Era viernes por la tarde y estaba invitada a una exposición en la Casa árabe de Madrid. Nuestra "profe" de francés y sus compañeras de departamento habían organizado esta escapadita para nosotros, sus alumnos, con la idea de que conociéramos a André Elbaz, un importante pintor marroquí, y pudiéramos hablar sobre él y su pintura, en francés, bien sûr. La tarde era lluviosa "de bemoles" y tenía un color grisáceo plomizo que amenazaba con pasarnos por agua el paseito que va desde la Biblioteca Nacional hasta la Casa árabe, frente al Retiro. Y así fue, se cumplió la amenaza y cayó una considerable manta de agua que me dejó los pies fríos y la nariz roja, como es normal en mí.
En la puerta del edificio, una de las profesoras en petit comité nos puso al día sobre el edificio que albergaba la exposición, su historia y su actividad actual y después de pasar por el consabido detector de metales (curiosamente desactivado) pasamos a todo un mundo de luz mediterránea que nos esperaba como contraste al día gris que habíamos dejado en la puerta. El sol, la luz y el color del Mediterráneo se colgaba de las paredes en un puñado de cuadros donde la línea del dibujo parecía trazada con escuadra y cartabón. La nostalgia de un hombre que había abandonado su ciudad natal para conocer mundo, que había vivido en Francia y en Canadá, se plasmaba en esos cuadros grandes y luminosos, llenos de formas geométricas, de amaneceres y atardeceres en Fez, en Esauira o en El Jaudida.
Se habló de la influencia cubista de Picasso, de los colores de Cezane, de la originalidad de las formas y estructura de las composiciones, y de la técnica del papel japonés encolado sobre lienzo (tout en français, s'il vous plaît), pero hablamos poco de la luz, de esa luz que solo existe en el Mediterráneo, de esa luz que, al mediodía, deslumbra hasta casi cegarnos, de una luz que yo había visto, no hacía mucho, en los cuadros de Sorolla. Pero... ¿me atrevería a hablar de Sorolla en esa petite réunion, dónde algunos parecían saber tanto? Hacía demasiado tiempo de mis estudios de arte en la facultad y me hacía falta mucho más francés para que yo me lanzara a defender mi teoría, así que todo se quedó entre ma tête et ma langue.
Cuando volvía a casa en el tren, pensaba en el libro que podía relacionar con esta exposición y solo se me ocurría uno: Cartas marruecas, de José Cadalso. Un libro epistolar que revela la visión de España de un joven marroquí, parte del séquito del embajador de Marruecos. Un libro que leí hace muchííísimos años pero que recordaba con cariño por la persona que me lo recomendó y por el estilo nuevo que me mostró. Me parecía un buen contraste: la nostálgica visión de su tierra de un marroquí emigrante y la crítica visión sobre España de un marroquí visitante.
Se habló de la influencia cubista de Picasso, de los colores de Cezane, de la originalidad de las formas y estructura de las composiciones, y de la técnica del papel japonés encolado sobre lienzo (tout en français, s'il vous plaît), pero hablamos poco de la luz, de esa luz que solo existe en el Mediterráneo, de esa luz que, al mediodía, deslumbra hasta casi cegarnos, de una luz que yo había visto, no hacía mucho, en los cuadros de Sorolla. Pero... ¿me atrevería a hablar de Sorolla en esa petite réunion, dónde algunos parecían saber tanto? Hacía demasiado tiempo de mis estudios de arte en la facultad y me hacía falta mucho más francés para que yo me lanzara a defender mi teoría, así que todo se quedó entre ma tête et ma langue.
Cuando volvía a casa en el tren, pensaba en el libro que podía relacionar con esta exposición y solo se me ocurría uno: Cartas marruecas, de José Cadalso. Un libro epistolar que revela la visión de España de un joven marroquí, parte del séquito del embajador de Marruecos. Un libro que leí hace muchííísimos años pero que recordaba con cariño por la persona que me lo recomendó y por el estilo nuevo que me mostró. Me parecía un buen contraste: la nostálgica visión de su tierra de un marroquí emigrante y la crítica visión sobre España de un marroquí visitante.
Aquí os dejo dos propuestas: una lectura, al alcance de todos, y una exposición, de momento, al alcance de los que se pasen por Madrid. Abrazos.