martes, 31 de diciembre de 2013

El maratón de Noche... Vieja

Empieza el maratón de despedida de una noche... vieja. La pobre lleva a cuestas 365 noches más, ¡cómo va estar? Vieja, ajada, cansada. Por eso, nosotros le ponemos brillos, música, petardos, uvas, chin-chin y un montón de rituales que no funcionan nunca, pero que repetimos obedientemente: la ropa interior roja, el oro dentro de la copa de sidra o cava, el pie derecho bien apoyado en el suelo y el izquierdo levantado, y una uva tragada detrás de otra, al ritmo de las campanadas, que es lo que nos da suerte.
   Besuqueos varios, achuchones fuertes, brindis que salen del corazón y del vino de la cena, petardos en la calle, etc. Y después, relax. La calma después de la tormenta. Un momento de silencio mientras bebemos de nuestras copas. Reflexionamos un poco, miramos la tele, a alguien se le abre la boca,  y... por fin otro alguien rompe el hielo y suelta una frasecita "chisposa", todos reímos y volvemos a la reunión familiar.
   Y yo me siento feliz de repetir, año tras año, este maratón de una Noche Vieja, porque siento que todo está en su sitio, que todos están en su sitio. Y este año, además, acompañada de todos a los que he encontrado en la blogosfera. 
   ¿Estaréis allí con vuestra ropa interior rojo, vuestro oro en la copa y vuestro pie izquierdo levantado?
Foto tomada de Wikipedia.org


Feliz 2014. Aquí estaré el año que viene, es decir, mañana. Besos.


domingo, 29 de diciembre de 2013

Becquer también en Navidad

Pero ¡Cómo me he podido olvidar yo de esta historia! Si no hubiera sido por Carmen Forján, en su página de facebook Carmen y amigos, me habría olvidado completamente de una de las historias más hermosas que recuerdo haber leído sobre los milagros de la Navidad: Maese Pérez el organista, de Gustavo Adolfo Becquer. Estos días, solo me había acordado de Mujercitas, Cuento de Navidad o de los cuentos de Andersen, pero en ningún momento me había venido a la mente esta pequeña historia, este relato que, como la mayoría de los que surgieron de la mente de este escritor, está lleno de misterio y de magia, y además en este caso, de emoción.
   La pequeña iglesia de Santa Inés en Sevilla contaba con el mejor organista de la ciudad. Era una iglesia pequeña y humilde que en Navidad se convertía en el centro de reunión, ya que su misa del Gallo era el acontecimiento que nadie quería perderse. Y todo gracias a la música que salía de las manos de don maese Pérez, un hombre discreto y sencillo, que llenaba el alma de los feligreses que acudían a escuchar su música. El amor de este músico por el pequeño órgano de esta iglesia era tal que ni las más tentadoras ofertas de otras iglesias y catedrales de prestigio le habían hecho abandonar su puesto. Desgraciadamente, una Nochebuena, maese Pérez muere mientras toca el órgano de la iglesia y este permanece mudo hasta la siguiente misa del Gallo.
   Todos se preguntan cómo el obispo consiente en que el mayor adversario de maese Pérez vaya a tocar en su lugar. La pequeña iglesia de Santa Inés está a rebosar, nadie quiere perderse esta "provocación" como la consideran algunos, y están dispuestos a boicotear el acto. Pero de repente, aquel órgano suena como si lo tocara el mismísimo viejo organista. Quien lo iba a decir. Pasa un año más y, en esta ocasión, es la hija de maese Pérez quien se ve forzada a sustituir a su padre, ya que el organista del año anterior toca ahora en la catedral. En el momento cumbre de la misa, el órgano vuelve a sonar como si las manos de su antiguo dueño estuvieran recorriéndolo y, de hecho, cuando algunos vuelven la cabeza hacia el órgano para ver quien reproducía tan fielmente la música del maestro organista, solo pueden ver unas teclas vacías que suenan gracias a unas manos invisibles, ¿las de maese Pérez? Él había vuelto una vez más para tocar aquel órgano. Y así ocurrió, año tras año, hasta que el instrumento se desmoronó por viejo.
   No sé si muchos de vosotros conocíais esta historia, es posible que sí. Si ya la conocíais, os propongo que la releáis tranquilamente en el silencio de la noche. Si no la conocíais, os animo a que la disfrutéis, como se disfrutan las cosas por primera vez, también en el silencio de la noche. ¿Oís a maese Pérez?

martes, 24 de diciembre de 2013

Feliz Navidad

"(...) y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue". 

   Del bestseller La Biblia.

   Y fue entonces cuando se montó el tinglado al que llamamos Navidad. 
    Feliz Navidad para todos. Creáis o no creáis, aprovechad lo bueno que veáis y dejaos llevar por lo bueno que sintáis.




sábado, 21 de diciembre de 2013

Momento musical navideño

Mis días de Navidad han estado llenos de miles de villancicos de todos los colores y ritmos, alegres o pausados, con coros o con panderetas, rocieros o teutones, en inglés, andaluz, español o latín. Todos los villancicos me han causado siempre el mismo efecto: multitud de mariposas en el estómago y un ritmo ágil en cualquier cosa que estuviera haciendo en casa.
   He odio villancicos en las iglesias, en las plazas de los pueblos, en los teatros de los colegios, en los labios de mi madre o en los chapurreos de mi sobrina. Los he bailado con amigos en las fiestas de fin de año o en las comidas de empresa. Los he cantado por lo "bajini" o a voz en grito. Todos, absolutamente todos, me han hecho reír y emocionarme. He sentido un nudo en la garganta con Noche de paz, cantada por los niños cantores de Viena, o con El tamborilero, de Raphael. Me he tronchado de la risa con Abeto fiel (perdón Alberto) y he dado botes de desesperación con  los Pitufos maquineros.
   Pero solo uno está en mi recuerdo de una forma especial, el que cantamos un grupo de amigas y yo en el instituto, una Navidad en la que nos invadió la locura y decidimos participar en un concurso de villancicos organizado  por el departamento de Literatura. La profesora de Latín nos animó a cantar Adeste fideles y nosotras, plenamente descerebradas como correspondía a nuestros 15 años, ensayamos y ensayamos en clase aquellos maravillosos latinajos que no sonaban mal del todo. 
   El problema surgió el día del "estreno". De nuestra conocida y cómoda clase, tuvimos que pasar al enorme y desangelado salón de actos al que, generosamente, solo habían acudido unas quince o dieciséis personas, la mayoría el resto de participantes. Disfrazadas como muñecas de Famosa, todavía no sé por qué maldita decisión, fuimos entrando en el casi vació y frío salón de actos, cogidas de la mano, hasta llegar a los pies del escenario. En aquel momento mi timidez apareció en todo su esplendor y no recuerdo absolutamente nada. Tengo todo sumido en una espesa neblina. No sé cómo llegué arriba del escenario, ni cómo mi boca empezó a cantar, todo aparece borroso en mi memoria, acompañado de un sudor frío y un zumbido en los oídos. 
   Y en ese momento, se produjo el milagro navideño. Alguien con mejor voluntad que acierto, decidió repartir nieve en polvo detrás de nosotras, mientras soltábamos nuestros trinos, dando pequeños saltitos como un elfo, y la explosión de carcajadas entre los que esperaban su turno fue tan fuerte que se contagió como un virus por toda la sala. Nadie podía dejar de reír, ni de cantar, ni de aplaudir. La tensión se esfumó como por arte de magia y la música del radiocassette entró por fin en mis oídos, desapareció la timidez y, en nuestra segunda oportunidad, el Adeste fideles salio de nuestras bocas como si fuéramos dulces angelitos, y todo terminó con un dignísimo segundo premio que disfrutamos como se merece en la hamburguesería de la esquina.
   Tranquilos, no he puesto nuestra versión, sino esta maravillosa interpretación de Andrea Bocelli que, estoy segura, os gustará más. Feliz Navidad a todos.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Libros para Navidad

Son muchas las cosas que hacemos, año tras año, en Navidad. Adornar la casa, preparar comidas, juntarnos con amigos. Algunas hasta cantamos villancicos y tocamos la pandereta. En algunas casas, Papá Noel se da un paseo y deja regalos al lado de la chimenea o debajo del árbol. En otras, todos esperamos a los Reyes Magos, deseando que no se hayan equivocado al leer nuestra carta. A mí me gusta, también, visitar exposiciones de belenes, pasearme por las calles iluminadas, ver escaparates y mirar como la gente llena esas calles con gorritos ridículos y antenas luminosas, pero con una sonrisa de oreja a oreja y estrellas en los ojos.
   Mi Navidad también consiste en  un recorrido por los pasillos de las librerías del centro, mientras busco los libros que siempre han estado conmigo otras navidades o mientras juego a emparejar un libro con un posible dueño: un amigo, un familiar, un conocido.
   En Navidad recuerdo grandes belenes recortables, ocupando parte de la ventanilla del kiosco de la esquina de casa, y miles de revistas con señoras sonrientes que estaban muy orgullosas de decorar el salón con adornos hechos con sus propias manos. Todo se llenaba de cintas de colores, hojas secas pintadas de spray dorado y piñas de todos los tamaños que formaban los centros de mesa.

   Pero sobre todo, para Navidad recuerdo libros, muchos libros, en especial, libros de cuentos. Los escaparates de mi infancia mostraban preciosas ediciones de cuentos de los hermanos Grimm, o de Perrault y, en ocasiones, las fábulas de Esopo o de Iriarte. Otras veces, era Andersen y, sobre todo, el cuento de "La cerillera" el que aparecía en los escaparates a los que pegaba la nariz, imaginando cual de ellos me traerían los Reyes, porque sabía que siempre habría un libro como regalo sorpresa. 
   
Entre tanta fanfanfarria, sidra, petardos, anuncios y lotería, podemos abrir un hueco especial para los libros, especialmente si hay niños en casa. Ahora que se oye tanto eso de "yo... por los niños, que si no...". Pues hagámoslo por los niños, llenemos su Navidad de libros; libros que les den ilusión, sueños y fantasía. Eso es algo que se recuerda para siempre. ¿Recordáis vuestros libros navideños?

domingo, 15 de diciembre de 2013

Viajar en el tiempo

Ayer me sucedió una cosa muy extraña, conseguí viajar en el tiempo. Era algo que siempre había querido hacer, pero evidentemente no había conseguido. Ayer, sin embargo, ocurrió. Tenía que arreglar la correa de un bolso, así que me fui al zapatero, abrí la puerta de madera y cristal y pasé al interior, y allí fue... De repente tenía siete años y estaba cogida de la mano de mi abuela. La luz era amarilla y fuerte y había un olor dulzón a pegamento, betún, cuero y vaya usted a saber qué más. El señor zapatero era un viejecillo entrañable con cara de cascarrabias, pero con mucha guasa, que llevaba un chaleco de lana gris y una camisa de felpa, tipo leñador canadiense. Mi abuela estaba a punto de entregarle una bolsa con sus zapatos negros para "echarle unas tapas" cuando el viejecillo cascarrabias comenzó a llamarme, desde otra dimensión, mientras tiraba de la correa de mi bolso. Ahí se rompió el hechizo y volví de golpe al 2013.
   No sé si fue por el día gris y lluvioso, por las luces de Navidad que ya colgaban de los árboles y de las calles, por las campanadas del reloj del ayuntamiento o por el villancico que se oía por la radio, pero me sentí igual que aquella mañana de mis recién estrenadas vacaciones navideñas, de la mano de mi abuela, dentro del taller del zapatero.
   ¿A qué no imagináis qué libro me vino a la mente en ese momento? O quizás sí. No podía ser otro que Cuentos de Navidad, de Dickens. Es uno de mis favoritos. Todos hemos visto miles de versiones llevadas al cine: la de Disney, la de los Teleñecos, otras versiones modernas muy libres, otras más fieles, etc, pero nada comparable a mis recuerdos del libro. Mi madre lo guarda desde hace ya muchos años y recuerdo que, de pequeña, me colaba en su habitación y lo cogía de la mesilla para leer un poquito en cada escapada. Era una edición muy cuidada, con sus hojas finas y suaves, su cubierta de cuero con filigranas doradas, su cinta de seda como marcador de lectura y ese olor tan penetrante de los libros especiales. ¿Cómo me iba a resistir? Así que, desde el primer día de mis vacaciones navideñas hasta la vuelta al cole, las mañanas consistían en los trabajos manuales que mi madre nos mandaba para adornar la casa y las incursiones secretas a su habitación para leer a Dickens. No es que mi madre me prohibiera coger el libro; si se lo hubiera pedido me lo habría dejado, pero acompañado de muchos consejos y de preguntas sobre la lectura. A mí me sabía mejor leer a escondidas, sentada en el suelo junto a la cama de mis padres, y en absoluto silencio, con el mismo ambiente misterioso de la habitación de Mr. Scrooge.
La parte que más me gustaba era la llegada de cada uno de sus fantasmas, la mezcla de sueño y realidad. Y después, el viaje al pasado, cuando volvía a su infancia y su juventud, al lado del fantasma de las Navidades pasadas, y volvía a sentir los buenos ratos vividos, su amor por la joven Bell, y cómo la perdió por culpa de su avaricia. Pero Scrooge era duro de pelar, necesitó tres fantasmas para darse cuenta de su error y yo necesité de varias escapadas para ver cómo sucumbía al espíritu navideño. El último fantasma era el más inquietante, con su "ropaje de profunda negrura". No hablaba, no tenía rostro. Tan solo mostraba una mano que guiaba a Mr. Scrooge por las distintas escenas de su futuro. Yo leía deprisa mientras oía a mi madre y a mi abuela cacharrear en la cocina, y, de repente, abrirse la puerta de la calle y entrar mi padre silbando. Entonces cerraba el libro con un golpe seco y salía como una bala del dormitorio con cara de buena y sonrisa de falsa. 
Y así, poco a poco, escapada a escapada, entre ángel de cartulina y nueces de purpurina, iba leyendo la historia del avaro Mr. Scrooge, sus tres fantasmas y su conversión al espíritu navideño. Y ahora que no puedo esconderme en el dormitorio de mis padres, me conformo con echarle una ojeada cuando voy a su (mi) casa y mi madre lo tiene todavía en la mesilla de noche, junto a su cama.
Y vosotros. ¿Cómo recordáis este cuento?

viernes, 13 de diciembre de 2013

Releer El Quijote en compañía

Esta es la propuesta de Laky en Libros que hay que leer (un nuevo reto para el 2014) y cuando "servidora" la ha visto, se ha lanzado de cabeza.
   Hace ya unos meses que Seri de El borde de la realidad, publicó una entrada sobre El Quijote (una gran entrada que os aconsejo que leáis a quienes no le veis la gracia a esta novela). Desde entonces sentía vivo el gusanillo de volver a leer esta obra, que me entusiasmó en el instituto, a diferencia de mis compañeros que se tiraban de los pelos por los pasillos y yo no entendía por qué; era divertida, tenía historias intercaladas que animaban la lectura, se aprendían muchas cosas sobre la época, los protagonistas eran seres de carne y hueso, estaba magistralmente escrita... ¡Vaya, qué me había atrapado! Después he vuelto a leerla, bien entera o algunos capítulos sueltos, y me tragué enterita la serie de dibujos que Televisión Española emitió hace ya la torta de años.
   ¿Qué podía hacer yo ante la invitación de Laky? Pues decir que sí, porque además, en esta ocasión la leeré en compañía, la comentaré con los demás participantes y discutiremos sobre todo lo que nos saca de dentro este libro. ¡Es perfecto!
   Si alguno de vosotros se anima, podéis leer las bases aquí.
   ¡Qué emoción! Estoy deseando que llegue 2014. Gracias Laky.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Y llegando Navidad... Mujercitas

Cuando era muy, muy pequeña, lo tradicional en la televisión navideña no era El Almendro, ni siquiera la sidra El Gaitero, "famosa en el mundo entero", era la película Mujercitas, además de algunas corales cantando villancicos y Paco Martínez Soria en Se armó el belén
   Esta película me ha acompañado todas las navidades hasta bien entradita en la juventud. Luego desapareció para dejar paso a Santa Claus, Qué bello es vivir y Cuentos de Navidad (en las cientos de miles de versiones que existen sobre esta novela de Dickens). Pero ninguna de ellas me llegó al corazón como lo hizo Mujercitas, en la versión de 1949, con June Allyson y Peter Lawford que, para muchos de vosotros, serán dos "momias" del Hollywood prehistórico. Pues para mí fue tan impactante esta peli que he sido incapaz, en todos estos años, de leer el libro de Louisa May Alcott, y mucho menos de ver completa la nueva versión de Winona Ryder, que por supuesto consideré una de las mayores traiciones que se podían hacer a todo un clásico del cine: ¿Cómo se podía sustituir a la vitalista June Allyson por la plana y ausente Winona (perdón a sus seguidores)? ¿O al alto y varonil Peter Lawford por el todavía barbilampiño Christian Bale?

   
Cada año, mi madre, mi abuela y yo nos sentábamos cómodamente en el sofá a ver Mujercitas, a llorar a lágrima viva y a repetir, tras un suspiro, una frase que hizo famosa una tía mía cuando iba al cine con mi abuela y disfrutaba de lo lindo con la peli: "Hay que bonita, cuanto hemos llorado". Pues eso hacía yo, llorar y moquear cuando el viejo señor Laurence, gruñón y antisocial, le regalaba un piano a la pequeña Beth, o cuando Laurie, el amor verdadero de Jo, se comprometía con la vanidosa y egoísta Amy, y ya ni os cuento el mar de lágrimas que se desataba cuando la pequeña Beth caía enferma, aquello era el acabose. Pero, a pesar de todo este drama lacrimógeno, lo que de verdad me gustaba era la parte divertida de la película: el vestido remendado de Jo en el gran baile del señor Laurence, que no la dejaba despegarse de la pared, o las representaciones de sus obras teatrales en el desván de la casa; los coqueteos de Amy con su profesor para librarse de los castigos o la pinza en la nariz que usaba para dormir; los encuentros entre Jo y Laurie o cuando la primera se cortaba el pelo para conseguir dinero.
   Pero una de las cosas que más me atraían era su protagonista: decidida, valiente y "escritora". ¿Cómo no iba a admirarla? Estaba dispuesta a rechazar al amor de su vida para conseguir su sueño: escribir novelas, y no paraba hasta que lo consiguía. Además era generosa, divertida y alegre. ¿Qué más se podía pedir? 
   Así que durante muchos años, esta pequeña historia me hizo soñar, en las noches navideñas, tanto o más que lo hicieron los Reyes Magos, y pedir cada noche que llegara a ser como su protagonista, aunque si era posible, prefería quedarme con el joven Laurie; a esa edad yo pensaba que se podía tener todo.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Un abanico, dos mujeres y una escritura milenaria

Estaba paseando por los pasillos de una librería, buscando un libro que me ayudara a mejorar mi inglés de una vez por todas, cuando, al torcer por uno de esos pasillos, me di de bruces con una caja de cartón llena de libros recién llegados. Tenía las tapas abiertas de par en par y yo no pude hacer otra cosa que asomarme a ver que había. Y allí estaba, El abanico de seda, de Lisa See. ¿Que podía hacer yo sino cogerlo? ¡A la porra el inglés! Después de leer El pabellón de las peonías, yo sabía que tarde o temprano esta escritora iba a caer otra vez en mis manos, y allí estaba, era una señal. Lo cogí y me fui corriendo hacia la caja, lo compré y nada más sentarme en el tren de vuelta a casa, lo desenvolví y empecé a leer. Desde ese momento, no he podido dejarlo ni un solo día hasta que lo he terminado, apenas hace unas horas.
   Hacía mucho tiempo que un libro no me emocionaba tanto. Ha sido una de esas lecturas que me recuerdan por qué adoro leer, que me emocionan y me golpean tan fuerte que me paso unos días sin poder empezar un libro nuevo, ya que todavía tengo el sabor de la historia en la boca, porque la he saboreado de principio a fin. Como ya conocía a la autora, tenía una idea de lo que me podía esperar. Me habían hablado muy bien de él y había leído alguna que otra reseña por ahí, pero no hay nada comparable a experimentarlo una misma. La maestría con que Lisa See nos cuenta las vivencias y sentimientos de las mujeres en la antigua China te mete de lleno en la historia. Es imposible no sentir con ellas todo lo que ellas sienten. Si en El pabellón de las peonías nos contaba la historia a través de los ojos de un fantasma, aquí lo hace a través de un abanico que encierra la vida de dos mujeres convertidas en laotoong (almas gemelas) desde su unión hasta su muerte.
Imagen tomada de karineetmarion.canalblog.com

   La historia transcurre hacia la segunda mitad del siglo XIX, en una región remota del sur de China, en donde las mujeres habían desarrollado un sistema de escritura milenaria, el nu shupara comunicarse entre ellas; una válvula de escape para sobrellevar una vida sujeta a unas normas rígidas y crueles. Las dos protagonistas utilizarán este sistema para escribir en su abanico los acontecimientos más importantes de su vida y reflejar así unos sentimientos que no pueden expresar de otra forma. No voy a descubrir yo ahora como era la vida de estas mujeres en aquellos momentos, lo que sufrían, cómo eran tratadas, lo poco que se las consideraba; esto lo hace mucho mejor Lisa See. Pero sí me gustaría transmitiros lo que he sentido al conocer los sentimientos de estas mujeres y su forma de enfrentarse al destino.
   
Imagen tomada de www.mamilogopeda.com
La novela está dividida en las distintas etapas de la vida de una mujer: Años de hija, Años de cabello recogido, Años de arroz y sal y El Recogimiento (no os las voy a explicar, mejor leéis la novela). Y a través de todas ellas veremos pasar la vida de las dos protagonistas, desde su infancia, pasando por el vendado de los pies (una de las cosas que más me han impresionado de la novela), la preparación del ajuar, el matrimonio, los hijos, una revolución y la llegada de la vejez.

   Pero esta novela es mucho más, es la historia de una amistad, una amistad tan auténtica y verdadera que estará por encima de los lazos familiares, que les dará fuerzas incluso para faltar a alguna de las normas establecidas y les permitirá afrontar todo lo que les espera a lo largo de su vida. El cariño que sienten la una por la otra será el único amor verdadero que conozcan y la forma en que evoluciona y cambia esta amistad será lo que influya en las pocas decisiones que podían tomar.
   Cuando encuentro un libro que me emociona de esta manera, me cuesta mucho trabajo reseñarlo porque tengo la sensación de no ser capaz de reflejar todo lo que he sentido al leerlo. Solo puedo deciros que esto es Literatura y si, al menos, os he trasmitido cuánto placer me ha supuesto encontrarme con algo así entre tanta paja publicada, me daré por satisfecha. ¿Lo he conseguido?
  


viernes, 6 de diciembre de 2013

Premiada, por segunda vez

¡Y van dos! Estoy en racha, jajajaja. Gracias a Alicia de Dragones en elpaís de los libros, tengo mi segundo premio Liebster Award, y en color azul, que significa que repito.
Cuando empecé con el blog, me parecía imposible que alguien lo leyera (salvo mi familia y amigos, claro) e incluso tuve que pedir ayuda a mis conocidos para que se animaran a hacerse seguidores míos y rellenar así el triste huequecillo que aparecía en el lado derecho de mi blog.
Como ya sabréis, se trata de un premio concedido a los blogs con menos de cien seguidores, para darles a conocer. Hay publicar una entrada para dar las gracias al blog que nos nomina, ¡GRACIAS, Alcia!, seguirlo, si no lo haces ya, contestar sus preguntas, proponer otras nuevas y nominar once blogs nuevos para el premio.
Así que me pongo manos a la obra.
Mis respuestas
1. ¿Por qué decidiste crear un blog?
   Porque necesitaba hacer algo que me llenara, en un mal momento de mi vida.
2. ¿Cuál es el libro que menos te ha gustado en los últimos 3 años?
   Uf, por desgracia han sido unos cuantos, pero el último que recuerdo ha sido el de Susanna Tamaro, Anima mundi, y mira que me gusta esta escritora, pero...
3. ¿Cuál es el libro que más te ha gustado de los que leíste por obligación en el cole o instituto?
   El Quijote, sin dudarlo un minuto.
4. ¿Qué lugar perteneciente a algún libro te gustaría visitar?
   He tenido la suerte de viajar a sitios que pensé que nunca conocería, pero conocer la antigua Samarkanda sería para mí un sueño.
5. ¿A qué personaje de ficción te hubiera gustado conocer?
   A muchos; a Jane Eyre, por ejemplo.
6. ¿Cuando te aficionaste a la lectura?
   No lo recuerdo, era tan pequeña, siempre me recuerdo leyendo.
7. ¿Prefieres manta y libro en días de frío o toalla y libro en la playa/piscina?
   Sí... Jajaja. Prefiero cualquier lugar dónde pueda leer.
8. ¿Has leído algún ebook?
   Sí, tengo uno en casa. Trato de acostumbrarme, pero me cuesta.
9. ¿Cuál es tu película favorita?
   Casablanca, también sin dudarlo.
10. ¿Cuál es tu autor/autora favorito?
   Uf, imposible. Esto si que no lo puedo contestar. Por suerte, tengo varios.
11. ¿Qué cuento infantil prefieres?
   Siempre me han gustado los de los hermanos Grimm, y si eran de princesas mejor. Qué le voy a hacer soy muy romanticona.
Mis nominados
Algunos ya han sido premiados, pero debían estar, otros no están porque ya les nominé o porque superan los cien seguidores y a otros los he buscado entre los que tuvieran menos para que este premio tuviera auténtico sentido: ayudar a otros como me ayudan a mi.
11. Libropoli.
Mis preguntas
Dejadme que las repita, "porfa".
1- ¿Un libro con el que luego hayas soñado?
2- ¿Te has enamorado alguna vez de un personaje, mientras leías el libro?
3- ¿Cómo llevas eso de prestar libros?
4- ¿Hay algún género que no leerías nunca?
5- ¿Te gusta recomendar libros?
6- ¿Te gusta regalar libros?
7- ¿Qué libro te hubiera gustado escribir?
8- ¿Eres de los que se recorren las ferias del libro para ver de cerca a alguno de tus escritores favoritos?
9- ¿En qué momento del día prefieres leer?
10- ¿Tienes un lugar favorito para leer?
11- ¿Te van los e-books?

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Librerías para soñar

Cuando me desperté esta mañana, era muy temprano aún como para empezar a trajinar por la casa. Todavía guardaba el calorcito de las sábanas y era el momento perfecto para sentarme en el sofá, en silencio, con una buena taza de café en la mano, y abrir el ordenador y pasearme por la blogosfera a ver qué encontraba. De vez en cuando suelo ir de aquí para allá por la sección de cultura de los periódicos digitales. Busco todo tipo de noticias y curiosidades, como por ejemplo la multa de 26 millones de dólares que el cineasta chino Zhang Yimou debe pagar por "haber violado la política del hijo único en China" (sí, sí, la frasecita se las trae, pero ya hablaremos más adelante de la corrección gramatical de los periodistas). O la otra, también interesantísima, sobre el escritor George Orwell y un accidente que le pudo costar la vida al zozobrar el bote en el que viajaba, un año antes de terminar su famosa novela 1984, donde la verdadera noticia estaba en la próxima publicación de sus memorias (algo que descubrí llegando ya al final del artículo).
   En eso momento mis ojos se pararon en la palabra "librerías" que estaba acompañada de "curiosas" y entonces "se abrió un rayo de luz entre el enlace de la noticia y yo, y surgió el flechazo...".
   Cuando abrí el artículo del ABC.es, me encontré con las diez librerías más curiosas del mundo, en las que pude entrar gracias a una fotografía de presentación y una breve descripción de lo que es y contiene cada una de ellas. Nada comparable con poder estar en ellas, evidentemente, pero cuando esto es físicamente imposible, una debe conformarse con cerrar los ojos (o abrirlos, todo va en gustos) e imaginarse paseando entre libros, estantes, palcos de teatro, pilares de una catedral, puertas giratorias convertidas en estanterías llenas de libros, etc. Sí, sí, tal y como os lo cuento. ¿No os parece maravilloso? No os perdáis el artículo por favor; cualquiera que adore los libros rayará el suelo con los dientes.
   Así que, mientras terminaba mi taza de café, pensaba qué sensación tendría si pudiera pasearme por las naves de una antigua catedral, iluminada todavía por la luz que traspasa sus vidrieras, buscando libros que, solamente, podrían estar en la sección de historia. O, cómo sería buscar un libro mientras apartaba las hojas de un árbol o subía por una enorme escalera de caracol pensando en tomarme un oporto mientras decido qué libro comprar.
   ¿No os parece un auténtico sueño?

domingo, 1 de diciembre de 2013

Dónde leer hoy. En la cama

Mi cama es grande, confortable, calentita ahora que hace frío, acogedora. Por todo esto, cuando se acercan las doce de la noche y estoy sentada en el sofá viendo la "maravillosa" televisión de la que disfrutamos, y llevo ya un buen rato dando cabezadas, cerrando los ojos y adoptando algunas de las posturas más incómodas de que soy capaz, es cuando oigo "la llamada de la jungla", que no es otra cosa que las sábanas de mi cama abriéndose de par en par y mostrándome el hueco en el que voy a convertirme en un ovillo, a plegar la oreja (que diría un castizo) y a ¿dormir? Pues no.
  En el mismo instante en que mi cabeza se apoya en la almohada, los ojos se abren de par en par por un mecanismo de resorte que funciona de forma instantánea: el roce de la tela manda una serie de impulsos eléctricos a mis ojos que parecen haber olvidado lo que hacían minutos antes en el sofá. Personalmente, creo que es un mágico fenómeno conocido como "hacer la puñeta", ni más ni menos. Sin embargo, ahí es donde yo saco mi mejor arma, perfeccionada a lo largo de siglos de insomnio, y meto la mano debajo de la almohada en donde guardo uno de mis mayores tesoros: un libro. Enciendo la luz de la mesilla, apilo los almohadones y organizo la sábana y el edredón de manera que me tapen bien los hombros y, con suerte, parte de una oreja; abro el libro, lo pongo encima del doblez que he hecho con el otro extremo del edredón, para poder leer mejor, y empiezo el viaje.
   Mientras leo, se oye un silencio absoluto, solo interrumpido a veces por algún sonido que viene del radiador. Después, más silencio. Puede que pase un coche, entonces el silencio es ya cósmico. Es un momento mágico: casi puedo escuchar a los personajes del libro, nada me distrae, paso las páginas, una tras otra, oyendo el ruido del papel, mi respiración. A veces también se oye el ruido del pie que va y viene entre las sábanas, sobre todo si estoy leyendo algo apasionante. Otras veces, me emociono tanto que se me escapa una lagrimita, menos mal que ahí está la almohada para hacerse cargo. Entonces, me arrebujo más y más.
   Después de varias horas (el insomnio decide el tiempo), empiezo a cerrar los ojos, y tengo que empezar a releer desde el principio del párrafo. Tengo mi propia marca personal para decidir cuándo darme por vencida: a la quinta relectura, considero que he perdido. Me doy por vencida, cierro el libro y lo coloco debajo de la almohada. Deshago la torre de almohadones, me vuelvo a arrebujar y cierro los ojos. He sido invadida por una enorme sensación de paz y relajación, hasta el próximo insomnio.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Anoche soñé con Manderley

Así es como empieza esta historia: "Anoche soñé que había vuelto a Manderley". Esta frase ha sido, durante mucho tiempo, una de las frases más famosas de la historia del cine. La película Rebeca, dirigida por Alfred Hitchcock en 1940, fue una de las películas más impactantes del momento y su ama de llaves, uno de los personajes cinematográficos más siniestros. Anoche, yo no soñé con Manderley, pero, después de ver la película, sí soñé muchas veces con Mrs. Danvers.
   Nadie como Hitchcock podía plasmar mejor el misterio, el miedo y la angustia que la protagonista siente desde que pone los pies en Manderley: el misterio que envuelve todo lo relacionado con la anterior señora de Winter, Rebeca, el miedo que le provoca la mirada petrificadora del ama de llaves y la angustia por no estar a la altura de aquella mansión y de la anterior dueña de la casa, a la que todos parecían adorar (tanto en el libro como en la película, no se nos dice el nombre de la protagonista, mientras que el de Rebeca aparece constantemente). Nadie como Hitchcock para hacernos sentir escalofríos ante un balcón que se abre de repente por un golpe de aire, mientras el ama de llaves nos petrifica con la mirada desde el otro extremo de la habitación. Más de una vez sentimos un repelús en la nuca cuando la vemos caminar, toda vestida de negro, por los pasillos de la casa o aparecer de repente tras una puerta. Nadie como Hitchcock para conseguir que Joan Fontaine mantenga una constante cara de angustia e indefensión. Cuenta la leyenda que el director permitió que Vivien Leigh, entonces casada con Laurence Olivier, estuviera permanentemente en los rodajes, haciéndole la vida imposible con sus celos a la actriz protagonista, para conseguir que esta no perdiera ni un momento su cara de pena. Sea como  fuere, sí es cierto que muchos de nosotros sentimos la necesidad de abrazarla, al verla tan desvalida.
   Y es que todo en esta película me resulta perfecto: la magnífica fotografía en blanco y negro, la sublime dirección del rey del suspense, la excelente interpretación de los actores. Me parece una digna representante de una época dorada del cine donde todo parece aparentemente muy sencillo, pero está lleno de elegancia, de clase, de cuidado en los detalles.
   ¿Y el libro? El libro ha estado en los estantes de mi casa desde la noche de los tiempos, manoseado y casi desencuadernado por mi madre de las veces que lo había leído. Sin embargo yo, que vi la película por primera vez siendo todavía adolescente, nunca fui capaz de leer la novela, temiendo no poder deshacerme de la imagen de los protagonistas y temiendo también que me defraudara. Tanto me había gustado este film, que estaba casi segura de que la novela no llegaría a su nivel. 
   Es curiosa la relación entre un libro y su película. Hace muy poco que Lady Aliena escribía sobre esto en su blog Páginas y secretos: "Literatura vs cine", y nos hablaba de la influencia de una sobre el otro y viceversa. Fue entonces cuando decidí enfrentarme a esta novela de una vez por todas, justo después de volver a ver la película, sentada tranquilamente en el sofá de mi casa, armada con papel y lápiz para anotar, lo confieso, todos los fallos que pudiera encontrar.
   Solo puedo decir que, por primera vez en mi vida, las imágenes del cine no me estropearon para nada lo descrito en la novela, porque Hitchcock consiguió ser fiel a las partes más importantes de la historia, a los diálogos más inquietantes, a las escenas más misteriosas. La definición que la autora, Daphne Du Maurier, hace en su novela de algunos de los personajes parece haberla hecho después de conocer a los actores, especialmente el ama de llaves, uno de los personajes que pasarán a la historia del cine, sin ninguna duda. Me pregunto si aquella actriz pudo interpretar algún otro papel después de este. 
   Aunque lógicamente la película no refleja todo lo que pasa en el libro, sí es una de las adaptaciones más fieles que he visto. Sin embargo hay diferencias, pero no os las voy a contar. Estas diferencias son, precisamente, las que hacen que merezca la pena leer la novela. ¿El orden que hay que seguir en este caso? Es lo de menos, estoy segura de que, de cualquier forma,  os atrapará. Y si me equivoco, aquí os espero para que me saquéis de  mi error.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Los muertos no se tocan. Humor negro de película

Yo conocía a Rafael Azcona como guionista de cine, nada más, no sabía nada de su etapa de escritor en la mítica revista La Codorniz, ni de sus novelas de humor en las que dio vida al "repelente niño Vicente", al que tanto nombraba mi abuela cuando se encontraba con algún niño sabiondo y redicho. Así que, cuando me encontré con este libro suyo sobre uno de sus guiones de cine, me dije que ya era hora de cambiar de tercio y leer algo divertido y ligero.
   Como guionista, este escritor fue el responsable de algunas de las mejores películas del cine español, como El pisito o El Verdugo, caracterizadas por su maravilloso humor negro, utilizado para hacer crítica social en un momento en el que no se podía, demostrando mucha inteligencia y habilidad para decir lo que no se podía decir. Así que pensé que esto sería lo que me encontrase en esta pequeña novela de bolsillo. Y así ha sido, efectivamente.
   Aunque escrita a partir del 58 como parte de la trilogía Estrafalario, no se publicó hasta los años noventa, recreando la España de esos años de posguerra, con sus prejuicios, sus obsoletas costumbres sociales y, en este caso, los defectos provincianos de una pequeña ciudad donde las apariencias son siempre más importantes que los hechos. A través del humor, Rafael Azcona nos retrata los defectos y pecados de los personajes de la novela y critica sus prejuicios y su moral hipócrita y puritana.
   Todo empieza con los últimos momentos de vida del ilustre Don Fabián Bígaro Perlé (tela el nombrecito), Jefe de Administración Municipal (lo que hará que su hijo se pase el velatorio pendiente de la posible visita del excelentísimo señor alcalde, que tanto honor les haría a todos), que no se moría ni a la de tres y que tenía a su condolida familia un poco harta ya de tanta indecisión, en lo que pensaban que era, además, una falta de formalidad, ya que les podía estropear la comunión de la niña. Pero Don Fabián consideraba una ordinariez morirse en primavera, cuando todo florece y renace; lo suyo era morirse en otoño o en invierno. A partir de aquí, todo es una cadena de despropósitos desde que, por fin, el bisabuelo nonagenario abandona este mundo y su familia se dispone a organizar el funeral con todos los signos que merece su honaribilísima familia. 

   Desde este momento, vemos desfilar por la casa toda una serie de personajes a cual más esperpéntico, que protagonizan las escenas más surrealistas que podamos imaginar, empezando por don Idelfonso de la Barca, amigo del difunto, que en su silla de ruedas se recorre toda la casa buscando cómo meter mano a la criada y cómo ponerse hasta las cejas de comida durante la noche del velatorio; o el mendigo Menéndez Pelayo, ahí es nada, que aprovecha estas ocasiones para dormir a cubierto y comer algo caliente, fingiendo ser el mendigo preferido del difunto en cuestión; o el industrial de los altos hornos de Bilbao, Don Iñaqui María, que sin olerlo ni catarlo, y sin tener ninguna relación con la familia, se ve prisionero en la casa sin que haya forma de escapar. Y así nos vamos encontrando con toda una serie de despropósitos que, entre risa y risa, nos presenta los defectos de una época, y nos hace un excelente retrato de sus ambientes y personajes que, a veces parecen irreales. Y para muestra un botón:
   "(...) cuando le dije a la señora que el señor me palpaba (...), me denunció a la policía por hurto de ganado.
   --¿Qué ganado?
--   El gato. Se ve que el pobrecillo me había tomado cariño y cuando me vio haciendo la maleta se metió dentro".
   ¿No os parece una escena genial?
   Pero como todo no puede ser perfecto en este mundo, este libro también tiene un pequeño fallo, a mi entender, claro está, y es el abuso de las escenas de sexo, que a veces resultan un poco vulgares y que parecen buscar la risa facilona. Sin embargo, el espíritu de esta novela no es otro que divertirnos y eso lo consigue, al menos en mi caso, al mismo tiempo que aprovecha para hacernos el retrato social de una época. 
   En fin, que si tenéis un ratito entre ida y venida, entre autobús y metro, entre una cosa y otra, y queréis "echaros unas risas", este pequeño libro ligero y ameno puede ser una buena posibilidad. Ya me contaréis.
   Este guion fue llevado al cine en 2011.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Momento musical de CINE

Era una tarde de mucho calor. Había estado esperando en la puerta del cine a que llegaran mis amigas. Estrenaban La Misión, una película llena de buenos actores, de grandes localizaciones, según anunciaba la crítica, y de una banda sonora única. 
   Quedaban apenas cinco minutos para que empezara la película y mis amigas no llegaban. Había que comprar palomitas, es imposible disfrutar de una gran película sin palomitas. No íbamos a tener tiempo, si no aparecían pronto. Empezaba a ponerme muy nerviosa, empezaba a sudar y mucho, paseaba arriba y abajo por la acera sin parar. Nada, que no llegaban y la peli a punto de empezar. Estaba decidida a entrar yo sola; no estaba dispuesta a perderme el principio, el apagado de las luces, los susurros de los que se están sentando, los primeros silencios. Agarré el picaporte de la gran puerta de madera y me dispuse entrar. De repente oí que me llamaban "Marisa, espera". Se oyeron carreras por el  vestíbulo, mis amigas llegaban sofocadas, nerviosas, yendo como flechas a por su entrada. 
   Corre que te corre, el acomodador nos sentó en nuestras butacas, no nos había dado tiempo a comprar las palomitas, yo estaba que echaba chispas por la tardanza, por el calor, las prisas, los sudores.
   De repente, una música mágica lo envolvió todo, era dulce pero llena de fuerza, era grandiosa sin ser abrumadora, era bellísima, maravillosa, perfecta y calmante, muy calmante. Esa melodía mágica tranquilizó mi corazón y mi espíritu. Olvidé por completo el calor, el sudor, el enfado y las palomitas. La magia de Ennio Morricone me llegó al corazón y, desde entonces, no se ha ido. 
   Muchas felicidades a los músicos por su gran día. Muchas felicidades a Isabel por su primer año de bloguera, en Mi isla de la música, que seguro que serán muchos más. Y muchas felicidades por esta genial idea del Momento musical de cine que ha unido dos de mis placeres más queridos. Gracias por todo, miles y miles de veces.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Imperativo. ¡Qué difícil eres!

Es evidente que le lengua es algo vivo que evoluciona continuamente. Si no, hablaríamos como en el poema del Mio Cid. Es evidente que se adaptan vocablos nuevos, se pierden otros que ya no se usan, se inventan otros, etc. También es evidente que la evolución del idioma consiste, la mayoría de las veces, en ese idioma mal hablado. Porque hay influencias exteriores, porque se busca la forma más fácil... Puede ser por miles de razones diferentes. Los expertos filólogos podrían hablarnos durante horas de este tema.
   
   Yo que no soy filóloga, sin embargo, me ha interesado siempre todo lo relacionado con el idioma. He leído mucho, desde niña, y he visto muchos cambios, muchas modas. Siempre me ha llamado la atención cómo nos dejamos arrastrar por las modas, sobre todo por las muletillas: el "superimpresionado ", el "¿Me entiendes?", el "increíble no, lo siguiente", etc. Muletillas que todos usamos de forma inconsciente cuando hablamos.
   Y aquí llega el quid de la cuestión: cuando hablamos. Y es que no es lo mismo hablar que escribir. Es evidente que el lenguaje oral evoluciona mucho más rápido que el escrito, que cambia casi a diario, que se transforma continuamente y vuelve a transformarse. Por eso, debemos cuidar el lenguaje escrito, porque debe mantener la norma mientras se fijan realmente los cambios que se dan en el lenguaje oral. En mi opinión, cuando lo que es una moda se establece permanentemente en el lenguaje diario del hablante, es cuando se debe tener en cuenta su inclusión como norma fija del idioma, mientras tanto, vamos a tratar de escribir lo mejor posible.
   ¿A qué viene esto? Pues porque, últimamente, he visto en varios libros las formas vulgares del imperativo: "animaros", "arrancárselos", "sentaros", etc. Lo he visto tan a menudo en los últimos libros que he leído, y en distintas editoriales, muy respetables todas ellas, que empecé a dudar sobre la norma. Quizás la Real Academia admitía ahora este imperativo, junto con la forma establecida  de "animaos", "arrancádselos", "sentaos"... Así que, ni corta ni perezosa, escribí a los señores de la RAE, que son muy eficientes y responden bastante rápido, y muy amablemente me respondieron que estas formas son incorrectas y que el imperativo sigue manteniendo sus formas habituales. Aquí os reproduzco parte del correo:

  No se considera correcto, en el habla esmerada, el uso del infinitivo en lugar del imperativo para dirigir una orden a una segunda persona del plural, como se hace a menudo en el habla coloquial:
    *¡Venir aquí ahora mismo, granujas!

   Poneros el pijama y dormiros cuanto antes.

     Solo es válido el empleo del infinitivo con valor de imperativo dirigido a una segunda persona del singular o del plural cuando aparece precedido de la preposición a, uso propio de la lengua oral coloquial: ¡Tú, a callar!; Niños, a dormir
Seguramente, esto terminará por desaparecer y adoptaremos la "forma vulgaris" que usamos todos cuando hablamos. Pero, de momento, creo que deberíamos mantener la forma correcta, al menos, cuando escribimos. ¿No os parece?

domingo, 17 de noviembre de 2013

Alice Munro y su visión de las mujeres

Cuando esta escritora obtuvo el Nobel de Literatura me entró curiosidad por conocerla y me puse manos a la obra hasta que conseguí La vida de las mujeres, una "novela" hecha a base de pequeñas historias sobre la vida en un pequeño pueblo de Canadá, después de la segunda guerra mundial.
   Leí muchísimo sobre esta autora y su obra, sobre su prestigio como escritora de relatos, sus múltiples premios anteriores al Nobel y su maestría para describir las relaciones humanas y el interior de las personas. Por eso elegí este libro para empezar, porque se presentaba como un retrato, no solo de la vida ordinaria de un pequeño pueblo, sino también de sus habitantes, especialmente de las mujeres que formaban parte de la vida de Del Jordan, la protagonista y narradora de las historias que componen este libro.
   Mientras leía el primer relato, me parecía que la autora hacía una descripción amable de la vida que llevaban los protagonistas. Incluso me recordaba a mi propia abuela contándome historias de su juventud, de cómo eran la vida y las personas de su entorno. Pero poco a poco ese retrato se va haciendo más real, más crudo, apareciendo pequeños detalles inquietantes, tristes y hasta angustiosos en ocasiones. Y así es como nos describe los distintos aspectos de la vida vistos por los ojos, primero de una niña y luego de una adolescente: el matrimonio, la fe, la amistad, el sexo, el posible  futuro. No tiene ningún pudor a la hora de hablar de estas cosas, ni del sexo, ni de la muerte, ni de la violencia. Es absolutamente directa, a veces hasta un poco desagradable por su franqueza.
   Al principio, la protagonista es una niña que, con su cruel inocencia, nos va describiendo a los otros personajes del libro. A pesar de ser la visión de una niña, distorsionada y totalmente partidista, sabemos perfectamente como es cada uno de estos personajes. Entendemos, por ejemplo, el coraje y la decisión de su madre de no hundirse en la vida rural de Jubilee, el uso de la ironía de sus tías para hacer frente a lo que se salía de sus cánones, el cambio de comportamiento de su mejor amiga para adaptarse a la vida que le ha tocado vivir, etc. 
   Después, esa protagonista se hace adolescente y va madurando por sus propias experiencias y, del mismo modo, cambia su visión de la vida: su amistad con Noemi, su relación con los chicos, con el sexo, su primer amor. Con cada relato, nos presenta un aspecto de su vida y de sus relaciones con los demás, destacando, para mí especialmente, la relación con su madre y también con su amiga, sobre todo por lo naturales y universales que me han parecido.
   Y así es como he conocido a Alice Munro, con estas pequeñas historias ensambladas por la protagonista, con las mujeres que se cruzan en su vida y con los hombres vistos más como instrumentos de sus propias experiencias y parte de sus vivencias personales. Qué curioso que de ese aspecto menudo y frágil de la escritora surjan unos relatos con tanta fuerza, dureza y garra como los que me he encontrado en este libro. No lo dudéis ni un minuto, leed a Alice Munro. No digo que os vaya a entusiasmar al momento, todo es cuestión de gustos, pero estoy completamente segura de que no os dejará indiferentes. Espero vuestra opinión.

viernes, 15 de noviembre de 2013

El bloguero invisible 2013

Hace unos días me encontré, entre los blogs que visito, con la iniciativa El bloguero invisible, una idea que me pareció preciosa porque me recordaba mi más tierna infancia. ¿Os acordáis del amigo invisible? Pues eso mismo.
   Para los que queráis participar, podéis encontrar las bases en el banner que he puesto en el margen derecho. ¡Animaos!

   Yo contribuyo con El arquitecto de Tumbuctú, de Manuel Pimentel, un libro que me sorprendió mucho. Me vi metida en medio de una novela histórica, pero de una forma muy natural, sin grandes descripciones rigurosas para situarnos y ambientarnos, sino con pequeños detalles que nos van contando los personajes, el más importante Es Saheli, todo un intelectual del momento: poeta y arquitecto. Este granadino que tuvo que abandonar su tierra, se convierte en uno de los arquitectos más importantes del mundo árabe y, mientras se recupera de sus heridas (tras sufrir un complot) decide escribir sus memorias y así, nos va contando todo lo que ha vivido, viajado y conocido, desde El Cairo, pasando por Bagdag, La Meca, etc, hasta llegar a Tumbuctú, en dónde verá culminada su obra. Es un libro muy entretenido, duro y cruel a veces en algunas de sus descripciones, pero desde luego emocionante. Para mí, fue uno de esos libros que sabes que no pasarán a la historia de la literatura universal, pero que no puedes dejar de leer porque estás deseando saber cómo va a salir adelante Es Saheli y cual será el próximo lugar que visite. 
   Nos vemos en El bloguero invisible 2013. Abrazos.
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