Es algo que debía al blog desde hace tiempo. Una lectura que fue capaz de despertarme y espabilarme merecía mi dedicación y mi esfuerzo.
Patricia Brent, aquí unos amigos; amigos, aquí Patricia Brent, solterona. Ella está bastante harta de que solo sea esto lo que ven en ella, de que la miren con pena, tan cerquita como está de la treintena y sin casar. Es verdad que ella valora su libertad más que nada y que el hecho de no tener que vivir con su tía (esta sí, una solterona recalcitrante y machacona) hace que soporte el vivir en una pensión donde comparte comidas y cenas con unos pobres diablos que conocieron tiempos mejores, y el trabajar como secretaria de un bienintencionado diputado pero poco listo, manipulado por su mujer.
Es una chica encantadora, inteligente, cariñosa con quien se lo merece, paciente si hace falta y que pasa de los cotillas como de comer barro. Pero todo tiene un límite, y Patricia se ha visto obligada a cruzarlo, ¿o no? Eso ya tendréis que descubrirlo vosotros.
El caso es que se mete en un lío de padre y muy señor mío por intentar dar en los morros a los cuatro cotillas oficiales, empeñados en hurgar en las intimidades de Patricia.
El caso es que se mete en un lío de padre y muy señor mío por intentar dar en los morros a los cuatro cotillas oficiales, empeñados en hurgar en las intimidades de Patricia.
Y aquí es donde Herbert George Jenkis aprovecha para hacernos un retrato de lo que se cocía en la Inglaterra de 1918 y del papel que debía representar la mujer, le gustase o no. Bien es verdad que, alguna que otra vez, se le escapa su punto de vista masculino y de principios del XX, pero al fin y al cabo es lo que le toca teniendo en cuenta cuando escriabe; no quiero ser yo parte de esa nueva ola justiciera que arrasa con la literatura de cualquier época si no muestra nuestros valores actuales.
Para las damas y caballeros de aquellos años, esta novela podría ser perfectamente una buena reprimenda; con un final feliz para sus gustos, por supuesto, pero una lección sobre las injusticias por las que tenía que pasar una mujer que quisiera vivir de otra forma diferente a lo estipulado, y sobre las miserias personales que llevan a algunos a dedicarse a juzgar la vida de los demás.
Como todas estas novelas costumbristas, está llena de pequeñas instantáneas sobre estatus sociales, tejemanejes políticos, falsas apariencias y rígidas normas, además de prejuicios venidos de todos los lados.
Bien escrita, elegante, con un buen ritmo y con la maravillosa edición de la editorial Dépoca, era muy difícil que Patricia y yo no nos hiciéramos amigas; muy difícil. Seguro que a vosotros os pasa lo mismo.
¡Ah! Me olvidaba. No podía faltar ese humor tan British, lleno de ironía, que acompaña a las reflexiones de la protagonista y que esconde detrás esa dura crítica social de la época.
¡Ah! Me olvidaba. No podía faltar ese humor tan British, lleno de ironía, que acompaña a las reflexiones de la protagonista y que esconde detrás esa dura crítica social de la época.