jueves, 29 de mayo de 2014

Nominanción

Siempre es agradable comprobar que hay alguien al otro lado de este blog. Me llevo muchas alegrías cuando veo los comentarios de mis amigas blogueras en todas y cada una de mis entradas, a pesar de que, estoy segura, algunas de ellas no merezcan demasiado interés. Hace tiempo que soy consciente de que tengo el blog algo olvidado y, sin embargo, a través de la blogosfera, hay amigos que parecen prestarle la atención que yo no le doy. 
   Este es el caso de Carmenzity en Mislibrosaldía que me acaba de dar un abrazo virtual con el regalo de su nominación a los premios Liebster Award #2. Yo, desde aquí, le devuelvo ese abrazo y se lo agradezco infinito. Me pongo manos a la obra con mi tarea de responder a sus preguntas y solo le pido que me perdone por no seguir la cadena de nominaciones, por ser esta la tercera que recibo.
   Pues vamos a ello:
1. Libro que te has leído más de dos veces. E incluso piensas en una tercera.
   La Regenta, de Clarín.
2. Libro que no piensas leer por muchas recomendaciones y reseñas que veas.
   50 sombras de Grey.
3. Blog de cabecera. Aquél al que recurres siempre que puedes.
   Uf, hay varios. No podría decir solo uno. No sería justa con los otros.
4. Reseña que has publicado que ha tenido más éxito o la que más te ha gustado a ti personalmente.
   Mi primer "Momento musical italiano". Me dio muchas alegrías por las buenas respuestas y que me gustó mucho participar en esa cadena de post.
5. Papel o ebook, ¿qué prefieres? Si te has cambiado a ebook, ¿por qué?
   Siempre prefiero el papel, pero mi economía me hace recurrir al ebook cada vez más.
6. ¿Te gusta regalar libros? ¿Sueles acertar con tu elección?
   Me gustaría hacerlo más a menudo, pero siempre me da un poco de miedo equivocarme; es algo tan personal.
7. Rincón favorito para disfrutar de la lectura.
   Mi butaca junto al balcón en invierno y mi hamaca en el patio en el verano. Aunque soy capaz de leer en cualquier parte.
8. ¿Eres de los que hace una lista con los libros prestados?
   No presto muchos libros, la verdad, así que llevo una cuenta mental.
9. Alguna frase de un libro que te haya dejado huella y que utilices de vez en cuando.
   "Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho" cuando alguien te pone trabas continuas.
10. Autor pendiente.
   Autores, querrás decir. Empezando por Murakami y terminando por Amy Tan, me queda mucho por leer.
11. ¿Un blog es como los diamantes, para siempre?
   No lo sé. Para mí ahora es mi tabla de salvación, así que seguiré "enganchada" a él hasta que pise tierra firme. Después, espero que también, pero nunca se sabe.
   Vuelvo a dar las gracias a Carmenzity y a todos los que os pasáis por aquí, a pesar de lo pequeño que es mi blog.

lunes, 26 de mayo de 2014

Capítulo XX: Una mala noche

Habíamos dejado a nuestros amigos poniéndose hasta las trancas de manjares, pero se les había olvidado "pillar" algo de beber. Después de esto, evidentemente, tenían la boca como si se hubieran comido todo el bacalao del Cantábrico, y su desesperación les hizo buscar algún riachuelo en mitad de la noche. Guiados por un murmullo de agua, se fueron tan contentitos hacía lo que creían que era una fuente natural cuando...
"(...) oyeron que daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que acompañados del furioso estruendo del agua, pusieron pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de Don Quijote".
   Aquello olía a peligro, por tanto, ¿qué podía hacer don Quijote? En su línea, se propuso hacer frente a:
"el sordo y confuso estruendo destos árboles, el temeroso ruido de aquella agua en cuya busca venimos, que parece que se despeña y derrumba desde los altos montes de la luna, y aquel incesante golpear que nos hiere y lastima los oídos".
   Así que, ¡hala! a subirse a Rocinante y a correr, lanzón en mano, hacía lo que pensaba que era el peligro de su vida, tanto que pidió a Sancho que le esperara solamente tres días y después, si no había vuelto, que se regresara a su aldea y que presentara sus respetos a la "sin par" (es decir, Dulcinea), o sea, todo un drama.
   El pobre Sancho, que no gana para disgustos, se puso a llorar como una criatura, intentando hacerle cambiar de opinión y, nuevamente, poniendo el sentido común en media de la locura:
"Señor, yo no sé porque quiere vuestra merced acometer esta tan tenebrosa aventura; ahora es de noche, aquí no nos ve nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes: cuanto más que yo he oído muchas veces predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced muy bien conoce, que quien busca el peligro perece en él".

   Y añadió:
"Yo salí de mi tierra, y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no menos; pero como la codicia rompe el saco, a mí me ha rasgado mis esperanzas, pues cuando más vivas las tenía de alcanzar aquella negra y malhadada ínsula que tantas veces vuestra merced me ha prometido, veo que en pago y trueco della me quiere ahora dejar en un lugar tan apartado del trato humano". 

   ¿Se puede tener más razón? Evidentemente, "don erre que erre" siguió con su tema, y Sancho decidió cortar por lo sano atando las patas de rocinante con la correa de su asno impidiendo que el jamelgo pudiera dar un paso. Y por si esto fuera poco, él mismo se engancho a la pierna de su amo, con sus dos fuertes brazos de labriego, dispuesto a quedarse así hasta el amanecer. Añadid a esto unos fuertes retortijones de tripa sufridos por Sancho, una necesidad imperiosa de alivio y un ruido que lo acompaña todo:
"¿Qué rumor es ése, Sancho? No sé, señor, respondió él. Alguna cosa nueva debe ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco".

   Y para hacerlo todo más ameno, le contó a su amo la historia del pastor Lope Ruiz. ¿Os hacéis una idea de la escenita?
   Como no quiero extenderme mucho y como el objetivo de estas entradas es animaros a leer el original, solo os diré que la aventura terminó con Rocinante dando coces, Sancho riéndose de su amo, don Quijote enfadado con Sancho y atizándole de lo lindo y todos haciendo las paces en amor y compaña. No digáis que no os dejo intrigados para correr hacía el libro.

sábado, 24 de mayo de 2014

Junio. Mes de la novela histórica

Laky no podía haber organizado un reto mejor para mí: la novela histórica. Siempre que puedo, cuelo entre mis libros, una novela de este tipo, ya que por mis venas corre sangre historiadora, aunque la haya dejado abandonada en algunas ocasiones. Así que, en cuanto leí su propuesta en el blog, me lancé de cabeza.
   
Aquí os cuento en qué consiste:


1. Leer y reseñar uno o más libros de novela histórica durante el mes de junio.
2. Publicar un post individual, incluyendo el banner de este reto, y actualizarlo convenientemente con los enlaces de las novelas que vayamos reseñando.

   ¿Queréis participar? Entonces, acercaos por el blog de Laky que ella os contará mucho mejor que yo, todo lo que hay que hacer. Pinchad aquí.
   Y esto es todo. Nos iremos viendo mientras viajamos en el tiempo.

jueves, 22 de mayo de 2014

Cuando las bibliotecas hacen regalos

Foto tomada de www.vanguardia.com
Para quienes amamos los libros, incluso independientemente de su contenido, una biblioteca es como el Paraíso: un lugar mágico en el que vivir feliz eternamente. Dicho así suena exagerado y hasta estrafalario, pero cuando adoras acariciar sus tapas, oler sus páginas o averiguar sus orígenes, el lugar en el que habitan es el lugar de tus sueños. Eso es para mí cualquier biblioteca que cuide y conserve, no solo ideas, pensamientos o sentimientos surgidos a lo largo de los siglos, sino también la manera en que los han "empaquetado". Igualmente, cuando una de esas bibliotecas nos deja acceder a sus entrañas, nos hace el mayor de los regalos.
   Por eso, cuando he leído en el ABC.es la noticia sobre la Biblioteca Británica y los 1.000 manuscritos que ha incluido en su página web para su consulta, se me ha escapado una lagrimita de emoción. No se trata solamente de disponer de los textos de grandes autores, sino de acceder a sus propias manos, de ver sus palabras manuscritas, sus primeros impulsos creadores. ¡Qué emoción!
Foto tomada de Discovering Literature
   La función de este proyecto es que los estudiantes se sientan atraídos por sus clásicos; que se despierte en ellos el interés y la curiosidad por la literatura de los grandes autores británicos. A través del portal Discovering literature, se pretende que los profesores tengan otra herramienta más de trabajo.
   Yo no puedo imaginar lo que hubiera hecho si, con diez años, hubiera podido leer las primeras líneas de Jane Eyre salidas de las manos de Charlotte Brönte. Con lo impresionable y romántica que era yo en esos momentos, me hubiera parecido el colmo de la emoción. Pero, incluso ahora, creo que sentiría la misma emoción al leer el prólogo de Oliver Twits o las anotaciones hechas por William Blake en una de sus libretas. Y es que el corazón y la escritura se conectan más directamente a través de la mano que a través de las teclas, y yo sé que me conectaría mucho más contemplando las diferentes escrituras de los maestros. ¿Vosotros no?

lunes, 19 de mayo de 2014

Capítulo XIX: Y Sancho rebautiza a don Quijote

Sí, efectivamente, en este capítulo Sancho concede a don Quijote un nuevo "título", el caballero de la Triste Figura, que le acompañará hasta el final de sus días, y que le viene que ni al pelo después de verle:
"(...) a luz de aquella hacha que llevaba aquel mal andante, y verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura de poco acá que jamás he visto; y débelo de haber causado o ya el cansancio deste combate, o ya la falta de muelas o dientes".
   Verdaderamente, nuestro hidalgo debía de estar de un guapo subido, ¡Pobre! Pero, claro, es difícil mantener el tipo habiendo pasado las aventuras que había pasado. ¿Creéis que por eso cambia de actitud? ¿Nuestro don Quijote? ¡Jamás! Al contrario. En este capítulo, en plena noche, en medio de la llanura manchega, Sancho y él ven como se acerca un grupo de enormes antorchas portadas por hombres "encamisados" que iban rezando una especie de letanía. Como para ponerle los pelos de punta la más pintado:
"(...) y de allí a muy poco descubrieron muchos encamisados, cuya temerosa visión de todo punto remató el ánimo de Sancho Panza, el cual comenzó a dar diente con diente como quien tiene frío de cuartana; y creció más el batir y dentellear cuando distintamente vieron lo que era, porque descubrieron hasta veinte encamisados, todos a caballo, con sus hachas encendidas en las manos, detrás de los cuales venía una litera cubierta de luto".

   Enseguida, volvemos a comprobar de qué pasta está hecho nuestro hidalgo que, guardándose su miedo, decide hacer frente a esta nueva aventura encarándose con uno de los "encamisados". Evidentemente, se vuelve a montar el lío padre, como es natural:
"Don Quijote, el cual, ya encolerizado sin esperar más, enristrando su lanzón arremetió a uno de los enlutados, y mal ferido dio con él en tierra, y revolviéndose por los demás, era cosa de ver con la presteza que los acometía y desbarataba, que no parecía sino que en aquel instante le habían nacido alas a Rocinante, según andaba de ligero y orgulloso. (...) Los enlutados, asimismo revueltos y envueltos en sus faldamentas y lobas, no se podían mover; así que muy a su salvo Don Quijote los apaleó a todos, y les hizo dejar su sitio mal de su grado, porque todos pensaron que aquel no era hombre, sino diablo del infierno, que les salía a quitar el cuerpo muerto que en la litera llevaban."

   Porque lo que llevaba esta enlutada comitiva no era otra cosa que el cuerpo de un pobre hombre difunto al que pretendían enterrar en su tierra. Sí, es verdad, don Quijote no da una, pero tiene siempre tan buenas intenciones. Mientras Sancho, en un arrebato de "lucha por la vida", se lanza a registrar una de las mulas del desfile, llenita de provisiones porque... "váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza". 
   Esta aventura ha servido tanto para que nuestro caballero vuelve a venirse arriba como para que Sancho admirara su valentía olvidándose de su locura. Y aquí les dejamos, cenando las viandas sustraídas, esperando a que llegue la siguiente aventura. Y vosotros ¿Podéis esperar? A mí cada vez me cuesta más.

domingo, 18 de mayo de 2014

La cara oscura de la poesía

Es difícil convencerme de leer novela negra. Siempre hay otro género que se adelanta, que me atrapa primero. Pero algo había en esta historia que me llamaba mucho la atención: la poesía, Edgar Allan Poe, ni más ni menos. A esto se unió el consejo de mi santísima madre que siempre, pacientemente, trata de convencerme sobre lo que acaba de leer, mientras yo la miro con el ceño fruncido como si me estuviera hablando de mezclar pepinillos en vinagre con nata montada. 
   Así que me puse manos a la obra. Mire la portada, lo giré, leí la pequeña sinopsis de la contraportada y me vi, de repente, leyendo la primera página, allí de pie, en medio del salón. Y lo que leí me empezó a gustar.
   Me encontré con un lenguaje muy gráfico, casi periodístico, muy directo. Supongo que es el mejor estilo para una novela policíaca, pero en este caso, además, las escenas se sucedían de forma rápida, muy cinematográfica. Lo cerré de golpe y lo metí en el bolso. Ya estaba decidido. Quería saber qué bullía en la mente de Jack McEvoy al enterarse del suicidio de su hermano. Qué significaba esa nota de despedida sacada de unos versos de Poe. Cuando volví a casa ya era algo tarde, pero me senté un momento en el sofá a leer algunas páginas más de la historia, a saber un poco más de lo que se "cocinaba" en la trama.
   La novela estaba narrada en primera persona por el protagonista, Jack McVoy e, intercalada, aparecía la historia del asesino contada por él mismo. Así me encontré tanto al perseguidor dando pasos hacia el delincuente, como a este escapando in extremis de sus perseguidores. Esto me pareció una magnífica forma de crear tensión. Al mismo tiempo que los protagonistas, yo podía ir siguiendo las pistas, haciendo deducciones y descubriendo hechos que me tendrían en vilo durante toda la novela. Y esa noche me quedé sentada a la luz de la lámpara, consumiendo una buena parte de mis horas de sueño. A partir de ese momento, le robé minutos a varias tareas diarias para seguir con la historia.
   El aparente suicidio de un experto policía de homicidios, hermano del periodista Jack MacVoy, pone a este sobre la pista de un posible asesino en serie que utiliza poemas de Edgard Allan Poe como supuestas notas de suicidio. Hasta aquí, era todo bastante normal, pero me inquietaba que fueran hermanos gemelos, tan solo diferenciados por una barba. Me enganchó la manera en que consigue colaborar con el FBI y descubrir que antiguos suicidios de policías, resultaron ser asesinatos cometidos por "el poeta", como le llamarán a partir de ahora todos los que le persiguen y estudian. Y me gustó leer pequeños poemas de Poe que parecían describir algún aspecto psíquico del policía asesinado.
   En esa búsqueda, Jack se moverá entre sus intereses como periodista, su colaboración con la policía, las sospechas hacía los que le rodean y, cómo no, en medio de un romance, que siempre anima mucho. Esto le daba ese toque humano a la historia a la que se unía una gran descripción de los ambientes (la redacción del periódico, los despachos del FBI, un motel cutre de carretera) con esa atmósfera, casi empeñada, tan típica del cine negro, a lo que se une el clásico diálogo entre policía y periodista tan efectivo para crear tensión.
  Poco apoco fueron colándose lo que me parecieron reflexiones del propio autor sobre los personajes: la forma de ser de los agentes del FBI, que no salen muy bien parados, al igual que los periodistas. Los principios éticos de estos últimos dejan mucho que desear en algunas ocasiones: "No se trata de un servicio público ni del derecho de la gente a estar informada, es una lucha a codazos por tener la noticia", presentándonos, además, la eterna lucha entre el periodista que informa y el policía que investiga, cada uno a costa de entorpecer la labor del otro. Y esto lo escribe uno del gremio, porque el autor de esta novela, Michael Connelly, fue periodista de sucesos durante diez años en Los Ángeles Times.
Michael Connelly
   Y llegamos al final. Y aquí es donde he notado que bajaba el nivel de la novela, en el supuesto final de la historia. Al llegar aquí, noté algo raro que no me cuadraba. Luego supe lo que era y vi cómo se resolvía y cómo se volvía a repetir esa sensación, que no puedo contar por no destripar el final, pero que hace que todo pierda algo de originalidad y se convierta en un final previsible, visto cientos de veces en el cine.
   Sin embargo, a pesar de este pequeño "pero", he tenido en mis manos una buena novela negra, una buena historia de intriga, unos personajes bien diseñados y una muy buena descripción de ambientes. Para mí, que solo leo las novelas policíacas de Anne Perry, este libro me ha enseñado otras posibilidades, otro tipo de criminales y de policías, otras historias paralelas. ¿Mi sensación? La de haber leído una gran película de cine negro.

jueves, 15 de mayo de 2014

Demos alas a Andrea

No he podido resistirme a publicar esta entrada sobre la novela Dame alas para soñar, de Andrea Vilariño Freire, después de ver el sorteo que organiza Albanta en su blog, Adivina quien lee.
   Hace unos cuantos días, Andrea me envió un correo para presentarme su novela y yo le respondí que os la presentaría encantada en cuanto pudiera preparar como se merece esta reseña. Y creo que este es el mejor momento para hacerlo, porque así me uno a la iniciativa de Albanta y contribuyo modestamente a la difusión del libro.
   Según la misma autora me contaba, Dame alas para soñar, no contiene un solo tipo de novela sino que mezcla varios géneros, de la misma forma que mezcla diferentes clases de personajes. Pero mejor os dejo sus propias palabras:
"Se trata de una novela que mezcla diversas temáticas, como la fantasía, la aventura y el romance. Cuenta con diversos giros inesperados que mezclan lo real con lo imposible, y siempre tiene un punto de intriga con algún misterio que el lector ha de descubrir. Sus personajes son diversos y con caracteres muy diferenciados: Nora, una joven intrépida y con las ideas claras; Silver, un empresario demasiado temperamental con ideas definidas, al que no le importa hacer cualquier cosa para conseguir sus objetivos; Eric, un muchacho apartado de la sociedad moderna, sin prejuicios ni habilidades sociales. Junto a los protagonistas, se irán añadiendo otros personajes, que completan un elenco perfecto para esta historia de superación y sucesos de otro mundo".
   
Como veis toca muchos palos. Pero lo mejor es que os deje también la sipnosis del libro para que conozcáis la historia que se encierra entre estas 333 páginas, a cargo de la editorial Círculo Rojo.
   
Sinopsis:
La vida de Nora da un giro inesperado cuando consigue un empleo bajo las órdenes de Silver Betancourt, un joven empresario que siente una gran obsesión por ella. Cuando Nora comienza a verse abrumada por múltiples averiguaciones en contra de su jefe, decide huir de la constante insistencia de éste, que busca en ella un terrorífico interés oculto. A partir de ese momento, Nora se traslada a una isla inhóspita poblada de habitantes con curiosas habilidades, entre los que se encuentra Eric, un joven solitario y enigmático con muchos secretos. Entre ellos nace una compleja historia de amor, enturbiada por una ardua lucha en busca de la supervivencia, causada por la amenaza que Silver supone. Una relación empañada por los distintos mundos en los que se encuentran, y una dificultad añadida: solo uno de los dos puede abandonar la isla.

   Bien, como veis, intriga no le falta. ¿Os interesa el argumento? Si es así, está disponible en la web www.damealas.es y en venta bajo demanda en El Corte Inglés, Fnac, o Casa del libro.
  

lunes, 12 de mayo de 2014

Capítulo XVIII: Y don Quijote perdió los dientes, por culpa de unas ovejas

Parece que las calamidades no abandonan a nuestros amigos. El pobre Sancho está ya un pelín harto de tanta paliza; ni encantamientos ni porras que...
"los oí nombrar cuando me volteaban, (...), que el uno se llamaba Pedro Martínez, y el otro Tenorio Hernández, y el ventero oí que se llamaba Juan Palomeque el Zurdo". 
   Que eran de carne y hueso ¡Vaya! Y que ya está bien de tanta gloria caballeresca y tanta ínsula prometida, que el pobre lo único que saca en limpio es paliza tras paliza.
   En esto consistía el "parlamento" que se traían los dos, don Quijote ensalzando la caballería, el poder de la magia y lo envidioso que era el mago que le acechaba, y Sancho hasta la coronilla de tanta paliza, duelos y bálsamos curativos: la eterna lucha entre la fantasía de uno y el sentido común del otro, una de las grandes maravillas de esta novela.
   Y qué pensáis, ¿qué don Quijote da su brazo a torcer? Claro que no. En este capítulo transcurre la famosa batalla entre "Alifanfaron, señor de la grande isla Trapobana y el rey de los Garamantas, Pentapolin del Arremangado Brazo", ahí es nada. Y como mandan los cánones del honor de nuestro gran caballero, él debe "favorecer y ayudar a los menestorosos y desvalidos". En este caso, estos desvalidos no son otra cosa que ovejas y carneros que atravesaban la llanura sin saber lo que se les venía encima. ¿Y qué era? Don Quijote, lanza en ristre, dispuesto a luchar contra el malvado moro Pentapolín. 
   Esta quiero, esta no quiero, se cargó casi siete ovejas con la lanza, mientras los pastores, con los ojos fueras de las órbitas, no tuvieron otra ocurrencia que molerle a cantazos con las ondas que llevaban. Tanto fue así que le dejaron sin dientes y con dos costillas magulladas. ¿Creéis que nuestro hidalgo se da por vencido? Ni hablar: 
"(...) todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo, y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca".
   ¿No es para comérselo? Después de estas reflexiones, un par de "vomitonas" provocadas por el dichosos bálsamo de Fierabrás y la pérdida de las alforjas de Sancho, ambos deciden buscar cobijo "quiera Dios que sea en parte donde no haya mantas, ni manteadores, ni fantasmas, ni moros encantados, que si los hay, daré al diablo el hato y el garabato", aclara Sancho.

   Y para terminar, os dejo algunas frases célebres del capítulo de hoy que hablan por sí solas:
Don Quijote: "Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro".
Sancho: "Más bueno era vuestra merced --dijo Sancho-- para predicador que para caballero andante".
Don Quijote "(...) porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como el molino sin piedra, y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante".

domingo, 11 de mayo de 2014

Monsieur Ibrahim et les fleurs du Coran

Lo veía desde lejos mientras la profesora lo sostenía en sus manos junto a otros cuatro o cinco libros. Abiertos todos como un pequeño abanico, este era el primero del reparto de lecturas que ella nos ofrecía para el próximo trimestre. Mientras lo miraba, estaba segura de que el señor de la foto era Omar Sharif, quien me robó el corazón en Doctor Zhivago, pero a veces mis ojos me engañan.
   Cuando lo cogí para ojearlo, mi intuición no me había fallado. Quizás fue este motivo tan superficial el que me hizo elegir este libro como lectura de mi clase de francés, o quizás fue el pequeño resumen de la contraportada: "Las apariencias son tramposas, la rue Blue no era azul, el árabe no era árabe y la vida no es, quizás, forzosamente triste". El motivo es lo de menos porque, de la misma forma que yo lo agarré fuerte con las manos, me agarró él a mí con su historia.
   El pequeño Moïse es un niño judío de once años que no se comporta como tal, más bien tiene trazos de adolescente precoz. Quizás sea la vida difícil con la que se ha encontrado: abandonado por su madre, vive con un padre triste y tacaño, que echa de menos al hermano mayor de Moïse, a quien su madre se llevo en su huida. Esta vida de soledad le es más llevadera sisando a su padre algunos francos que le permiten visitar a las prostitutas del final de la calle. Esta habilidad sisadora, la practica también con M. Ibrahim, el árabe que no es árabe, y que regenta la carnicería de la esquina, surgiendo entre ellos una auténtica amistad: " (...) si tienes que seguir robando, ven a robar a mi tienda". A partir de estos "mimbres" se construye una historia entrañable, llena de ironía y de lecciones que va dando la vida y que podemos enfocar de muchas maneras. En este caso, "Momo" (como le llama M. Ibrahim), decide fiarse de las enseñanzas que el anciano dice haber prendido del Corán, para hacer frente a todo lo que le ocurre.
Éric-Emmanuel Schmitt
   Su autor, el escritor belga Éric-Emmanuel Schmitt, no puede evitar "contaminar" la historia con pequeñas reflexiones filosóficas como buen licenciado en la materia, reflexiones sobre los sentimientos, los miedos, la amistad... la mayoría de ellas llenas de ironía: "En fin, el sufismo no era una enfermedad (...), aunque hay formas de pensar que son enfermedades, dice a menudo M. Ibrahim".
   M. Ibrahim será la tabla de salvación de un chico falto de cariño, pero con una fuerza interior y un instinto de supervivencia increíbles. Él le enseñará mucho de su sabiduría y a cambio recibirá cariño y compañía. Juntos emprenden un viaje por Europa, un viaje también personal, hasta la tierra del viejo carnicero que será, especialmente para Moïse, todo un aprendizaje para la vida y la madurez que le rondaba desde el inicio de la novela. Habrá muchas cosas que también nosotros iremos descubriendo, al mismo tiempo que el joven protagonista, porque no todo es lo que parece.
   Mi francés está dando sus primeros pasos y estoy segura de que me he perdido muchas riquezas y matices, pero es el suficiente como para comprobar la sutileza y la ironía del lenguaje de este escritor y la sencillez con la que nos habla de sentimientos muy profundos, lo que me ha permitido aprender algo más que vocabulario.
   No sé si veré pronto la película que se hizo a partir del libro, pero estoy segura de que volveré a leerlo de nuevo, cuando mi francés haya avanzado lo suficiente como para soltar el diccionario de la mano libre que me dejaba M. Ibrahim y sus flores. Y espero que sea pronto.

jueves, 8 de mayo de 2014

Una carta

Hace mucho tiempo que sigo mirando el buzón, esperando una carta. Hace mucho tiempo que está vacío, pero yo sigo abriéndolo todos los días. Hace mucho tiempo, recibía alguna postal, una tarjeta por Navidad. Hace tanto tiempo de eso. Pero sigo abriendo el buzón todos los días cuando llego a casa, y no sé muy bien porqué. Supongo que aún tengo la ilusión de llevarme una sorpresa. 
   Como yo, imagino a grandes escritores pendientes de sus buzones, esperando las cartas de amigos y conocidos. Imagino a esos mismos escritores delante de una hoja de papel blanco, con el bolígrafo en la mano, o la pluma incluso, dispuestos a contarlo todo y a vaciar sus mentes y sus espíritus.

   Nunca he sido muy aficionada a la literatura epistolar, me resultaba algo extraño leer monólogos, sin una trama establecida, sin diálogos entre personajes, sin acción. Sin embargo, cuando alguna vez ha caído en mis manos este tipo de libros, los he disfrutado muchísimo. En algunos, por ejemplo, el autor se mostraba más sincero, más real y más humano. Describía sus propios sentimientos, sus reflexiones, sus miedos. Me mostraba su visión del mundo. Como en Cartas desde mi celda, de Gustavo Adolfo Becquer, donde me encontré a un hombre diferente del atormentado y despechado poeta. En su lugar, había un escritor preocupado por su tiempo, por los defectos y enfermedades que sentía su mundo, describiendo los paisajes en los que se movía, hablando de sus miedos, de su día a día.
   En otras ocasiones, eran cartas inventadas, una falsa correspondencia entre dos personas, una excusa para contarnos una historia que se estaba fraguando poco a poco, día a día, carta tras carta. Como la correspondencia entre Isabel y Laura o entre esta y Marianne, en Amor y amistad, de Jane Austen. A través de estas cartas, una jovencísima Jane se divierte creando personajes con una sinceridad tan aplastante que, a veces, raya el insulto, siempre desde los más exquisitos modales, por supuesto, mostrándonos los tejemanejes de las damas más refinadas que desean conseguir el matrimonio más ventajoso, y con asesinato incluido en la trama. Todo eso puede haber en unas cartas. 

   Qué sensación era aquella de esperar la respuesta, la de querer conocer, por fin, el final de la historia. Qué ilusión la de ver un trozo de papel blanco asomando por la rendija del buzón, o azul, o verde, o crema, daba igual. La de tratar de adivinar quien había escrito aquella dirección, o de dónde venía aquel sello tan diferente. 
   A veces, aborrezco Internet, el wasap o el Facebook, y echo de menos el folio en blanco, el bolígrafo y mi firma al final de la carta. Reconozco todas las ventajas de las nuevas tecnologías y las comparto, pero también reconozco mi nostalgia de los tiempos en los que abrir el buzón era toda una sorpresa. ¿No recordáis esos tiempos, o sois tan jóvenes que no los habéis vivido?

lunes, 5 de mayo de 2014

Capítulo XVII: Y probaron el bálsamo de Fierabrás

¿Os acordáis dónde quedaron nuestros amigos? Eso es, molidos a palos en sus jergones. Además, el cuadrillero de la Santa Hermanda creía muerto a don Quijote. Bien, muerto no estaba, pero casi porque, después del mandoble que le arrea el arriero con el candil, a nuestro hidalgo no le queda otra que prepararse el famoso y "salutífero bálsamo de Fierabrás" con "un poco de aceite, vino, sal y romero". Así se le queda el cuerpo, claro, más limpio que la patena: "apenas lo acabó de beber cuando comenzó a vomitar de manera que no le quedó cosa en el estómago. (...) quedóse dormido más de tres horas, al cabo de las cuales despertó, y se sintió aliviadísimo del cuerpo".
   ¿Qué piensa nuestro Sancho entonces? Que también quiere un poquito para curar sus palos, pero...
"Es, pues, el caso que el estómago del pobre Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y así primero que vomitase le dieron tantas ansias y bascas con tantos trasudores y desmayos, que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora".
   Pobre Sancho, todo es sufrir: "En esto hizo su operación el brebaje, y comenzó el pobre escudero a desaguarse por entrambas canales".
   Don Quijote, sin embargo, sintiéndose mejorcito, se marcha tan" pichi" en su jamelgo a buscar nuevas aventuras sin ninguna intención de pagar lo que se debe:
"Engañado he vivido hasta aquí --respondió Don Quijote--; que en verdad que pensé que era castillo, y no malo, pero, pues es así que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por ahora es que perdonéis por la paga, que yo no puedo contravenir a la orden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto (sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario) que jamás pagaron posada".
   No está mal eso de perder la chaveta, si te permite irte de rositas. Pero, claro, detrás se quedaba el pobre Sancho que, como siempre, termina pagando el pato:
"(...), y allí puesto Sancho en mitad de la manta, comenzaron a levantarla en alto y a holgarse con él como un perro por carnastolendas".
   Sí, sí, le mantearon, como si no hubiera tenido bastante. Solo la buena de Maritornes le ayudó con un buen jarro de agua pero "mas como al primer trago vió que era agua, no quiso pasar adelante, y rogó a Maritornes que se le trujese de vino". Y es que bastante malito estaba ya como para no mejorarse con una alegría.
   Después de esto, pudieron macharse por fin de la venta, que no era castillo, dejando como pago las alforjas del buen Sancho.

domingo, 4 de mayo de 2014

Un reto y un bonsái

Cuando me sumé al reto de Serendipia recomienda, elegí este título como una de las lecturas porque venía descrito como un libro divertido, que hacía reír y hacía pensar. Yo venía de maravillarme con Mil soles espléndidos, pero había sentido tanto y tan fuerte con esta novela que necesitaba un respiro, alguna válvula de escape. Y así fue como me encontré frente a Un bonsái entre tú y yo, de F. J. Rohs.
   La historia está narrada con toques de humor y nos presenta a un padre de dos hijos casi adolescentes que decide pasar las vacaciones en un pueblecito (Dreamville, nada menos) tranquilo y sencillo, para alejarse de todo el estrés y la pesada carga que supone la gran ciudad. Aquí conoce a Collete, también con hijos, que se convierte en su mejor amiga y que le hará pasar un verano inolvidable junto al entrañable profesor que les enseñará las técnicas del cuidado de los bonsáis.
   Con un lenguaje ágil, de expresiones muy cercanas, a veces un poco atropellado, como si el protagonista estuviera hablando con sus colegas, iremos conociendo los "entresijos" de la mente de Kevin y sus "sesudas" reflexiones filosóficas dirigidas a "sesudos investigadores de la Universidad de Milwaukee y Oklahoma".
   En general, la historia es bastante típica. La hemos visto miles de veces en esas pelis para la televisión que nos tragamos los domingos después de comer con la idea de dar una cabezadita. Pero su lenguaje ligero y la forma divertida de contarlo hacen que, como ocurre a veces en esas pelis domingueras, nos enganchemos y no podamos dejar el libro. El argumento, las escenas, algunos diálogos, los hemos visto miles de veces en comedias románticas y familiares. Sin embargo, no me ha producido ningún rechazo, al contrario, me ha resultado muy entretenida y agradable. Todo tiene cierto aire de película hollywudiense: la descripción del entorno, los nombres de los protagonistas. Crees estar en una comedia de Meg Ryan y, de repente, te saltan a la cara referencias tales como el pirata Garrapata, el chorizo en la cesta del pinic o Benji y Oliver. Los ojos se me pusieron como platos.
   Es verdad que está llena de tópicos: la Harley, la sabia y eficaz profesora de los niños y, especialmente, el sabio maestro de los bonsáis. Pero la narración es tan agradable y simpática que no me ha importado en absoluto presuponer la historia. Quizás fuera mi estado de ánimo, predispuesto al algodón de azúcar, o mi necesidad de simple diversión, o las dos cosas, pero el caso es que me he divertido, me he relajado y he pasado un rato agradable. Y esa es también una de las finalidades de un libro, ¿o no?
   El espíritu necesita, a veces, sonreír, relajarse y pasar un buen rato, sin más pretensiones. Si os encontráis en este caso, este libro podría ser una buena opción. 
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