domingo, 19 de febrero de 2017

El Principito

Mientras estudiaba el bachillerato, El Principito era una de esas lecturas  que entusiasmaba a todo el mundo; leerlo te incluía en los grupos "culturetas" del momento; era el libro que "había" que leer si querías entrar en las conversaciones "guays"; era la historia que te tenía que impactar si querías demostrar tu "riqueza" interior. Y yo, que siempre he estado fuera de lugar, que nunca he conseguido encajar en ninguna parte y que "demostraba" haberme caído de otro planeta, tenía mis narices totalmente metidas en El Quijote y mi corazón atado a Becquer. Cuanto más entusiasmo demostraban los demás, menos ganas me daban a mí de leerlo, y este defecto, que me ha acompañado hasta ahora, ha mantenido este libro lejos de mí durante años. 
   Sin embargo, un buen día, el destino que es muy suyo, decidió volver a la carga y hacerme entrar por el aro. Buscando lecturas para mi clase de francés (a ver si avanzaba de una vez por todas), intentaba alcanzar un novela de Amin Maalouf que algún "reponedor espabilao" había decidido colocar en la última balda de la estantería. Como si fuera un complot del cosmos, en el intento se calló a mis pies un libro pequeño y de pocas páginas, que además tenía el precio perfecto. Y fue así como El Principito se presentó ante mis narices al cabo de los años, dándome otra oportunidad para enmendar mi error. Y aunque torcí el gesto de nuevo, terminé rindiéndome a la evidencia.
   
   Página a página, y poco a poco por algún que otro tropiezo con el idioma, fui descubriendo lo que había enamorado a mis compañeros de bachillerato y a miles de personas en todo el mundo. Paso a paso fui entrando en los entresijos de la historia, viajando con el pequeño príncipe por todos esos planetas hasta llegar al nuestro. Fui desentrañando la "moraleja" que Antoine de Saint-Euxpéry presentaba con ese envoltorio de cuento infantil, sus reflexiones sobre la amistad, la soledad, el objetivo que cada uno se marca en la vida, y todos esos rasgos que la mayoría de vosotros ya sabréis.
   Y así llegué al final, en un abrir y cerrar de ojos, en un volver y pasar de página; con una sensación muy agradable y el orgullo personal de haber superado un antiguo prejuicio. Soy consciente de que no estoy descubriendo nada nuevo y de que no aporto nada original sobre sus virtudes. Pero me da igual; yo me paso por aquí para contar lo que siento con un libro, aunque no siempre consiga transmitirlo con eficacia, y a que me contéis, si queréis, lo que habéis experimentado vosotros. Así que, ¡adelante!

domingo, 5 de febrero de 2017

Anne Perry no defrauda

Así, es. Hasta ahora, esta escritora nunca me ha defraudado. Es una de mis mejores píldoras de desintoxicación después de un libro maravilloso. Porque cuando termino un libro que me ha robado el corazón, me resulta muy difícil elegir otro; tengo la cabeza y el espíritu llenos de su historia y sus personajes, y necesito buscar algo que me desenganche, pero que esté a la altura. Entonces llega Anne Perry y me rescata de ese vacío, me presenta un buen crimen, se lo encarga a uno de sus detectives estrella y me seduce mientras doy el salto a la siguiente lectura.
   Por eso, cuando paseaba entre las estanterías de la librería, los ojos se me escaparon derechitos hacía la última novela de esta autora, Un misterio en Toledo, que aparecía deslumbrante en la cima de la montaña de "novedades". Desde allí me provocaba constantemente, daba igual el sitio en el que me colocase, ¡cómo si yo fuera una mujer difícil que se fuera a resistir! En absoluto. Me lancé como una flecha a por él, leí el resumen de la contraportada y me lo llevé bajo el brazo directamente a caja, para que no hubiera otras posibles tentaciones.
   Y así es como conseguí engancharme de nuevo, gracias a una historia de intriga de la buena, que mezcla cuestiones de fe, de intereses políticos y de venganzas personales. Además, parte de la historia transcurría en Toledo y algunos de los personajes eran españoles, lo que despertó mi curiosidad sobre la forma en que los trataría la autora: ¿con los tópicos habituales?, ¿como un simple instrumento? o ¿bien "armados" como acostumbra? Aunque tengo que decir que la historia ha sido más flojilla que otras veces, sus "virtudes" continúan siendo las mismas que me atraparon hace años: una excelente recreación de los lugares y de las situaciones; unos personajes muy reales y muy creíbles, y un argumento interesante y bien construido, que consiguió atraparme de principio a fin.
   En esta ocasión, la situación social y política tienen mucho que ver en la historia: el siglo XIX estaba acabando y la mayor parte de Europa hacía frente a una grave crisis política y económica: amenazas terroristas, luchas sociales, y el temor de que la guerra entre España y Estados Unidos por el dominio de Cuba arrastrara también a Inglaterra. Con este ambiente, llega a Londres desde Toledo, Sofía Delacruz, para predicar una nueva filosofía religiosa que ponía los pelos de punta al más pintado y levantaba ampollas entre ateos y creyentes, daba igual su credo. Thomas Pitt y su equipo deberán protegerla de las amenazas continuas que recibe, por eso, cuando desaparece, Pitt y su esposa Charlotte (que no se pierde una) se entregan en cuerpo y alma a resolver el caso, cada uno en su terreno.
Instituto Provincial de Toledo. Foto tomada de ABC.Toledo
   Lo de menos aquí es el argumento que, como decía, ha sido más débil que en sus novelas anteriores, con algunos puntos no muy creíbles y algunos personajes un tanto planos para lo que me tiene acostumbrada. Sin embargo, su capacidad de recrear ambientes es la misma: desde los sórdidos tugurios del crimen, donde el Támesis es imprescindible para marcar esa sensación de suciedad y frío que rodea al mal, hasta las bibliotecas y saloncitos de té de las maravillosas casas de la aristocracia victoriana en donde reciben a nuestro detective, unas elegantes y cálidas, otras frías e hipócritas, pero todas grandiosas. En esta novela, se une además la ciudad de Toledo, con sus calles estrechas y misteriosas, sus conventos y hasta una pequeña "colonia" de ingleses perfectamente integrados en su vida social. Y mientras descifraba los hechos y escudriñaba a los posibles sospechosos, disfrutaba de una historia bien documentada en sus referencias sobre lo que supuso entonces la guerra de Cuba y la situación de revueltas sociales y políticas que sufría España.
   Ahora, al cerrar el libro y la historia, Thomas y Charlotte Pitt me han dejado el espíritu dispuesto para la próxima lectura. Ellos tampoco me defraudan.
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