domingo, 15 de julio de 2018

Una agradable sorpresa

Me encanta no dejar de sorprenderme nunca, sobre todo cuando no espero encontrar algo sorprendente. Y es que las sorpresas están agazapadas donde menos te lo esperas, dispuestas a dar el salto. Eso es lo que ha ocurrido con el último libro que me ha prestado una gran amiga que me conoce y que me intuye, y que por eso se atreve (algo que a mí siempre me cuesta). Llegó un día con la sorpresa agazapada bajo el brazo en un libro de Antonio Muñoz Molina, un libro de relatos.
Relatos, nada menos, con lo nerviosa que pongo yo con este género. Pero como estoy tratando de superar mi reparos, y yo también la conozco y la intuyo, a veces, y siempre me fío, me lancé de lleno a por ellos. Y fue entonces cuando apareció la sorpresa.

Sefarad ha resultado ser un homenaje a los éxodos, las huidas, el peregrinar forzado por el mundo y también por la vida. Unas veces a través de recuerdos ajenos y otras de los propios, el autor nos lleva de viaje por diferentes relatos sobre las diferentes vidas de los personajes (reales o no), en diferentes épocas y situaciones, pero con la experiencia común de la huida, del miedo al repudio, al ataque de los otros que, en masa, se empeñan en identificar lo ajeno a ellos con el enemigo. Con la excusa de los viajes, ensarta historias oídas y otras vividas, experiencias ajenas y propias, con un lenguaje elegante, cambiando la narración si hace falta, dirigiéndola unas veces hacia alguien que no conocemos pero al que habla de "tú"; otras trayéndola en primera persona; otras, como el narrador omnisciente que es. A veces, lo hace incluso en un mismo párrafo, sin que nos chirríe, sin sobresaltos, con la maestría capaz de hacernos sentir en la charla amigable de la mesa de un café.
El primero relato, "Copenhague", recoge una de las frases que más me ha gustado del libro:
"No creo que sea verdad eso que dicen, que al viajar uno puede convertirse en otro; lo que sucede es que uno se aligera de sí mismo, de sus obligaciones y de su pasado, igual que reduce todo lo que posee a las pocas cosas necesarias para su equipaje".
Con un lenguaje que parece acomodarse al del viaje en tren, pausado, de ritmo constante, hay momentos para los detalles y otros para la historia que nos está contando, como si levantásemos la cabeza del libro para mirar por la ventanilla de vez en cuando o recorrer con la vista el resto del vagón.
En "Quien espera" te golpea con la injusticia del fanatismo y la estupidez humana, y lo que es peor, te demuestra lo poco que hemos cambiado, aunque se camufle de supuestos derechos antiguos o de cierta superioridad. Entre mis notas veo: "debería ser lectura obligada en los institutos". Porque es bueno reflexionar sobre la habilidad del ser humano para mirar hacia otro lado, para repetir los mismos errores, para olvidar, cuando le interesa, con enorme facilidad.
En "Tan callando" te oprime el corazón la crueldad y el terror que supone una guerra y en "Valdemún" te arranca las lágrimas sin que puedas remediarlo, estés donde estés, es igual, no podrás evitarlo; con delicadeza, con elegancia, sin ñoñerías ni trucos fáciles sino mediante los recuerdos, la nostalgia, las pérdidas.
En "Münzenberg" sentí un escalofrío con el siguiente texto:
"Bien sabía él (...) cómo se organiza una campaña espontánea de indignación internacional, lo maleable que puede volverse la realidad si se utilizaban con inteligencia las técnicas publicitarias (...), la repetición machacona y masiva de algo".
En "Olympia" se experimenta la asfixia de la monotonía, las ganas de escapar, la cobardía de la comodidad y las obligaciones. La combinación de angustia, agobio, nerviosismo y libertad en un simple viaje de trabajo,o "el valor de los cobardes, la resistencia de los débiles, la osadía de los pusilánimes" cuando de repente rompen sus limitaciones.

Y estos son solo algunos ejemplos de esas sorpresas que encerraba este libro, escritas con una elegancia infinita que no tiene prisa en contarnos atropelladamente las cosas, describiendo no solo escenas, sino también sentimientos, y mostrando un bagaje literario que solo con las menciones que hace nuestro escritor podría llenar una biblioteca.
Nunca se sabe dónde puede saltar la sorpresa, pero si por casualidad intuis esta, no la dejéis escapar.
"Eres lo que otros, ahora mismo, en alguna parte, cuentan de ti, y lo que alguien que no te ha conocido cuenta que le han contado, y lo que alguien que te odia imagina que eres".

domingo, 1 de julio de 2018

En buena compañía

Casi todo el mundo está ya preparando sus vacaciones. Hay un revuelo general de maletas, toallas, mapas y planes, y los más madrugadores ya han protagonizado la primera operación salida. Mientras yo misma estaba buscando información para mi escapadita veraniega, me saltó un correo: "Asunto: TODOS LOS VERANOS DEL MUNDO, de Mónica Gutiérrez". 
Los astros se habían alineado para echarme una manita con la lectura veraniega. Y es que llevaba varias días dándole vueltas a qué libro se vendría conmigo en mi escapada. Abrí el correo inmediatamente con la misma emoción de cuando desenvuelves un paquete que llevas mucho tiempo esperando.

Roca Editorial me hacía llegar el dosier de prensa de la última novela de nuestra querida Mónica. Solo con leer de qué trataba, ya estaba echándolo de menos:

"Helena, decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos sus veranos de infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido de vista durante muchos años, y la vida en el pueblo deja de ser tranquila.
Quizás sea el momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá sea tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando".

¡Qué ganas me entraron de empezarlo!

El pistoletazo de salida es el día 5 de julio, y la editorial me ofrecía la posibilidad de contactar con ellos para que me lo hicieran llegar lo antes posible. Sin embargo, no sabría explicaros porqué, la idea de acercarme a La casa del libro o al Fnac y buscarlo por las estanterías, como quien va a la búsqueda del tesoro, siguiendo con el dedo los lineales de libros, desde el techo hasta el suelo y después al contrario, me pareció todo un lujo. 
Pero si alguno de vosotros prefiere la opción de Roca Editorial, no se hable más. Aquí os dejo el enlace necesario. Un beso y a disfrutar del verano con Helena.

Todos los veranos del mundo. Mónica Gutiérrez


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