero llena de fuerza, era grandiosa sin ser abrumadora, era bellísima, maravillosa, perfecta y calmante, muy calmante. Esa melodía mágica tranquilizó mi corazón y mi espíritu. Olvidé por completo el calor, el sudor, el enfado y las palomitas. La magia de Ennio Morricone me llegó al corazón y, desde entonces, no se ha ido. 
   Muchas felicidades a los músicos por su gran día. Muchas felicidades a Isabel por su primer año de bloguera, en Mi isla de la música, que seguro que serán muchos más. Y muchas felicidades por esta genial idea del Momento musical de cine que ha unido dos de mis placeres más queridos. Gracias por todo, miles y miles de veces.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Imperativo. ¡Qué difícil eres!

Es evidente que le lengua es algo vivo que evoluciona continuamente. Si no, hablaríamos como en el poema del Mio Cid. Es evidente que se adaptan vocablos nuevos, se pierden otros que ya no se usan, se inventan otros, etc. También es evidente que la evolución del idioma consiste, la mayoría de las veces, en ese idioma mal hablado. Porque hay influencias exteriores, porque se busca la forma más fácil... Puede ser por miles de razones diferentes. Los expertos filólogos podrían hablarnos durante horas de este tema.
   
   Yo que no soy filóloga, sin embargo, me ha interesado siempre todo lo relacionado con el idioma. He leído mucho, desde niña, y he visto muchos cambios, muchas modas. Siempre me ha llamado la atención cómo nos dejamos arrastrar por las modas, sobre todo por las muletillas: el "superimpresionado ", el "¿Me entiendes?", el "increíble no, lo siguiente", etc. Muletillas que todos usamos de forma inconsciente cuando hablamos.
   Y aquí llega el quid de la cuestión: cuando hablamos. Y es que no es lo mismo hablar que escribir. Es evidente que el lenguaje oral evoluciona mucho más rápido que el escrito, que cambia casi a diario, que se transforma continuamente y vuelve a transformarse. Por eso, debemos cuidar el lenguaje escrito, porque debe mantener la norma mientras se fijan realmente los cambios que se dan en el lenguaje oral. En mi opinión, cuando lo que es una moda se establece permanentemente en el lenguaje diario del hablante, es cuando se debe tener en cuenta su inclusión como norma fija del idioma, mientras tanto, vamos a tratar de escribir lo mejor posible.
   ¿A qué viene esto? Pues porque, últimamente, he visto en varios libros las formas vulgares del imperativo: "animaros", "arrancárselos", "sentaros", etc. Lo he visto tan a menudo en los últimos libros que he leído, y en distintas editoriales, muy respetables todas ellas, que empecé a dudar sobre la norma. Quizás la Real Academia admitía ahora este imperativo, junto con la forma establecida  de "animaos", "arrancádselos", "sentaos"... Así que, ni corta ni perezosa, escribí a los señores de la RAE, que son muy eficientes y responden bastante rápido, y muy amablemente me respondieron que estas formas son incorrectas y que el imperativo sigue manteniendo sus formas habituales. Aquí os reproduzco parte del correo:

  No se considera correcto, en el habla esmerada, el uso del infinitivo en lugar del imperativo para dirigir una orden a una segunda persona del plural, como se hace a menudo en el habla coloquial:
    *¡Venir aquí ahora mismo, granujas!

   Poneros el pijama y dormiros cuanto antes.

     Solo es válido el empleo del infinitivo con valor de imperativo dirigido a una segunda persona del singular o del plural cuando aparece precedido de la preposición a, uso propio de la lengua oral coloquial: ¡Tú, a callar!; Niños, a dormir
Seguramente, esto terminará por desaparecer y adoptaremos la "forma vulgaris" que usamos todos cuando hablamos. Pero, de momento, creo que deberíamos mantener la forma correcta, al menos, cuando escribimos. ¿No os parece?

domingo, 17 de noviembre de 2013

Alice Munro y su visión de las mujeres

Cuando esta escritora obtuvo el Nobel de Literatura me entró curiosidad por conocerla y me puse manos a la obra hasta que conseguí La vida de las mujeres, una "novela" hecha a base de pequeñas historias sobre la vida en un pequeño pueblo de Canadá, después de la segunda guerra mundial.
   Leí muchísimo sobre esta autora y su obra, sobre su prestigio como escritora de relatos, sus múltiples premios anteriores al Nobel y su maestría para describir las relaciones humanas y el interior de las personas. Por eso elegí este libro para empezar, porque se presentaba como un retrato, no solo de la vida ordinaria de un pequeño pueblo, sino también de sus habitantes, especialmente de las mujeres que formaban parte de la vida de Del Jordan, la protagonista y narradora de las historias que componen este libro.
   Mientras leía el primer relato, me parecía que la autora hacía una descripción amable de la vida que llevaban los protagonistas. Incluso me recordaba a mi propia abuela contándome historias de su juventud, de cómo eran la vida y las personas de su entorno. Pero poco a poco ese retrato se va haciendo más real, más crudo, apareciendo pequeños detalles inquietantes, tristes y hasta angustiosos en ocasiones. Y así es como nos describe los distintos aspectos de la vida vistos por los ojos, primero de una niña y luego de una adolescente: el matrimonio, la fe, la amistad, el sexo, el posible  futuro. No tiene ningún pudor a la hora de hablar de estas cosas, ni del sexo, ni de la muerte, ni de la violencia. Es absolutamente directa, a veces hasta un poco desagradable por su franqueza.
   Al principio, la protagonista es una niña que, con su cruel inocencia, nos va describiendo a los otros personajes del libro. A pesar de ser la visión de una niña, distorsionada y totalmente partidista, sabemos perfectamente como es cada uno de estos personajes. Entendemos, por ejemplo, el coraje y la decisión de su madre de no hundirse en la vida rural de Jubilee, el uso de la ironía de sus tías para hacer frente a lo que se salía de sus cánones, el cambio de comportamiento de su mejor amiga para adaptarse a la vida que le ha tocado vivir, etc. 
   Después, esa protagonista se hace adolescente y va madurando por sus propias experiencias y, del mismo modo, cambia su visión de la vida: su amistad con Noemi, su relación con los chicos, con el sexo, su primer amor. Con cada relato, nos presenta un aspecto de su vida y de sus relaciones con los demás, destacando, para mí especialmente, la relación con su madre y también con su amiga, sobre todo por lo naturales y universales que me han parecido.
   Y así es como he conocido a Alice Munro, con estas pequeñas historias ensambladas por la protagonista, con las mujeres que se cruzan en su vida y con los hombres vistos más como instrumentos de sus propias experiencias y parte de sus vivencias personales. Qué curioso que de ese aspecto menudo y frágil de la escritora surjan unos relatos con tanta fuerza, dureza y garra como los que me he encontrado en este libro. No lo dudéis ni un minuto, leed a Alice Munro. No digo que os vaya a entusiasmar al momento, todo es cuestión de gustos, pero estoy completamente segura de que no os dejará indiferentes. Espero vuestra opinión.

viernes, 15 de noviembre de 2013

El bloguero invisible 2013

Hace unos días me encontré, entre los blogs que visito, con la iniciativa El bloguero invisible, una idea que me pareció preciosa porque me recordaba mi más tierna infancia. ¿Os acordáis del amigo invisible? Pues eso mismo.
   Para los que queráis participar, podéis encontrar las bases en el banner que he puesto en el margen derecho. ¡Animaos!

   Yo contribuyo con El arquitecto de Tumbuctú, de Manuel Pimentel, un libro que me sorprendió mucho. Me vi metida en medio de una novela histórica, pero de una forma muy natural, sin grandes descripciones rigurosas para situarnos y ambientarnos, sino con pequeños detalles que nos van contando los personajes, el más importante Es Saheli, todo un intelectual del momento: poeta y arquitecto. Este granadino que tuvo que abandonar su tierra, se convierte en uno de los arquitectos más importantes del mundo árabe y, mientras se recupera de sus heridas (tras sufrir un complot) decide escribir sus memorias y así, nos va contando todo lo que ha vivido, viajado y conocido, desde El Cairo, pasando por Bagdag, La Meca, etc, hasta llegar a Tumbuctú, en dónde verá culminada su obra. Es un libro muy entretenido, duro y cruel a veces en algunas de sus descripciones, pero desde luego emocionante. Para mí, fue uno de esos libros que sabes que no pasarán a la historia de la literatura universal, pero que no puedes dejar de leer porque estás deseando saber cómo va a salir adelante Es Saheli y cual será el próximo lugar que visite. 
   Nos vemos en El bloguero invisible 2013. Abrazos.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Biblioteca Digital del Patrimonio Iberoamericano

Desde que era una niña, uno de los mundos que más me ha hecho soñar ha sido el de las bibliotecas. Mi madre siempre me contaba historias de cuando ella ayudaba a su amiga, la bibliotecaria municipal, a colocar libros, hacer fichas, comprobar albaranes. Para mí era un sueño. Desde entonces, he intentado por todos los medios no apartarme de ellas.
   Para mí, las bibliotecas son el futuro y el pasado. Contienen todo nuestro saber y, por eso mismo, son imprescindibles para avanzar y progresar. Si echamos un vistazo a las grandes civilizaciones que ha habido a lo largo de la historia, todas han ido acompañadas de grandes bibliotecas, cuidadas, bien organizadas, increíbles. Por eso, cuando hace unos días conocí la existencia de la Biblioteca Digital del Patrimonio Iberoamericano, cuyo portal se hizo público en septiembre de 2012, entré rápidamente a la página para ver de que se trataba. Os recomiendo que os paséis por ahí.
   Este proyecto trata de unificar los fondos de las bibliotecas nacionales de Iberoamérica con la intención de difundir su patrimonio bibliográfico a través de la red. ¿Os imagináis la riqueza a la que se podría tener acceso? Manuscritos, mapas, fotografías, dibujos, prensa, libros, por supuesto. Aunque mi verdadero sueño sería visitar todas ellas físicamente, oler, ver y tocar todos sus fondos (imposible, ya lo sé ¡snif!), la idea de poner a disposición de los usuarios esos tesoros me emocionó. La sencillez de su página me pareció un acierto; cualquier cosa para facilitar el moverse por ella. Sus cuatro grandes colecciones: Geografía y viajes; Música, Prensa y revistas, y Cuentos y leyendas, encierran todo un mundo de aventuras, de arte, de conocimientos, de vidas pasadas, provenientes de miles de países diferentes con un montón de cosas que contar y enseñar.

   En mi larga historia de cursos, másteres y demás, me moría de cochina envidia cuando veía el funcionamiento de las bibliotecas de Estados Unidos, incluso hasta en el pueblecito más modesto. Ni que decir ya de la Biblioteca del Congreso, ¡claro está! Estábamos a años luz de aquellas bibliotecas, de sus servicios de difusión, de las facilidades de acceso, de la informatización de sus fondos. Así que cuando supe de este proyecto y entré en su página, se me escapó una lagrimilla de emoción. ¿Empezábamos a despegar? ¿Crecerá y se desarrollará a lo grande, como requiere este proyecto y tendrá el apoyo que necesita? Espero que sí porque, sinceramente, creo que hay pocos lugares del mundo que puedan reunir la riqueza cultural que se encuentra en el mundo iberoamericano. Y ahora, lo más importante, que sea un lugar activo, vivo y muy, muy usado. ¡Larga vida a la BDPI! ¿Me haréis caso y os pasaréis por ahí?

domingo, 10 de noviembre de 2013

John Saturall: la cocina en la Inglaterra del s. XVII

Como de costumbre, me estaba dando un paseo por mi "despensa" habitual de libros, buscando algo que me resarciera de los dos leídos últimamente. No había tenido mucho éxito con ninguno de ellos, así que deseaba algo diferente, que me sorprendiera, que no conociera y de lo que no tuviera referencias, para partir de cero. 
   En ese paseo, me encontré con este libro, El festín de John Saturnall, que hablaba de antiguas leyendas, de un festín paradisíaco anterior a todo lo conocido, de secretos guardados durante generaciones. Además, todo transcurría en una época histórica convulsa, a mediados del siglo XVII, con una guerra civil de por medio (la revolución de Cromwell), con personajes que se amaban, pero que estaban separados por su escala social y unas rígidas normas sucesorias. Todo ello aderezado con interesantes recetas de cocina que presentaban unos increíbles platos y una riqueza culinaria que para sí querría el Bulli. ¿Qué más podía pedir? Era justo lo que buscaba. Y como broche, el autor, Lawrence Norfolk, estaba considerado como uno de los mejores escritores británicos de su generación, con varios premios a sus espaldas y con prestigiosas colaboraciones en The Times, The Washington Post o Le Figaro.
   Bien, pues...¡Tampoco! Nada de nada. Mucho ruido y pocas nueces. Mucha expectación para nada. ¿Hay más formas de decirlo? ¡Otra desilusión más! Y es que me ha resultado un libro muy extraño.
   Cuando empecé a leerlo me atrajo un montón la manera de describir el entorno: lugares misteriosos cubiertos de niebla, a veces caía la lluvia, todo aparecía iluminado por la luna. La forma de ir presentando a los personajes, poco a poco, con un halo de misterio, también me pareció original. Sin embargo, todo se quedó en nada. Parecía que iba a encontrarme con antiguas leyendas, con grandes escenas de guerra o de amor, con espectaculares banquetes, pero nada de esto se contaba en profundidad. Es como si tocara todos esos palos, pero sin decidirse por ninguno. No terminaba de resolver lo que planteaba. A lo largo de la novela, esto lo hace a menudo, da saltos adelante y atrás en el tiempo sin terminar de resolver la escena que nos cuenta. 
   Por otro lado, usa varios golpes de efecto para atrapar la atención del lector como describir escenas que parecen una cosa y al final resultan otras completamente distintas. Esto, la primera vez me sorprendió, después, me resultó lioso y rompía con el hilo de la historia. Me ha parecido muy confusa su forma de contarnos lo que pasa; nunca sabes lo que de verdad quiere mostrarte. A veces parece que has encontrado una pista sobre lo que puede pasar después, pero se pierde a lo largo de la novela y aparece de vez en cuando sin tener mucha importancia en la narración. Habla bastante a menudo de los banquetes preparados, de la forma de presentar los platos, pero no los he olido, ni saboreado, resultan como lejanas fotografías. Por cierto, ¡Cómo ha cambiado la cocina británica desde entonces!
   ¿Qué me ha gustado? Por ejemplo, como, a través de la vida en la cocina, nos retrata varios aspectos de la época: las diferentes clases sociales, las normas que las dirigían, etc. Me ha parecido una forma original de darnos a conocer ciertas costumbres, a través de los banquetes.
   Al terminar el libro, busqué varias cosas en Internet sobre él y sobre el autor. Quería saber algo más sobre este escritor tan prestigioso en su país y alrededores, que había dedicado nada menos que doce años a escribir la novela que había tenido entre mis manos. Encontré de todo, muchos más elogios que quejas. Por lo tanto, solo puedo deciros que aquí os dejo mi humilde opinión y que si al menos he despertado vuestra curiosidad, habrá merecido la pena. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Dónde leer hoy. En el salón de mi casa

Hoy es una tarde soleada. Todavía me quedan unas horitas antes de irme a clase de francés. Tengo varios "marujeos" que hacer en casa, pero creo que los voy a dejar de lado. Me apetece leer. Entra el sol por la ventana y, después de los días de frío y cielos grises, estoy deseando aprovechar este momento para ver si consigo darle un buen empujoncito al libro que tengo entre manos.
   Voy a mover el orejero hacia el balcón y voy a ponerme cerca esa mesita pequeña de color negro para poder dejar la taza de té. Por cierto, ahora que la veo, necesita una buena mano de pintura, la pobre anda bastante ajada. En fin, eso tendrá que esperar a otro momento, cuando pueda rascar un par de "ratos" para trabajos manuales.
   Ya estoy en posición. Me siento, cojo el libro, coloco la libreta de notas con el "rotu"en la mesita y... ¡Ay! No. He olvidado dónde poner los pies. Necesito ponerlos en alto. A ver... ¡Ya está! Acerco un poco más la mesita auxiliar que hay delante del televisor y listo. Ahora sí. 
   Llevo ya veinte minutos leyendo sin parar. El sol sigue entrando por el balcón e ilumina de lleno las hojas del libro. ¡Qué gusto! De vez en cuando, miro a través de los visillos si oigo algún murmullo en la calle. Se ha quedado frío el té; casi mejor será echarle un poco de leche bien calentita con miel. Pero tendría que levantarme y, en este preciso momento, estoy en medio de una buena escena. Esperaré a terminar este capítulo. ¡Veamos! ¿Cuántas páginas faltan? Esto es lo que me gusta de los libros en papel, pasar las hojas con rapidez, con dos dedos, con una mirada veloz hasta encontrar el final y sujetar ese montón de páginas entre el índice y el pulgar mientras, poco a poco, llego hasta donde quiero llegar.
   Por fin me decido a calentar el té.  Me vuelvo a sentar en mi sillón, vuelvo a estirar las piernas y vuelvo a mirar por el balcón, a través de los visillos, antes de meterme de nuevo en la lectura.
   Hoy he decidido leer en el salón de mi casa, junto al sol que entra desde la calle y al lado de los visillos que me dejan mirar hacia afuera. ¿Dónde leeré la próxima vez?

   Doy las gracias a Isabel por sugerirme esta idea. Otra más de las miles que este blog le debe a mi hada madrina.

domingo, 3 de noviembre de 2013

La perfecta terapia de escribir listas

Olivia o la lista de los sueños posibles, de Paola Calvetti, llegó a mis ojos a través de uno de esos miles de listados que aparecen en revistas y otras publicaciones y sobre los que solía volar de pasada porque siempre me encontraba los mismos títulos. Quizás por eso, cuando mis ojos se chocaron con una autora italiana y con una protagonista que se dedicaba a escribir listas para organizar su vida, no pude resistirme a conseguirla.
   Quienes me conocen bien saben de mi adicción a este mecanismo de control (¡No te rías Laura!). Hago listas para todo: para la compra, para las tareas de casa, para los regalos de cumpleaños, para organizar la maleta, para recordar mis deberes, para organizar mi cabeza, para no volverme loca, para hacer régimen. Esos mismos que me conocen bien saben que no hago caso de ninguna de ellas o que las rehago y reescribo infinidad de veces, porque cada nueva vez me surgen nuevas ideas "imprescindibles" que no había incluido las veces anteriores. En fin, un desastre absoluto. Y sin embargo, no puedo vivir sin ellas.
   Esta conexión que sentí con la protagonista de la novela hizo que me pusiera manos a la lectura tan pronto como conseguí el libro y que dejara un poco abandonado el que tenía entre manos en ese momento. Según leía una página tras otra, comprobaba cómo esa conexión crecía por momentos, no solo por las listas, sino por otros rasgos de Olivia que me resultaban muy, muy familiares. Aunque la novela me ha defraudado un poco porque me ha resultado un tanto ligera, pocas veces me he visto retratada de esta manera en un personaje ficticio, porque es ficticio, ¿no? Estoy segura de no conocer a la autora. Ha sido una sensación extraña verme retratada en algunas escenas de la novela, con mis neuras, mis miedos, y algunas de mis experiencias vividas. 
" (...) me doy cuenta de que, (...), no se trata tan solo de una cuestión de trabajo, sino más bien de mi 'puesto en el mundo' ".
 "Me estoy convirtiendo en una vintage".
   Sin embargo, la sensación que he tenido a lo largo de todo el libro ha sido que había que haber vivido algo parecido para sentirse conectado con la protagonista. En general, la historia me ha resultado ligera.
   
   Olivia se queda sin trabajo y, perdida, se refugia en una cafetería en donde se pasa prácticamente todo el día, con miedo a marcharse, intentando poner orden en su vida, con sus listas, con el recuerdo de su abuela, con la que habla de vez en cuando, y con su su polaroid, de la que colecciona todo tipo de fotos al instante. No se trata en ningún momento de un conjunto de lamentos y lloriqueos, ¡Ni hablar! La autora incluye muchos guiños al sarcasmo, por ejemplo, me han gustado los retratos que hace de las personas que van pasando por el bar mientras ella está allí, yo misma me los he encontrado miles de veces. Pero cuando intenta reflejar los pensamientos, sus pensamientos, lo hace de forma confusa y no consigue conectarnos con el personaje. A veces, cuesta entenderla, quizás sea su forma de reflejar la confusión mental de la protagonista ante una situación difícil, pero a mi modo de ver solo confunde al lector. 
   De forma paralela, aparece otro personaje, Diego, que nos cuenta su propia historia, también con sus quebraderos de cabeza, sus recuerdos más amargos, sus preocupaciones llevadas a cuestas desde la infancia, y su día de desesperación. Ellos están entrelazados, sin encontrarse hasta el final, como por arte del destino. 
   Los mimbres de la novela son buenos: dos personajes atravesando una situación difícil, sus sentimientos más íntimos, cierta conexión lejana entre ellos, pequeñas situaciones cotidianas que todos conocemos, etc., pero sin conseguir la profundidad necesaria para meterte totalmente en la historia.
   ¿Os recomiendo su lectura? Por qué no. Es una novela fácil de leer, entretenida en muchos de sus pasajes, con un punto de esperanza. En mi opinión, es buena para esos momentos perdidos, de viaje en el metro o en el tren, o mientras esperamos a que llegue ese amigo impuntual. ¿Alguno de vosotros la conocía?

viernes, 1 de noviembre de 2013

Noche de difuntos

Hoy es el día de Todos los santos y esta noche, la noche de difuntos, donde las almas que deben expiar sus pecados esperan para abandonar este mundo y pasar definitivamente al otro.
Yo, que cuento ya con unos cuanto años a mis espaldas, de niña no conocía Halloween nada más que por alguna película de Hollywood o por algún que otro dibujo de Disney. Desde mi infancia, la noche de difuntos venía acompañada, en la tele, por Don Juan Tenorio y, en las manos de mi madre, por las Leyendas de Bécquer.
   Con el paso de los años, esta tradición se fijó en mí, igual que comer buñuelos o llevar flores a mis abuelos. De tal manera se quedó conmigo que, desde mi adolescencia, no faltaba ni un solo año a esta cita, con Zorrilla, y con Bécquer, leyendo y releyendo las partes que más me gustaban o me asustaban. Después, durante un tiempo, mi madre, mi hermana y yo buscábamos el teatro en el que se representaba el Don Juan y allá que nos íbamos derechitas, a disfrutarlo. Y fueron muchos los Tenorios que vimos, los actores que conocimos y las veces que lo recitamos (en  playback, por supuesto) arrellenadas en las butacas del teatro, acompañadas por un silencio sepulcral que lo envolvía todo, en el preciso momento de pronunciar: "No es verdad ángel de amor (...)". Las lecturas dedicadas a Bécquer, tanto El Monte de las ánimas como El miserere, tenían su representación bajo la manta de mi cama, con la luz de la mesilla encendida muy cerquita de mi cara y la sábana enrollada de forma magistral alrededor de mi cabeza y de mi cuello, dejando al descubierto tan solo la cara y las manos. Ahora mismo sería incapaz de repetir esa hazaña y aquella increíble habilidad.

   Pero, de repente, todo aquello cambió. No sabría decir cuándo, ni cómo. De repente, el cine se estaba apoderando de nuestras costumbres, los pub irlandeses y los burguer se llenaban de telerañas con un día de anticipación. De repente, don Juan Tenorio dejó de aparecer en mi televisor y, de la misma manera, mi libro blanco y manoseado de Rimas y leyendas se traspapelaba en una de mis estanterías. De repente, un año, no pudimos encontrar ningún teatro en el que encontrarnos con don Juan y doña Inés declarándose amor eterno más allá de la muerte, ni al fantasma del Comendador traspasando los muros para acudir a la invitación de don Juan. De repente, Halloween aparecía por todas partes: en los colegios, en los bares, en las tiendas, en las calles. Don Juan se había convertido en una sombra que se aparecía en Alcalá de Henares y en otras nostálgicas ciudades y las cadenas y los huesos de los monjes aparecidos entre ruinas de monasterios, a la luz de la luna, quedaron reservados para algunos nostálgicos.
   Este año, quiero contribuir a su resurrección. Este año quiero poner mi grano de arena en su reaparición. Es muy probable que las telarañas y las calabazas vuelvan a ganar, pero yo, esta noche, volveré a envolverme hasta las cejas con la sábana, que me protegerá de los monjes fantasmagóricos, y mi corazón volverá a latir como el de doña Inés cuando, al salvar a don Juan del infierno, consigue unirse a él para toda la eternidad.
   Esta entrada ha surgido después de leer las escritas por Meg, del blog Cazando estrellas y por Seri, del blog El borde de la realidad. Gracias chicas.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...