miércoles, 28 de agosto de 2013

Creo que podré olvidar Misión Olvido

Cuando supe que María Dueñas había publicado su segunda novela, me entraron unas ganas terribles de leerla. El tiempo entre costuras me gustó muchísimo. Aunque no me pareció una obra maestra de la literatura, sí me pareció un libro original, con una historia que conseguía engancharte y entretenerte, y me mostró una nueva forma de escribir, ligera, precisa, cercana y muy correcta.
   Eso mismo esperaba de esta segunda novela. Pero siento decir que  no ha sido así. Su forma de escribir, sin embargo, sigue siendo la misma. Resulta agradable y fácil de leer, sin grandes frases complejas y subordinadísimas, sino con un lenguaje preciso, claro y cercano, pero para nada vulgar. Sin embargo, la historia me ha perecido muy corriente, vista mil veces en series y películas de televisión, con personajes arquetipos (como el de D. Carter, un hombre atractivo y transgresor, típico galán maduro) y con actitudes también muy manidas (el viaje de este personaje por Aragón, siguiendo los escritos de R. J. Sender, deslumbrado por el pueblo llano y queriendo empaparse de sus costumbres, está ya un poco trillado).

   El principio del libro me gustó. Creo que describe muy bien la angustia de una mujer madura que ve rota toda la estructura de su vida, lo desorientada que se siente y lo perdida que está ante la forma de resolver la situación. Pero la historia va perdiendo fuerza y credibilidad, en mi opinión, con un montón de arquetipos que hemos visto mil veces en libros, películas e historias sobre vidas rotas que tratan de empezar de nuevo: un país diferente al de la protagonista, una relación que no se quiere tener pero se tiene, un conflicto contra un "grande" que enfrenta a David con Goliat (en este caso una gran superficie comercial que quiere acabar con un antiguo barrio de la ciudad), etc.
   Bien, empecemos por el principio: el argumento. La protagonista, Blanca Perea, tras ser abandonada por su marido después de más de veinte años de relaciones, se marcha a trabajar a Estados Unidos como investigadora en la universidad californiana de Santa Cecilia, para ordenar y sacar a la luz el archivo personal de Andrés Fontana, un profesor español que emigró a California durante la dictadura de Franco y terminó su vida profesional en esta universidad, obsesionado en sus últimos días por una antigua misión jesuita española de la que no quedan restos. En medio de todo esto, conoce a D. Carter, estudioso de España y de R. J. Sender, que vivió su juventud en nuestro país, en los años cincuenta, donde encontró el amor de su vida (la historia de cómo consigue casarse con este amor es de comedia de Billy Wilder) y a Rebeca Cullen, una profesora que le dará un punto de vista tranquilo y muy "zen", junto a otros personajes también bastante manidos. En definitiva, me ha resultado una novela floja y previsible. En ocasiones, la propia autora cree necesario justificar algunos de los pasajes, como si ella misma se diera cuenta de lo forzado de la situación: "Todo esto es muy irregular (...)", pág. 294.
  ¡Ay qué poco me gusta hacer este tipo de comentarios! Sinceramente. Por eso, no quiero cerrar esta entrada de forma tan negativa. María Dueñas es una buena escritora y esto siempre termina saliendo a flote. Si bien el argumento y la historia me han parecido bastante débiles, su manera de relatar y describir sentimientos es excelente y consiguió que deseara acabar la novela y que, a pesar de todo, mantuviera mi interés por el desenlace final, aunque este también me haya parecido muy predecible.
   Para terminar, una frase de la autora "tocar el alma", en mi caso, no se ha cumplido. Seguro que muchos de vosotros pensáis totalmente diferente. Si es así, me encantaría conocer vuestro punto de vista. Al fin y al cabo, esto es "solo una opinión personal".

martes, 27 de agosto de 2013

Novedades

Imagen de imagui.com
Hola a todos. 
   Después de ese quasi descansito que he tenido este mes de agosto, estoy intentando volver a la normalidad. Despacito, paso a paso, ordenando mis ideas, ideando cambios para el blog y tratando de ponerme al día en mis tareas blogueras.
   No sé si os habréis dado cuenta de que he cambiado el formato de los comentarios. Muchos de vosotros me habíais dicho que no podíais comentar, y era porque hacía falta tener una cuenta en Google+ para poder hacerlo. Para evitar esto y no tener que obligar a nadie a darse de alta en donde no quería, he cambiado el sistema, pero a cambio, he perdido todos los comentarios que habíais hecho hasta ahora. Me he asustado un poco, aunque creo que no es grave y que, de ahora en adelante, será más beneficioso para todos. O eso espero. Ya me diréis que os parece; ese será el mejor sistema de comprobar su utilidad, ¿no?.
   A otra cosa mariposa. Tengo pendiente mi post sobre una de mis últimas lecturas veraniegas, Misión Olvido, que tengo ya cociéndose en el horno y que, espero, saldrá prontito.
   Y para finalizar esta rentrée (¡Pero que políglota que me pongo!) es posible que veáis cambios en las etiquetas superiores que tengo actualmente en el blog. Algo me ronda por la cabeza que, gracias a mi Hada madrina bloguera, está cuajando cada día más, pero que lleva su tiempo. Por eso necesitaré que tengáis paciencia y, también, que vayáis dándome vuestra opinión sobre todo lo nuevo que veáis.
   Y nada más. Hola de nuevo a todos y gracias por estar ahí, otra vez. Saludos.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Momento musical. El cierre del verano

Hola a todos de nuevo. He pensado mucho en este momento musical del verano porque mi cabeza estaba llena de canciones y me resultaba muy difícil elegir una música, un recuerdo o un verano.
   De pronto recordé mi último verano en el colegio. Al año siguiente empezábamos el instituto y algunas de nosotras dejaríamos de ser compañeras de clase. Ese verano fue bastante especial porque disfruté cada momento del día, hasta las siestas que tanto odiaba y que tanto deseo ahora.
Nos juntamos cuatro amigas que pasábamos las tardes de verano montando en bici, yendo a la piscina, comiendo helados y paseando por las calles contándonos miles de cosas, de secretos, de deseos y de temores de lo que nos esperaba al año siguiente. En medio de todo este "batiburrillo", nos sentíamos más mayores que nunca (a pesar de nuestros catorce tiernos años) por la responsabilidad que suponía cambiar de sitio y de compañeros, compartir pasillos, patios y aulas con chicos mayores que nosotras y tener un profesor para cada asignatura que, no sé por qué, nos parecía el colmo de la madurez (se acabó ya eso de "la clase de la profesora Fulanita"). Ese verano me dio otra perspectiva de la vida. Ya dejaba de ser niña, yo misma no me sentía niña y  todo a mi alrededor cambiaba.
   Aunque cantábamos y bailábamos cualquier cosa que oyéramos por la radio, hubo un tema en especial que nos tocó el corazón mientras llegaban los últimos días de agosto y El Corte Inglés ya anunciaba mochilas nuevas y cuadernos blancos y pulcros llenos de posibilidades. En esos momentos, los padres de una de nosotras habían rescatado discos del Dúo Dinámico (lo sé, no son precisamente glamurosos, pero...) y nos machacábamos con el tema El final del verano, de una forma totalmente masoquista, pensando en todo lo que habíamos pasado juntas y todo lo que nos esperaba en adelante. 
   Este es mi homenaje a uno de los veranos más encantadores y más nostálgicos que recuerdo: el de la amistad.

jueves, 15 de agosto de 2013

Un inciso: perdida sin libros

Cuando preparé mi maleta para venirme a la playa cometí el error de tirar de eBook, más concretamente el de mi madre (a la que no sólo "sustraigo" libros de su biblioteca particular sino también de la digital ¡No sé puede caer más bajo!). El caso es que pensé que con tres libros bastante "tochos" tenía más que suficiente para cubrir mi estancia playera. Pero... "nasti de plasti", me los he merendado en menos de un mes y ahora estoy más perdida que Carracuca (un señor al que mi abuela mencionaba a menudo y que, lamento decirlo, no tengo ni la más mínima idea de quién fue).

   Después de acabar con mis libros al uso, es decir, papel, cubierta y pegamento, me lancé a por esa maravilla de la tecnología que son los libros electrónicos. Pensé que mi madre tendría la "biblioteca virtual" bien llenita de cosas y, ¡mira tú por donde!, la mayoría ya los había leído, otros estaban en inglés (bajo el sol de agosto y el olor a bronceador de la sombrilla de al lado, me niego a martirizar a las neuronas con una lectura en inglés) y otros eran relatos breves que no terminaban de llenarme, me sabían a poco.
   Así que, como pollo sin cabeza, pasaba de uno a otro y de otro a uno, sin conseguir encontrar la lectura que me aliviara los últimos días de "veraneo" (¡Qué bonita palabra!). De repente me topé con unos pequeños relatos de Jane Austen, unos escritos de juventud bastante interesantes presentados como cartas, escritas por los protagonistas a sus conocidos, a través de los cuales, conocemos, de forma muy sarcástica, muchas de las "particulares" costumbres y hábitos de su época. Algunos han conseguido engancharme como Lady Susan, retrato divertido e irónico de una aburrida dama de la alta sociedad entretenida en enredar y comprobar hasta dónde llega su poder de seducción.

   En fin, como "intermedio" hasta encontrar el próximo libro (en papel, senza dubbio) que me exija el uso de toda mi materia gris, creo que estos relatos son más que relajantes y balsámicos.
   Y sin nada más que añadir hasta la puesta en marcha nuevamente de la rutina habitual, me despido. Feliz verano.

lunes, 12 de agosto de 2013

Unos días de descanso





El blog estará unos días de descanso. Perdonad las molestias. Son causas ajenas a la voluntad del blog. Se promete más y mejor a la vuelta. Saludos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Extranjerismos, ¿podemos vivir sin ellos?

Artículo de El Confidencial sobre el uso de los extranjerismos: "Ocho extranjerismos que no debemos usar". Me lanzo como una loca a leerlo. Pienso: ¡Por fin le van a dar caña a los "extranjeristas" (palabra totalmente inventada por mí, ¡lo siento!)! Empiezo a leer con ilusión, voy encontrando cosas que me hacen asentir, parece que hay bastantes cosas con las que estoy de acuerdo (show, link, sponsor...), ¡Qué bien! De repente, algo me da en los ojos, es un párrafo sobre la apropiación de palabras extranjeras por parte de nuestro idioma donde, según el autor del artículo, robamos vocablos a los árabes. Ahí ya empiezo a fruncir el ceño. ¿Robar? Yo diría que, después de ocho siglos de luchar unos con otros, lo más normal es que las palabras entraran en nuestra cultura como las plantaciones de frutales, los sistemas de regadío o la música. Las palabras no se roban, se asumen, porque si las robamos, se quedan de forma falsa, flotando en el lenguaje y perdiéndose en la memoria, sin pena ni gloria, como las palabras inglesas showroom, un must o algo cool.

Y empiezo la enumeración

El artículo menciona por ejemplo backstage. Ya puedes ser el mejor modisto del mundo que como tus modelos no corran como locas  por el backstge, y lo hagan "entre bambalinas" o entre bastidores, estás acabado. Y ya ni te cuento si no tienes beautiful people que pase por el photocall en el showroom. Es que no eres nadie.
   A esto yo añado poner en cuestión, poner en valor, ¡poner en alto!, poner en positivo. ¿Alguien da más? Concretamente he consultado con el Fundeu, si eran correctas estas expresiones y me han contestado respecto a poner en valor, pero nada sobre las otras. 
   ¿Qué problema hay con los verbos, cuestionar, valorar, ordenar (¡Lo siento! para las expresiones "poner en alto" y "poner en positivo", he sido incapaz de hallar su correspondiente en español. He dudado entre "colgar algo en lo más alto" o destacar, resaltar, sobresalir... ¡Vete tú a saber!).

Pero sigamos

Llegamos al momento actual y, ¡cómo no!, aparece la globalización, la culpable de todo lo que ocurre en nuestros días, el quinto jinete del Apocalipsis de nuestra época. Hay que rechazar rotundamente la palabra atrezo y playboy. Pues ¡Hombre! hay cosas peores que rechazar, me parece a mí. ¿Nadie se va a quejar de reportar a la dirección, o de jugar a tenis o a pelota, en vez de al tenis o a la pelota? ¿Soy yo demasiado histérica?
   Es muy cierto lo que dice el artículo acerca de las palabras que no existían en nuestro idioma y las hemos cogido de otros, como casi todas las relacionadas con la informática, por ejemplo. Y también es cierto que todo lo relacionado con los medios de comunicación está cambiando a un ritmo vertiginoso, más deprisa que el propio lenguaje. Pero eso no tiene nada que ver con hablar mal nuestra propia lengua. Una cosa es que usemos palabras extranjeras de uso común en un medio concreto y otra muy distinta es alterar hasta nuestra propia gramática con expresiones tales como "la cosa pintaba estupenda" ( y no "estupendamente", el adverbio que modificaría al verbo) o "la nueva tendencia low cost", en lugar de usar la expresión bajo coste, entre otros miles de ejemplos.

viernes, 2 de agosto de 2013

Amin Maalouf y "los desorientados"

Creo que nunca el título de una novela ha descrito tan bien la situación de sus protagonistas. Este libro nos cuenta, más que una historia o unos acontecimientos, los sentimientos y sensaciones de unos personajes que ven como desaparece el mundo en el que crecieron y en el que vivían. Al desaparecer ese mundo, se sintieron completamente perdidos y "desorientados". La novela nos muestra, entre otras cosas, las diferentes formas en que estos personajes afrontaron esa pérdida.
   Tras la muerte de un "antiguo amigo" (como lo describe el protagonista), un exiliado de la guerra del Líbano regresa a su país, para asistir al entierro y allí revive su juventud y los primeros años de este conflicto, conociendo además la suerte que han corrido el resto de sus amigos, los que se fueron y los que se quedaron.
   Amin Maalouf siempre me ha parecido un escritor que no se conformaba con contar una historia, además, tenía que usarla para hacer todo tipo de reflexiones sobre lo divino y lo humano. En sus libros, todo está lleno de dudas filosóficas, pero sin adoctrinar; todo se presenta de una forma natural, dentro de la marcha normal de los acontecimientos que se narran. Pues bien, en esta novela esto es especialmente importante. El argumento es una excusa para hacer todo tipo de reflexiones históricas, filosóficas y políticas. A través de uno de los protagonistas, vemos todo tipo de pensamientos y sentimientos de los personajes de la novela. Las distintas formas de afrontar la pérdida de su mundo es tan amplia que va desde quien se convierte en combatiente o en un corrupto, hasta el que se mete a monje en un monasterio apartado, después de haber sido un rico arquitecto. Es una mezcla total de puntos de vista, de modos de vida, de aspectos religiosos; una reflexión sobre Oriente de sus propios hijos, cada uno de ellos diferente a los otros. Además de este conjunto de elementos que configuran la novela, el autor incluye un pequeño relato, a la manera de una novela intercalada, como un pequeño desahogo dentro del tumulto de sentimientos que viven los protagonistas.
   Y, como no, tengo que hablar del lenguaje de este escritor, a veces pura poesía. La forma en que nos explica su pasión por escribir lo demuestra: "Tenía que empezar a escribir para poner en orden los pensamientos". "Tenía, (...), las neuronas en las yemas de los dedos".
   Sin embargo, y muy a mi pesar, el final me ha defraudado un poco. No veo la necesidad de que acabe así, sinceramente. Un final que no quiero revelar, por supuesto, pero que imaginaba más esperanzador. Estaba a punto de acabar la novela y era incapaz de dejar de leer. Incluso ya se había puesto el sol detrás de los edificios y la brisa del mar me estaba dejando helada y, sin embargo, la emoción de ver en que acababa el proyecto de reunión de los viejos amigos, después de 25 años, era tan grande que no conseguía soltar el libro. Y, de repente, ¿esto? En fin, no era lo que yo esperaba, pero es una simple apreciación mía.
   Para terminar, cuando tengáis el espíritu sereno y el tiempo libre necesario para leer tranquilamente, elegid este libro, os puede descubrir aspectos de una parte del mundo sobre la que hay muchos prejuicios establecidos. Tomaos vuestro tiempo porque no es un libro para leer a ratos perdidos; necesita tranquilidad para saborearlo como Dios manda. ¡Ánimo!

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