lunes, 18 de octubre de 2021

Volver a sorprenderse

Fuente: Google
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El mundo de los libros te da sorpresas increíbles cuando menos te lo esperas. Yo, que cacareo tan a menudo lo de rechazar un libro si ya he visto la peli, acabo de tragarme mis  palabras tras devorar Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. 

   Este libro llegó a mis manos por casualidad: un conocido hizo limpieza en un antigua casa familiar y necesitaba deshacerse de varios libros; y allí estaba yo para recibirlo. Aún no sé porqué lo acepté; he visto la película prácticamente todas las veces que la han emitido en televisión, porque me gusta la historia y porque la protagoniza Gregory Peck, los labios más sexis del cine. Y a pesar de mis prejuicios habituales, me veía con el libro entre las manos reproduciendo en mi cabeza la historia con los fotogramas que tan bien conocía. 

   Pero la novela, como siempre (no sé de qué me sorprendo) era mucho más. Encerraba el retrato valiente y sincero de las costumbres y la mentalidad de Maycomb, una población "antigua y fatigada" del estado de Alabama allá por los años de la Gran Depresión, donde a la pobreza se sumaba el racismo, los prejuicios de clase y la ignorancia, pero también la bondad y la rectitud. El lenguaje elegante y fluido de la autora me hacía muy fácil meterme de lleno en lo que me contaba Scout, una niña de unos 8 años, que con sus "inocentes" preguntas dejaba al descubierto la doble moral de una sociedad anclada en un pasado sureño de rancias familias de abolengo. Scout no entiende porqué no puede llevar pantalones si son más cómodos para correr libre y jugar con su hermano Jem y su amigo Dill; no comprende porqué su tiíta Alexandra insiste en que es una vergüenza para la familia Finch que no lleve vestido o que su padre defienda a Tom Robinson; tampoco sabe porqué los Ewell son los únicos que van al colegio el primer día de clase y desaparecen el resto del curso, o porqué no puede visitar la casa de Calpurnia, su criada negra.

 

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   Sé que no voy a descubrir nada nuevo sobre el argumento de esta novela, pero lo que más me ha sorprendido de ella es la habilidad de la autora para destapar las miserias y bondades de una época y unas costumbres con tanta naturalidad y sutileza, no solo valiéndose de una niña pequeña sino de todos y cada uno de los personajes que la acompañan, personajes de carne y hueso que muestran lo mejor y lo pero del ser humano. Y esto lo ha hecho sin decirme lo que tenía que pensar, sino dejándome descubrir a mí los entresijos de aquella sociedad.

   A pesar de tener en todo momento las imágenes de la película en mi retina, ha conseguido emocionarme como la primera vez, intrigarme y engancharme como si no la conociera y sentir de nuevo las ganas de volver a su lectura en cuanto tenía un momento libre. Y, sobre todo, mucho más importante para mí, empujarme otra vez a pasarme por aquí.

Ah, me olvidaba. Por fin he comprendido lo que significa matar un ruiseñor.

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