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domingo, 22 de septiembre de 2019

Os presento a Patricia Brent

Es algo que debía al blog desde hace tiempo. Una lectura que fue capaz de despertarme y espabilarme merecía mi dedicación y mi esfuerzo. 
   Patricia Brent, aquí unos amigos; amigos, aquí Patricia Brent, solterona. Ella está bastante harta de que solo sea esto lo que ven en ella, de que la miren con pena, tan cerquita como está de la treintena y sin casar. Es verdad que ella valora su libertad más que nada y que el hecho de no tener que vivir con su tía (esta sí, una solterona recalcitrante y machacona) hace que soporte el vivir en una pensión donde comparte comidas y cenas con unos pobres diablos que conocieron tiempos mejores, y el trabajar como secretaria de un bienintencionado diputado pero poco listo, manipulado por su mujer.
   Es una chica encantadora, inteligente, cariñosa con quien se lo merece, paciente si hace falta y que pasa de los cotillas como de comer barro. Pero todo tiene un límite, y Patricia se ha visto obligada a cruzarlo, ¿o no? Eso ya tendréis que descubrirlo vosotros. 
   El caso es que se mete en un lío de padre y muy señor mío por intentar dar en los morros a los cuatro cotillas oficiales, empeñados en hurgar en las intimidades de Patricia.   
 
 Y aquí es donde Herbert George Jenkis aprovecha para hacernos un retrato de lo que se cocía en la Inglaterra de 1918 y del papel que debía representar la mujer, le gustase o no. Bien es verdad que, alguna que otra vez, se le escapa su punto de vista masculino y de principios del XX, pero al fin y al cabo es lo que le toca teniendo en cuenta cuando escriabe; no quiero ser yo parte de esa nueva ola justiciera que arrasa con la literatura de cualquier época si no muestra nuestros valores actuales.
   Para las damas y caballeros de aquellos años, esta novela podría ser perfectamente una buena reprimenda; con un final feliz para sus gustos, por supuesto, pero una lección sobre las injusticias por las que tenía que pasar una mujer que quisiera vivir de otra forma diferente a lo estipulado, y sobre las miserias personales que llevan a algunos a dedicarse a juzgar la vida de los demás.
   Como todas estas novelas costumbristas, está llena de pequeñas instantáneas sobre estatus sociales, tejemanejes políticos, falsas apariencias y rígidas normas, además de prejuicios venidos de todos los lados. 
    Bien escrita, elegante, con un buen ritmo y con la maravillosa edición de la editorial Dépoca, era muy difícil que Patricia y yo no nos hiciéramos amigas; muy difícil. Seguro que a vosotros os pasa lo mismo.
   ¡Ah! Me olvidaba. No podía faltar ese humor tan British, lleno de ironía, que acompaña a las reflexiones de la protagonista y que esconde detrás esa dura crítica social de la época.

domingo, 11 de agosto de 2019

Antes de tiempo

Es la primera vez que me pasa que tengo unas ganas locas de contar lo que pienso sobre un libro antes de haber terminado de leerlo, y en un momento en el que soy incapaz de transmitir lo que siento cuando leo. Llevo tanto tiempo sin escribir en el blog que ha empezado a convertírseme en extraño. Cada intento que hacía por contar la última lectura era todo un reto, y no porque no sintiera nada al leer, sino por incapacidad. Y de repente, Herbert George Jenkis y su Patricia Brent, solterona me desatan esas ganas. Y aquí estoy.
   No sé todavía cómo será el final, pero estoy casi segura de que no me defraudará. Su sentido del humor, irónico y absolutamente flemático me tiene encandilada. Su habilidad para retratar los "pecados" sociales de principios del siglo XX me parecen magistrales. La facilidad con la que teje una trama de enredo que mezcla todo tipo de personajes interesantes creo que es admirable. Y todo esto desde el punto de vista de un hombre, consciente de la situación social de la mujer de su época, que, sin embargo, no puede evitar que se le escape algún pensamiento "pelín" machista si lo juzgamos desde nuestra perspectiva, pero que es absolutamente lógico y coherente con el momento en el que vive. Esto es algo que muchos deberían tener en cuenta a la hora de "crucificar" una novela escrita en otro siglo.

   Por eso estoy disfrutando tanto de este libro, porque es real y porque me enseña, de primera mano, todo lo que tenía que soportar una mujer que quisiera ser independiente y dueña de su propia vida. Y me lo enseña desde la perspectiva masculina y de una forma tan divertida, sin dramas, sin histerias, pero a la vez en toda su injusticia, sin dejarse nada en el tintero. Además, inconscientemente por supuesto, H. G. Jenkins se retrata a sí mismo a través de sus valoraciones y la descripción de los personajes. ¡Y qué personajes! No sabéis cuánto estoy disfrutando con ellos.
   En la pensión donde vive Patricia, la protagonista, están las auténticas "solteronas de nacimiento", como diría Gila, que estaban decididas a ser las defensoras y protectoras de su "estirpe"; los caballeros venidos a menos cuyo consuelo es tirarle los tejos a jóvenes como Patricia y alardear de antiguas "glorias" y hazañas; o las viudas respetables que se autoproclaman veladoras de la moral de la comunidad. Es todo un abanico de prototipos de aquella sociedad bastante hipócrita y fingida, que vivía de aparentar y del qué dirán. ¡Bueno!, algo que también existe ahora, solo que lo llamamos "postureo", pero no deja de ser hipocresía.
   En fin, que Patricia me tiene en vilo por ver la forma en que conseguirá salir del embrollo en el que se ha metido. Por cómo marchan las cosas, puedo imaginármelo, pero en realidad eso no es lo importante, lo importante es ver con qué frases ingeniosas, con qué toques de humor lo va a resolver el autor; lo que de verdad quiero es seguir enganchada a esta delicia de "manera de contar" tan elegante, divertida y sencilla de H.G. Jenkis.

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