Este Todos los veranos del mundo no ha sido una excepción. Mónica tiene una habilidad especial para crear ambientes en los que siempre querrías estar, y no solo los crea, sino que además te coge de la mano y te mete en ellos. Y lo hace manejando muy bien el lenguaje, con bonitas metáforas pero alejado del almíbar, que es algo que agradezco sinceramente.
Seguramente la mayoría de vosotros conoce ya el argumento de la novela, así que no me detengo en eso, pero sí me gustaría hacerlo en los guiños propios de sus libros, como los nombres que da a los lugares especiales, por ejemplo. Ahí está La biblioteca voladora. ¿Imagináis uno mejor? Quién iba a negarse a entrar en un sitio así:
"La tienda de Strenge me llena de paz; como un refugio de madera y libros, un oasis protector tan alejado de la ciudad que ya apenas recuerdo su ruido infernal".
Otros de sus "amuletos" son el té, los personajes entrañables (que suelen ser viejecitos despistados al más puro estilo Einstein), las chimeneas o sus referencias musicales, cinematográficas o literarias, que siempre me sacan una media sonrisilla; coincido tanto con la mayoría de ellas.
Me ha gustado veranear con Mónica porque no me ha llevado solo a un simple pueblo sencillo y tranquilo, me ha llevado al Paraíso, a un auténtico Brigadoon. Los sitios que describe son mágicos, algunos personajes son de cuento (pero si el librero hasta parece un duendecillo). Desempolva vivencias de otras épocas, recuerdos que algunos tenemos todavía con nosotros a pesar de los años, donde los veranos eran eternos y los niños jugábamos siempre en la calle, yendo primero de casa en casa para buscarnos unos a otros, escapándonos en cuanto nuestras madres levantaban el toque de queda de la siesta, aunque el sol derritiese aún el asfalto, y volviendo a casa justo en el momento en que empezaban a cantar los grillos o cuando nos llamaban para cenar.
Mónica ama el lugar que describe, es evidente, y eso es lo que ha dada color a toda la historia. Hay personajes y situaciones tan bucólicos que si los encontrase fuera de este libro, seguramente me resultarían irreales: ¿pasar todo el día a cargo de un rebaño de ovejas y, sin embargo, ser un pastor de los más interesante? Ni hablar.
Sin embargo, para ser honesta, sobre todo con la autora, y por el gran respeto que siento por ella, en algunos momentos me parecía que bajaba la guardia y se dejaba llevar en algunas escenas por situaciones algo sentimentales y muchas veces vistas. Pero no me importó, porque ya estaba rendida a su historia y solo quería acompañar a los protagonistas, ¿quién no se dejaría arrastrar por este lugar, por estos personajes, por esta historia?; es muy difícil nadar contra la marea.
El resto... El resto es puro placer. Te atrapa, hace que quieras más, te sujeta fuerte para que ni siquiera desees levantar la vista y ver dónde estás, aunque ese sitio te guste, porque siempre te gustará más al que ella te lleva. Y es que me parece verla en ese lugar, en su propia infancia, en sus propios veranos. Y me arranca una sonrisa con sus toques de humor, y me obliga a buscar los libros que menciona y disfruto con esos pequeños placeres que a veces olvido:
"... el mejor trago de una cerveza bien fría en verano es justo ese, el primero, sin vaso".
Imposible terminar de mejor forma.