domingo, 31 de diciembre de 2017

Toca retirada

Dicen que es inútil luchar contra los elementos y que una retirada a tiempo es una victoria. Pues bien, quiero ver si esto es verdad.
   Hace ya bastante tiempo que estoy perdiendo batallas y, como no estoy dispuesta a perder la guerra, mejor toco retirada y me dedico a estudiar nuevas estrategias de ataque. De nada me sirve intentar vencer al reloj; caigo sobre la lona en cada combate, y cada vez me levanto más cansada y con menos fuerza. Veo como todo avanza a mi alrededor, como cambia, se acomoda, se transforma o se mimetiza con las circunstancias, sin que yo consiga encontrar mi hueco. Mis visitas a otros rincones blogueros cada vez son menos, y no os digo ya al mío propio. El polvo y el tiempo se acumulan sobre las lecturas y sobre las entradas empezadas y nunca acabadas. Ya no paseo por otros blogs a ver que han vivido mis colegas en sus últimas lecturas, ni tampoco tecleo lo que he vivido yo.
   Por eso, en un día en que cerramos el año y lo analizamos, es el mejor momento para dar un paso atrás y mirar las cosas con perspectiva. Hace falta algo de tiempo para tomar aire, examinar las posibilidades y organizar el ataque. Quizás sea suficiente una tregua o quizás no.
   En cualquier caso, voy a estudiar muy bien este rincón en el que os recibo, porque lo veo apagado, abandonado y un poco polvoriento. Puede que solo necesite una mano de pintura, con un nuevo color, nueva decoración y cambiar de sito los muebles; o puede que tenga que tirarlo todo y empezar de nuevo. Sea lo que sea, llevará su tiempo y hará falta una nueva estrategia y nuevas ideas.
   Sin embargo, no pienso quedarme sola el tiempo que esto dure; pienso hacerme acompañar por nuevos libros y también seguir visitando vuestros rincones. Y aunque no pueda ir a veros tan a menudo como quisiera, no me veáis como a una extraña, sino como a esa amiga con la que nos encontramos de vez en cuando, pero que parece que nos vimos ayer. Hasta pronto.


domingo, 26 de noviembre de 2017

Flores y misterio

Desde hace un tiempo, me resulta cada vez más difícil escribir sobre los los libros que leo. Cuando me planto ante la página en blanco para contaros mi experiencia con la última lectura, mis dedos son incapaces de trasladar lo que todavía tengo en mi mente, y en mi espíritu. Yo lo achacaba a la falta de tiempo, a las prisas, a las miles de cosas que se agolpan siempre en mi cabeza esperando su turno para coger protagonismo. Pero justo ayer, leí la entrada de mi admirada Ángeles, en su blog Juguetes del viento, sobre los problemas de algunas personas para leer o para encontrar lecturas que les apasionen. Con su permiso, os pongo aquí el enlace para que lo leáis; no tiene desperdicio: Yo leo, ¿tú lees?
   Pues bien, me empecé a plantear que ese podría ser mi problema. Últimamente, "engullía" lecturas de tal forma que casi no las procesaba. Las disfrutaba, me gustaban más o menos, pero me entretenían. Todas me acompañaban mis momentos perdidos, pero ninguna me marcaba tanto como para poder hablaros de ella sin esfuerzo. También podía tener que ver con algo tan sencillo como mi poca capacidad de expresión. Pero, hasta ahora, y con riesgo de pecar de inmodestia, no se me había dado tan mal.
   Eran varios ya los libros que se iban quedando en el tintero porque era incapaz de transmitiros mis impresiones, y justo eso era lo que me estaba pasando con el recién terminado Herbarium. Las flores de GideonPara ser sincera, los motivos por los que me decidí a leerlo fueron un pelín superficiales: su portada y la mención de Jane Eyre como parte de su argumento. Sin embargo, he disfrutado de su lectura y, en general, creo que está bien escrita y con buenos elementos para enganchar al lector. ¿Por qué, entonces, soy incapaz de escribir sobre ella? 

   Cada vez que he tratado de desgranar la historia, de contaros cómo estaba narrada, de hablaros de los personajes, etc., he borrado más de lo que he escrito. De hecho, esta es la tercera vez que empiezo esta entrada. ¿Por qué? El argumento es entretenido: hay misterio, romance, dos líneas temporales bien compaginadas. Los hechos están bien enlazados, la tensión y el suspense bien conseguidos, el lenguaje utilizado es correcto y los personajes, en general, bien armados. Si esto lo tenía claro, ¿dónde estaba el problema? Era evidente, en mí.
   Cada vez que empezaba a escribir me enredaba y se me amontaban los datos. Si trataba de contaros el argumento, espachurraba la trama; si intentaba hablaros de los personajes, los presentaba demasiado planos (no es que fueran muy profundos, pero lo suficiente para ser creíbles); si probaba suerte con la forma de narrar la historia, tan solo era capaz de plasmar la extrañeza que me había causado que los dos protagonistas narraran los hechos siempre en presente, como si les estuviéramos leyendo el pensamiento.
   He repasado varias veces las notas que tomé mientras la leía, pero solo soy capaz de hacer un listado con ellas: la asombrosa madurez de Sara, la protagonista, con tan solo 23 añitos, y una vida tan intensa como una mujer de 40; los textos en cursiva, contados por un narrador omnisciente, sobre la vida de Gideon y Sara, y que de repente desaparecen a mitad de la novela; algunas escenas y reacciones que me han parecido muy manidas; algunos momentos de tensión bien conseguidos; un giro erótico hacía el final que no me cuadraba con el tono del resto de la novela, pero que daba una "nota de color"; y así sucesivamente. Retazos sueltos que he sido incapaz de hilvanar. 
   Quiero pensar que se debe a esta racha de lecturas, correctas pero poco profundas, con las que me he encontrado últimamente, al menos para mí, claro está. Así que os pido disculpas si, lo más seguro, es que no podáis tener una idea clara sobre qué va este libro, y mucho menos, de sus virtudes o defectos, aunque fuesen totalmente subjetivos. Además, no me parece justo para su autora, ya que no os doy unos argumentos serios sobre mis impresiones. Por eso, os dejo a continuación la síntesis de la novela, para que tengáis una referencia mínima, y espero hacerlo mejor la próxima vez. 
Herbarium. Las flores de Gideon.Un oscuro secreto familiar hizo que Sarah se marchara de Oxford a los dieciocho años. En su huída a Brasil dejó atrás una vida. Pero cinco años después, tras la muerte de su padre, se ve obligada a regresar. Quiere ver a su abuela Sylvia, la mujer que la crió de niña y que ahora sufre Alzheimer.Sarah cree que estará solo unos días, pero cuando va a la Universidad donde su padre era profesor de química descubre que él se ha pasado los últimos años estudiando a Jane Eyre y buscando los dibujos de unas misteriosas flores, las flores de Gideon.¿Quién es Gideon? ¿Qué significan esas ilustraciones? ¿Qué tiene que ver Jane Eyre en todo esto? Aunque su abuela parece conocer las repuestas, no puede ayudarla. Lo más paradójico es que el único que puede hacerlo es Liam Soto, profesor estrella de la Universidad de Oxford, el mayor experto en Jane Eyre de Inglaterra y él ni quiere ni puede estar cerca de Sarah. A través de las flores de Gideon, Sarah descubrirá el pasado de su abuela y una gran historia de amor que tal vez la ayude a recuperar su vida y le dé las fuerzas necesarias para desenterrar lo que de verdad se esconde en su corazón.


domingo, 19 de noviembre de 2017

Banderas negras

... Y una verde para conseguir vuestra atención. Porque vuelvo de nuevo con una propuesta de las que llegan a mi correo.
   Hace días, Juan Pedro Delgado Espada me escribía para hablarme de su reciente libro Banderas negras, una nueva aventura de Peter Scott, el protagonista de su anterior novela  El último pirata. 
   Se trata de una novela juvenil escrita para los lectores de 10 años, y como yo tengo muy cerca lectores que rondan esa edad, algunos auténticos bucaneros con los que hay que batirse sable en mano más de una vez, seguí leyendo su correo para descubrir lo que podía encontrar si surcaba esos mares. Y esto es lo que me ofrecía:
  
"Año 1718. Mar Caribe. Peter Scott, alférez de su majestad británica, navega en el barco de cuarenta cañones King George, al mando del capitán William Van Wilson. Tienen como misión capturar a todos los navíos de bandera negra que encuentren en su camino.
  Esta historia comienza cuando están a punto de atacar por sorpresa a un temible y sanguinario pirata llamado Hans el Loco, que con dos balandras y más de cincuenta piratas se ocultan en una discreta ensenada. El problema es que el plan de ataque se tuerce. Y lo que es peor, un agente del malvado Calavera Negra se encuentra entre los soldados y busca traicionarlos a todos".

   ¿Y quién es el escritor que ha dado vida a este valiente marino? El sevillano Juan Pedro Delgado Espada. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Sevilla, ejerce como periodista realizando labores de consultoría de comunicación y edición de publicaciones. Además es cofundador y editor de una interesantísima revista de crítica de cine y TV, llamada Fila Siete. Y mientras hace todo esto, escribe novelas juveniles: "Halcón Negro" (2014) y "El último pirata" (2015).

   Después de leer esto, es muy posible que mi bucanero particular se suba a ese barco de cuarenta cañones, y se lleve con él a dos pequeñas princesas que, como todas las princesas modernas, siempre están dispuestas a luchar contra cualquier villano y a repartir mamporros si hace falta. Menos mal, que cuentan con la protección de un sesudo capitán de casi 11 años ya de experiencia.


Aquí os dejo los datos técnicos:
BANDERAS NEGRAS
Autor: Juan Pedro Delgado Espada
Editorial: Ediciones Palabra S.A.
Colección: Astor Junio
ISBN: 978-84-9061-643-7
224 páginas. Encuadernación rústica.
Formato: 21x14 cm.
Precio: 10,50€
Y si lo preferís, también podéis conseguirlo en Amazon.


martes, 14 de noviembre de 2017

Peticiones

En una escapa rápida entre semana, me paso por aquí para no perder la oportunidad de presentaros la último libro de Alonso Barán, El arte de morir dos veces, publicado por Penguin Random House.
Es muy posible que muchos de vosotros ya conozcáis al autor, pero siempre está bien refrescar la memoria y, de paso, presentárselo a quienes oyen hablar de él por primera vez.
El autor
Alonso Barán nació en Madrid en enero de 1978. Es escritor, filósofo y guionista. 
Además de graduarse en filosofía por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, tiene un máster en guion de cine y televisión, y un máster en comunicación y política.
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en medios de comunicación y es autor de un guion para largometraje y varias novelas. Además de El arte de morir dos veces, tiene publicados un ensayo de filosofía política (Librepensamiento. Cómo no dejarse engañar) y un thriller psicológico (El azar no se llora), ambas obras tuvieron gran aceptación entre el público debido a su originalidad y dinamismo.

Y ahora, vayamos al grano, en este caso, al motivo de esta entrada:
La novela
Alex es una persona normal y corriente, alguien ahogado por las deudas a quien surge la oportunidad de cambiar su problemática existencia. Para aprovecharla sólo tiene que robar una gran suma de dinero, fingir su muerte y escapar a México.  
Lo que no imagina es que al tomar las riendas de su destino pondrá tras a él a toda la policía de los Estados Unidos y a su némesis, Solomon Schwarz, un ex militar traumatizado por la guerra de Irak quien sale de inmediato tras su rastro dejando un reguero de sangre a su paso y que no se detendrá hasta atraparlo.
Durante su huida, Alex conocerá a extraños personajes de la América profunda cuyas aviesas intenciones convertirán su viaje en una asfixiante carrera por la supervivencia. 
Al mismo tiempo, a Moses y Becky Mitchell, marido y mujer y policías, el robo les obligará a emprender una persecución que los llevará, como a Alex y Schwartz, a atravesar carreteras, poblados y pantanos y enfrentarse a las más diversas situaciones (desde tornados hasta caníbales) y a una larga lista de personajes variopintos con los que entrarán en contacto durante su aventura.

Buscando una forma de definir la novela, me he topado con las siguientes reflexiones:
El arte de morir dos veces es un thriller existencialista, minucioso en su forma de elaborar la intriga, grandioso en los escenarios y en la acción, y que aporta al lector una perspectiva reveladora sobre el tránsito por la vida.
El arte de morir dos veces continúa la línea que caracteriza el estilo narrativo del autor: adrenalina literaria que te será imposible dejar de leer.
Y después de esto, nada mejor que terminar con el booktrailer para tener otra visión más de esta obra: 

Para terminar, os incluyo también la ficha técnica; nunca se sabe qué datos os pueden interesar.
Ficha técnica
Título: El arte de morir dos veces
Autor: Alonso Barán
Sello: B DE BOOKS (grupo editorial PENGUIN RANDOM HOUSE)
Género: Thriller, Neo Western, Neo Noir, 
Temática: Suspense, Misterio, Existencialismo.
Número de páginas: 688.
Ebook: precio con IVA: 3,99 €
Papel (tapa blanda): precio con IVA: 17 €

Podéis comprarlo:
En papel:
Disponible en las principales librerías y grandes superficies. 
Casa del libro: https://goo.gl/oYE6oa
En digital: 
Descarga Kindle
Descarga Ebook (Casa del libro)

domingo, 5 de noviembre de 2017

Difícil elección

Me levanté con cuidado para no despertar al pequeño visitante que se había quedado a dormir en mi casa esa noche. Por suerte, el pequeño guerrero "legendario" había tardado en dormirse un pestañear de mis cansados ojos, después de que los dos hubiéramos acompañado a Percy Jackson a recuperar el vellocino de oro que salvaría el campamento de "los mestizos", hijos de dioses y humanos. 
Por algún que otro sobresalto nocturno, imaginé que el "piratilla" había estado luchando en sueños y necesitaría unas horas más de descanso. Así que, en el silencio de la casa, me preparé un tentempié para resistir hasta el desayuno que nos habíamos prometido los dos esa mañana. Entre sorbo y sorbo de café iba terminando el libro que tenía entre manos, con más pena que gloria todo sea dicho, al mismo tiempo que mi memoria hacía un repaso de las posibilidades que tenía para sustituirlo. Pero llegué al final, del café y del libro, y no había conseguido encontrarle sustituto.
Mientras yo buscaba y rebuscaba, mi superhéroe particular se desperezaba y espabilaba recordando las hazañas más emocionantes de su admirado Percy, y tras varios tiras y aflojas, conseguimos los dos estar listos para salir en busca del desayuno dominical, para mí, uno de los mayores placeres de la semana. Compartimos uno especialmente rico.
Cuando llegó el momento de devolver el "duendecillo" a sus legítimos dueños, la falta de compañía y de lectura me empujaron a dar un paseo, aprovechando que la lluvia parecía haberse cansado ya y que el sol estaba en su mejor momento. No hay nada como el aire fresco, el sol en la cara y el ruido del río para poner en marcha los engranajes de la memoria y hacer balance de los títulos que tenía esperando turno. El primero era El niño pájaro, de Juan Manuel Peñate Rodríguez, un libro de relatos entre el suspense, la fantasía y el terror. De él había leído buenas críticas en varios blogs, pero me parecía más adecuado para la lluvia que acababa de marcharse, más propio de una luz grisácea que de un sol luminoso y un cielo azul metálico. Así que pasé a la segunda posibilidad, Azul Vermer, de Mar Melle.
El color del título parecía encajar mejor con lo que me encontraba en el largo paseo. Recordaba las buenas sensaciones que había dejado en más de una compañera bloguera; su buena narrativa, el protagonismo de la pintura, la labor de documentación... Sin embargo, según avanzaba, el azul del cielo quedaba escondido entre miles de tonos amarillos, ocres y marrones. Algo me decía que tampoco era el turno de este libro y que debía seguir indagando en la biblioteca mental. 
Como mi memoria es fotográfica, recordé la portada del libro que se "acumulaba" en la tablet tras este Azul Vermer; era Herbarium. Las flores de Gideon, de Anna Casanovas, que me había llamado la atención por tener como centro de la trama la novela de Charlote Brontë, Jane Eyre. Una portada que prometía misterio y romanticismo y un argumento que contaba con estancias en Oxford, personajes interesantes y viajes al pasado empezaban a situarla como favorita. Además, combinaba bien con esa mezcla de colores y rayos de sol con los que me tropezaba a cada paso.
Sin embargo, no podía olvidarme de las nuevas adquisiciones en papel que acababan de aterrizar sobre la mesa del salón. Una era La tormenta de cristal, de Morgan Rhodes. Venía de Círculo de Lectores, de una de esas revisiones rápidas y urgentes que siempre me toca hacer cuando se me echa el tiempo encima. Lo había elegido porque era de género fantástico y, en aquel momento, el cuerpo me pedía fantasía e imaginación. Esperaría a volver a casa para leer de nuevo la contraportada y decidir sus posibilidades.
La otra adquisición me la traje bajo el brazo después de visitar la Feria de editoriales y librerías de Madrid, que termina justo este fin de semana y que alegraba todavía más la Plaza Mayor. Santiago Posteguillo y Las legiones malditas se habían pegado a mí desde que entré por el Arco de Cuchilleros y me di de narices con la caseta que lo exponía. Bueno, en realidad tuve que sortear primero a algún que otro turista despistado, empeñado en hacer de fotos de la Casa de la Panadería desde el peor ángulo de toda la plaza. Pero nada se puede interponer entre Posteguillo y yo, y menos si me ofrece como protagonista a Publio Corneclio Escipión el Africano. 
Llegaba el final del paseo y el momento de volver, y al llegar a casa, tendría que elegir cuál me acompañaría en mis viajes ferroviarios. Las aventuras vividas con mi pequeño héroe la tarde anterior me animaban a elegir La tormenta de cristal, pero los reflejos y colores que todavía me saltaban en los ojos me empujaban a decidirme por Herbarium. Aún me quedaban unos diez minutos antes de llegar al portal, diez minutos para hacer las últimas cábalas que me ayudaran a decidir mi próxima lectura.

domingo, 22 de octubre de 2017

Un lugar a donde ir

Allí estaba yo, pasando las hojas de aquel catálogo de libros para hacer la petición mensual correspondiente, sin demasiado entusiasmo pero con demasiada urgencia, porque se acababa el plazo. Ya desesperada, mirando más que viendo, frené en seco al ver su nombre y, de nuevo, María Oruña me convenció de que recorriera paisajes con ella y conociera lo que se esconde en lo más profundo de algunos seres humanos. Y así fue como empecé a leer Un lugar a donde ir, segura de que disfrutaría con este libro tanto como con el anterior, Puerto escondido.
   Son los protagonistas de la anterior novela quienes, de nuevo, tienen que enfrentarse a un increíble misterio en la localidad de Suances. Cuando ya todos pensaban que habían vuelto a la normalidad tras los asesinatos que lo pusieron todo patas arriba hacía ya unos cuantos meses, el cadáver de una joven que parece haber viajado en el tiempo aparece en La Mota de Trespalacios, una particular construcción medieval. Todo lo que lo rodea vuelve a alterar la comisaría donde trabaja la teniente Redondo, al igual que los asesinatos que le siguen y que traerán de cabeza a nuestros protagonistas. Mientras estos investigan los entresijos de estos crímenes, Oliver Gordon se enfrenta a su propio misterio, la desaparición de su hermano Guillermo.
   Me frotaba las manos con esta nueva historia, sobre todo, porque esperaba que detrás de ese argumento hubiera mucho más, como en su anterior novela. Porque deseaba encontrarme con esos personajes tan completos, daba igual su escala de protagonismo, cada uno con su propio pasado, sus propias cicatrices, dándoles así realismo y profundidad. También, con esa forma de escribir tan fluida que hace la lectura tan fácil, con diálogos ingeniosos y un lenguaje que encaja muy bien con cada personaje. Y por último, con esa perfecta combinación de saltos en el tiempo que, a la vez que explican hechos del presente, aumentan el misterio y la intriga. Todo esto, sin olvidar la increíble labor de investigación que se refleja en los detalles y datos de las distintas disciplinas que se mezclan en la trama y que van completando el rompecabezas. 

   Y en medio de todo esto, el paisaje. Un paisaje tan protagonista como los personajes de la novela, que parece entrelazado con la historia como si esta no hubiera podido transcurrir en otro lugar, y que yo misma había tenido la suerte de recorrer no hacía mucho. Reconocía lugares y recordaba rincones, pero no era solo esto lo que me me hacía caminar de nuevo por allí, era también la habilidad de María Oruña para crear una fotografía del entorno donde pasa todo. 
   Según iba leyendo me iba encontrando con referencias a la anterior novela, pequeños guiños a personas y hechos que habían cambiado la vida de los protagonistas; suficientes para que los que habíamos leído Puerto escondido supiéramos cómo habían evolucionado algunos acontecimientos, pero no tantos como para que los recién llegados se perdieran y necesitasen leerla para saber de qué se hablaba. Aunque, sinceramente, no creo que puedan resistir mucho tiempo sin salir corriendo a por ella.
   Y así es como, otra vez, esta escritora ha vuelto a sorprenderme, a hacerme disfrutar y a que cerrase el libro con satisfacción, esperando ya su próxima obra.

domingo, 15 de octubre de 2017

Deprisa, deprisa

Hoy mismo se acaba el plazo para conseguir, totalmente gratis, el libro de Gonçalo J. Nunes Dias, El buen dictador: El nacimiento del Imperio, que se acaba de traducir ahora al español. Para ello, solamente tenéis que entrar en Amazón y "comprar en un clic". Fácil. Aquí os dejo el enlace: https://www.amazon.es/dp/B072JRPD4P.
   Lo primero que debo hacer es pedir disculpas a su autor, que me presentó su novela hace ya varios días, y por culpa del frenético ritmo de mi vida, se ha  ido quedando a la espera hasta ahora. Sin embargo, todavía estáis a tiempo de haceros con ella.
   Gonçalo es un escritor portugués, actualmente afincado en España, que ha visto como su novela conseguía un importante éxito en su país y, tras traducirla al inglés, la presenta ahora en español. 
   ¿De qué trata? Aquí tenéis la sinopsis:
"Un objeto no identificado ha aterrizado en la Luna y nadie parece conocer su origen. Gustavo, un informático de mediana edad, con una vida gris y cómoda, decide hacer una lista junto con dos amigos para intentar sobrevivir frente a un posible ataque. Obsesionado con esa lista, derrocha una fortuna, atraca una farmacia y su familia comienza a verlo como un loco y paranoico, sin embargo, después del ataque, ese loco es el que mejor se adapta a una nueva era de la sociedad".
   Gonçalo es licenciado en Ingeniería medioambiental y recursos naturales, además de ser experto en robles y en ornitología. Esta es su primera novela y acaba de publicar, no hace mucho, la segunda, que  muy probablemente será traducida el español el próximo año.
   Pero lo mejor es que acudáis a su blog, GJND Books, donde podréis encontrar más información sobre el autor y su obra. 
Así que corred, daos prisa, aprovechemos esta oportunidad.

domingo, 8 de octubre de 2017

Un cadáver muy frío, de Ana Bolox

Me encanta divertirme con un libro y notar esa sensación de bienestar y esa media sonrisa que te deja en la cara después de cada capítulo. Me gusta coger cariño a los personajes y echarlos de menos al acabar la lectura. Disfruto cuando la historia me deja con ganas de más y con la intriga suficiente por ver qué pasará después. Y todo esto es lo que he encontrado en Un cadáver muy frío, de Ana Bolox, primera entrega de Las cosas y casos de las señora Starling.
   La historia empieza de una forma bastante surrealista: según la señora Lacey, su vecino, el señor Snow, ha sido raptado por una boa y arrastrado a través de las cañerías del edificio. Ante una situación tan "dramática", y siguiendo los consejos de una amiga, nada mejor que pedir ayuda a la señora Starling que, al parecer, tiene una gran experiencia a sus espaldas en "absurdeces" parecidas. Y así, lo que empieza con una historia sin pies ni cabeza, se va complicando y va descubriendo una trama cada vez más peligrosa.
   El torbellino Anna Starling, esposa del embajador británico en Estados Unidos, y el sufrido Arthur Crawford, inspector de policía arrastrado por la primera a lo largo de todo el caso, forman la típica pareja "ni contigo ni sin ti" que te engancha desde la primera página hasta la última. Sus conversaciones son mordaces, divertidas e inteligentes; la atracción entre ellos, evidente; los momentos de peligro, excitantes y de mucha tensión; y la trama, de peso y llena de intriga.
   El resto de personajes que apoyan a los protagonistas no son un simple complemento o un apoyo necesario para que la historia avance; no, también tienen "su corazoncito", algunos más negro que el petróleo, pero todos creíbles y nada planos. Cada uno de ellos cumple con su cometido a la perfección y se van mostrando, poco a poco, a lo largo de la novela. ¿El mejor? Para mí, sin duda, ese marido resignado con las excentricidades de su mujer, Anne, y que parece estar en una "Babia" constante. ¿Lo estará realmente?
   La historia tiene muchos toques de las comedias del Hollywood de los años 50, bien hechas, bien contadas, sin fisuras y con ese encanto de lo que parece ligero pero no lo es. El caso que se investiga parece salido de una novela de Agatha Christie, donde lo más peligro es resvalarse con el borde la moqueta y los crímenes surgen en un ambiente en el que parece impensable que eso ocurra. En este caso, es el "peligroso" mundo de las maquetas de barcos antiguos el que esconde el misterio y está lleno de conjuras por el poder. Sí sí, sonreid, que ya veréis todo lo que puede dar de sí.
   Y no quiero contaros más, porque la gracia está en ir descubriendo cómo van presentándose las sorpresas, en cómo evoluciona la relación amor-odio de los protagonistas o cómo van transformándose algunos personajes. 
   Desgraciadamente, tengo un "pero", y para mí, muy grande: la edición. Me da mucha rabia, y a la vez, mucha pena, encontrar tanta errata en un libro bien escrito, de lenguaje ágil y rico: palabras mal escritas, preposiciones que faltan y otras que sobran, falta de acentos, etc. Puede que lo mío sea deformación profesional, pero es muy molesto encontrar errores continuamente porque creo que es estropear una buenísima novela, como es esta, a la que evidentemente le hubiera venido bien un par de repasos más de corrección. 
A pesar de todo, la recomiendo, y mucho. Porque nada mejor que una buena sonrisa de vez en cuando acompañada de un jugoso asesinato. 

domingo, 1 de octubre de 2017

Con Fernando y Javier

Las mañanas de domingo suelo desayunar tranquilamente en la cama, y lo suelo hacer con el libro que tenga entre manos en ese momento. Es como si desayunase en compañía. Por eso me siento tan agradecida cuando un escritor se dirige a mí para ofrecerme su libro, porque es una nueva oportunidad para ese desayuno en compañía. Y aunque no siempre pueda leer su creación, sí que puedo hacer las presentaciones oportunas para que la conozcáis.
   
En esta ocasión, el café y las tostadas me las he tomado releyendo los correos de Fernando y Javier, llegados casi a la par a mi "bandeja de recibidos". Javier Torras traía consigo una colección de relatos titulada Te amaré todas las vidas; Fernando Sánchez-Ballesteros, su novela Arai no es nombre de perro, finalista del prestigiosos premio literario Felipe Trigo.
   Según riguroso orden de llegada, empezaremos con Javier y su libro de siete  relatos sobre el amor. Con tu permiso, Javier, copio aquí tus propias palabras:
"(...) que tratan otros temas colindantes como el miedo, la muerte, el destino, los sueños, las ilusiones, las casualidades... Cada relato es distinto (en trama, personajes, estilo, género, voz...) e independiente, pero a la vez todos ellos están unidos por un hilo que enlaza las palabras, las almas de los personajes. En el libro hay cuentos de princesas, historias épicas, ciencia ficción futurista, historias contemporáneas... pero en todas ellas el amor entre los dos personajes protagonistas es la esencia, un amor visto desde diversas perspectivas y con un final diferente en cada caso. Como la vida misma."
Si os interesa, no dudéis en acudir a su página javiertorrasdeugarte.com, donde, además, podréis conocer sus otros trabajos.

   En cuanto a Fernando, su amable correo me presentaba esta novela de la siguiente manera:
"¿Qué harías si toda tu vida cambiase en un instante?
Atrévete a averiguarlo y únete a Arai en la búsqueda de las palabras que el destino le tiene reservadas. Comparte sus experiencias, sus ilusiones, su amor (uno y sólo uno) y sus sueños de la mano de originales personajes: unos entrañables, otros esperpénticos y algunos exasperantes aunque divertidísimos. A su lado recorreréis el camino hacia un insólito y sorprendente final que os permitirá encontrar la palabra más especial de todas".
Según se la describe en la presentación del premio literario que antes comentaba, se trata de una obra:
"(...) que alcanza niveles de verdadero virtuosismo narrativo, que suscita el interés del lector desde la primera pagina hasta la ultima. La emoción, la intriga, la calidad literaria y el hilo conductor de la música al comienzo de cada uno de los capítulos dotan a la novela de un especial atractivo, tanto en el fondo como en la forma".
   Y nada más por hoy. Espero que vosotros también desayunéis en buena compañía.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Entre detectives y legionarios romanos

Estas últimas semanas he tenido entre manos unas lecturas bien distintas. Empecé con unos asesinatos en el Londres victoriano y terminé a orillas del Rin, en plena guerra entre germanos y romanos. De una historia de detectives que tenía a Charles Dickens como uno de sus protagonistas, a una novela histórica sobre una de las mayores derrotas sufridas por el imperio romano. ¿Por qué las he unido aquí? Por las cosas en común que han tenido para mí y, honestamente, porque no sabía si darían para una entrada propia.
   Su primer punto en común está en la manera en que las conseguí: sin pensar. Me explico. La primera de ellas El detective y Charles Dickens, de William J. Palmer, estaba en una de las estanterías de una tienda de libros de segunda mano que me topé por casualidad viniendo del trabajo. Era una de esas tardes calurosísimas en las que se derretían las piedras y la semioscuridad de la librería me hizo creer que allí encontraría el aliento que empezaba a faltarme. ¿Qué mejor que recuperarlo entre libros? Pero nada más lejos, la atmósfera dentro era más sofocante que fuera (donde, al menos, corría el aire) y una jovencísima dependienta me perseguía sin descanso ofreciéndome las "increíbles" ofertas de las que podía disfrutar. Mi agobio llegó a tal punto que, cuando vi "Dickens" y "detective" en una misma frase, no lo pensé más y lo compré, para escapar lo antes posible del bochorno. Ya leería la sinopsis más tarde.   
   La segunda novela andaba camuflándose entre las páginas de la revista de Círculo de lectores, a la que yo llevaba ojeando unos días sin encontrar nada que me convenciese. Los wasap de mi agente habían saltado sin descanso los últimos días recordándome que llegaba la fecha del pedido y que yo estaba todavía en Babia; que me decidía o me encascetaba la sugerencia del mes, que no me apetecía nada. En la misma situación de agobio que en el caso anterior, empecé a hojear la revista, hasta que mis ojos se atascaron en Valerio Massimo Manfredi y en Teotoburgo. ¡Anda! --pensé--. Una de romanos. Pues esta misma.
   
El segundo punto en común fue el entusiasmo con que las empecé a leer. En la El detective..., Palmer conseguía crear esa atmósfera tan londinense de calles húmedas, lúgubres y envueltas en niebla, donde parece que no queda más remedio que cometer un asesinato. Los personajes de Dickens y del inspector Feald, que investiga el asesinato de un conocido hombre del teatro, eran bastante convincentes, lo mismo que el del narrador de la historia, Willkie Collins, amigo personal de Dickens y autor de este supuesto manuscrito, autobiogrgáfico e inédito, que desvela las aventuras detectivescas del famoso escritor. El misterio estaba servido y la intriga también.
   La segunda novela me presentaba la historia de dos hermanos, Armin y Wulf, príncipes de la tribu de los queruscos, que son hechos prisioneros por una legión romana y llevados como rehenes a Roma para ser educados y "civilizados" a la manera del Imperio (entonces dirigido por Augusto). La descripción de costumbres de una y otra cultura, las intrigas políticas de la Urbe, el choque de mundos con el que se encuentran los dos muchachos y la habilidad de Manfredi para hacer que la Historia se convierta en un estupendo argumento novelesco me prometían una gran lectura.
   Ya estamos en el tercer punto en común: esa parte media del libro, el meollo de la historia, esa franja tan peligrosa que puede hacer que abandones un libro, ese punto crítico que, si no superas con facilidad, te pone en la disyuntiva de mandarlo todo a paseo. Y aquí, por desgracia, también coincidieron. Me encontré con una caída en picado del argumento, unas situaciones que no terminaba de entender entre los protagonistas, unas reflexiones y unas escenas que rompían completamente con el inicio de la novela, como si los dos autores se hubieran cansado de escribir, como si se les hubieran acabado las pilas en pleno proceso creador y estuvieran tratando de cruzar el foso como fuera, a ver si en la otra orilla encontraban el camino de subida.
   Mientras Palmer se recreaba, sin ton ni son, es escenas sórdidas sobre los vicios y pecados de la sociedad victoriana de aquel entonces, Manfredi metía a sus protagonistas en un acertijo sin sentido que debían resolver lo antes posible, porque se suponía que podía cambiar el curso de la Historia, pero que lo único para lo que sirvió fue para dejarme confundida y sin ser capaz de "pillarle" las intenciones al maestro. En los dos libros, sus autores habían bajado la cuesta pedaleando a toda pastilla en una bici de carreras y ahora tenían que subir la montaña sin aliento y en triciclo. Y yo empezaba a cansarme también y a desear que terminaran pronto. ¿Hay algo más triste?
 Y, por fin, el último y definitivo punto en común: el giro; ese momento en el que las cosas cambian como por un golpe de viento y la historia empieza a coger carrerilla y a engancharte de nuevo. En el primer caso, Dickens y su amigo Willkie se ven metidos de lleno en la vorágine de la investigación, como héroes y actores principales, como mano derecha del comisario Field, para conseguir las pruebas que permitan atrapar al asesino y rescatar a la "prota" (candorosa y muy femenina ella) de un destino horrible; además, lo hace entremezclando muy bien la ficción con los hechos reales de la vida del escritor. En el segundo caso, Manfredi vuelve a surgir de sus cenizas para recrear los hechos históricos con una mezcla de leyenda y realidad, metiéndose en la piel de los protagonistas para darles vida de nuevo y contándonos, de una forma frenética y emocionante, el enfrentamiento que hizo desistir a Roma de convertir Germania en una nueva provincia del imperio.
   Al terminar cada uno de ellos, me quedé con la sensación de despiste que dejan esas vivencias anodinas que no sabes cómo calificar. ¿Fueron malas lecturas? No, pero tampoco fueron buenas. ¿Me dejaron mal sabor de boca? Pues tampoco, pero no es que las paladeara más allá de la última página. ¿Las debería haber dejado en el olvido? En absoluto, pero no me sentía capaz de dedicarles una entrada particular a cada una. Así que, lo mejor era que se hicieran compañía.

domingo, 27 de agosto de 2017

Más allá del invierno

Hasta esta noche, en que nos ha visitado la tormenta, cualquier cosa que me sonara a frío me atraía. Me imaginé paisajes helados, chimeneas ardiendo para calentar unos pies gélidos, pisadas en la nieve... Pero, claro, no me paré a pensar que se trataba de Allende y que nada es lo que parece. Hay nieve, es cierto, de hecho una tormenta descomunal, que es la que desata la historia y pone a los personajes "a trabajar" en latrama. Pero no hay nada de frío, nada.
   Lo que encontramos son experiencias desgarradoras, luchas personales, fuerzas interiores y pasión, y sentimientos fortísimos, y situaciones límite... En fin, lo que suelo encontrarme en sus novelas. Lo de menos es el argumento, sino los latigazos emocionales de sus protagonistas, sus sentimientos y su lucha por sobrevivir.
   La excusa que utiliza esta vez es una tormenta que deja prácticamente incomunicados a los habitantes de Brooklyn y que pone a Lucía, Richard y Evelyn en una situación muy, pero que muy difícil. Esta situación les empuja a una aventura bastante peligrosa que, sin embargo, les servirá para curar heridas y para recuperar parcelas de su vida que habían perdido.
   Y no digo más de esto por que espachurraría por completo la novela y las sorpresas que debe ir descubriendo el lector. Así que os hablaré de Allende y de lo que me gusta de su forma de contar.
   En primer lugar, esa habilidad suya para meterme de cabeza en la historia. Casi desde el principio me siento parte del grupo protagonista, como si fueran a pedirme consejo de un momento a otro. Son personajes tan reales que tengo la sensación de conocerlos desde hace tiempo. Son fuertes, valientes y tienen que afrontar unas pruebas que hace que les admire continuamente.

   En segundo lugar, me chifla su capacidad para crear el entorno donde se mueven los personajes, siempre marcándoles el paso, determinando sus comportamientos, y que le sirve para hacer un análisis, muchas veces también una crítica, de los pecados y defectos de nuestro mundo. En él deben sobrevivir los protagonistas, mostrando sus sentimientos, sus miedos, sus fortalezas. Son tan "viscerales" siempre.
   En tercer lugar, me encanta la facilidad con la que mezcla los fenómenos mágicos, espirituales, de tradiciones ancestrales, con la más pura y cruda realidad, como para darnos un respiro o una tabla de salvación. Al menos, así lo utilizan en este caso dos de los protagonistas.
   Y como siempre hay que incluir algún pequeño "pero" para darle vidilla al asunto y poder crear un poco de discusión, he encontrado algo hacia el final (¡ay! Señor, los finales...), de aplicación de justicia propia que no me convence. Apañados estaríamos si cada uno decidiéramos qué justicia merece cada cual. Pero, oye, al fin y al cabo, es su novela, y la administra como le parece.
   
¿Y de su forma de escribir? Cálida, cercana, fácil, equilibrando perfectamente un lenguaje coloquial con la elegancia y la riqueza. Una forma de escribir clara, muy visual y yo diría... "desde las entrañas", que transmite como nadie los sentimientos y las sensaciones con las que se mueven los personajes, todos, hasta el que pasaba por allí; ese secundario cuya misión es ayudar a que tenga lugar la trama también tiene su propia historia detrás, también voy a aprender algo con él, también tiene sus propias dimensiones.
   En definitiva, por si no os habíais dado cuenta, he disfrutado de lo lindo con este libro. Y es que me gusta Isabel Allende, que le voy a hacer, con sus luces y sombras, sus tics y sus recursos, me gusta mucho. Porque siempre consigue envolverme e incluirme en su aventura.
"Se había aventurado con Richard más allá del terreno conocido y seguro, obligados ambos por la desventurada Kathryn Brown, y al hacerlo iban revelando quienes eran".

domingo, 20 de agosto de 2017

Las lecturas de mi verano

En verano, mi tiempo se sale de madre. La rutina se interrumpe continuamente por periodos  de veraneo llenos de comidas fuera de hora, aperitivos a cualquier hora, desayunos descomunales que duran horas, cenas a malas horas... todo descontrolado y salpicado a lo largo del día según surga. Este desorden, sin embargo, me permite picotear de muchas cosas diferentes y saborearlas sin prisa, paladeando, desde un paseo por la playa con el sol recién salido, o una exposición sin cabezas incómodas y miopes, hasta lecturas calmadas manchadas de arena, de horchata o de una Mahou bien fresquita.
Esas lecturas no han sido muchas si las comparamos, pero sí han sido siempre estupendas compañeras. La que llegó primero fue La casa de Vapor, de un Julio Verne decidido a pronosticar las vacaciones futuras de los aventureros que se llevan la casa a cuestas. Como su tamaño era considerable, me vi obligada a sustituirlo por Penelope Fitzgerald y su El inicio de la primavera, que se acomodaba mejor en la mochila de viaje y me traía los fríos de Rusia a principios del siglo XX. Estos dos amigos se alternaron unos días mientras los iba acabando, poco a poco, entre la cama y el tren que me devolvían a la rutina, aunque fuera solo por un tiempo.
Durante esta etapa de recuperación de la normalidad, eché mano de Care Santos para adaptarme de nuevo, ya que había estado "poniéndome ojitos" desde que Círculo la trajo a casa. Con Media vida, me colé en una reunión de antiguas compañeras de colegio y me enteré de todas sus desventuras. El sabor de boca fue extraño, fresco de paso pero con aristas y retrogusto amargo. 
Esto hizo que, con la vuelta al maravilloso desorden del segundo veraneo, me tirara de cabeza a por una lectura que yo imaginaba relajadísima, es decir, entretenimiento sin pretensiones. Busqué en la bolsa de las últimas adquisiciones, que aún colgaba del respaldo de la silla, y me decidí por La tumba perdida, de Nacho Ares quien, de la mano de Howard Carter, abrió para mí la tumba de Tutankamón y me permitió acompañarle en todos los tejemanejes y misterios que persiguieron a su descubridor y a su equipo. Empecemos el recorrido.
La casa de vapor. Un grupo de amigos atraviesan la India en el primer prototipo de caravana que Julio Verne imaginó muchos años antes de que los alemanes lanzaran la primera de su especie. Buscaban diferentes objetivos, hoy, políticamente nada correctos: uno, la caza del tigre número cincuenta, otro, la venganza por la muerte de su esposa a manos de los rebeldes sublevados contra el imperio de "su graciosa majestad", el resto, ayudar en lo que puedieran. Además del descubrimiento de zonas y costumbres del país, he descubierto cómo cambian los puntos de vista y los valores morales de una época. 
La amistad y el honor podían justificar actitudes que hoy no compartiríamos, aunque justifiquemos otras igual de inmorales. Además de comprobar los conocimientos científicos del señor Verne, he disfrutado de la aventura y de la fantasía que emocionaba a los lectores del siglo XIX.
El inicio de la primavera. Penelope Fitzgerald no me ha defraudado, como me esperaba. Caí rendida a sus pies en La librería, aunque me marché bastante cabreada con el final, igual que aquí. En un ambiente totalmente distinto a ese pueblecito de Hardborough, aunque igual de opresor, Frank Reid debe afrontar el abandono de su mujer y los conflictos sociales de principios del siglo XX en medio de los fríos rusos, mientras la primavera va llegando a Moscú, despacito. ¿Lo más increíble para mí? La capacidad de la escritora para comportarse como un auténtico autor ruso en esa capacidad de dejarme boquiabierta por el comportamiento de los personajes: extraño, incomprensible e ilógico, al menos para mí, evidentemente. 
La he visto combinar magistralmente su maravillosa capacidad de describir los paisajes al más puro estilo victoriano con esos personajes de la literatura rusa tan emocionales y extremados, que pasan del llanto a la euforia en lo que dura un abrazo; todo esto dicho desde mi exclusivo y personal punto de vista, y según mi experiencia personal of course.
Media vida. Cuatro antiguas compañeras de colegio deciden reunirse después de treinta años. Algunas han tenido relación, otras no, pero ninguna ha conseguido olvidar lo que vivieron en ese internado de monjas de los años cincuenta. Con esto os lo digo todo. 
A pesar de cuánto me gusta cómo escribe esta escritora, de su capacidad para volcar los sentimientos más extremos de sus personajes sin resultar amarillista, de la facilidad con la que consigue que conecte con sus protagonistas, en esta ocasión, me ha hecho sentirme ante un ajuste de cuentas, un resarcimiento personal o algo así, donde hay malos malísimos y buenos buenísimos, sin grises. 
Esto no quiere decir que no haya disfrutado de la novela, pero no tanto como esperaba cuando la veía tan colocadita en la estantería, teniendo en cuenta lo vivido con otras de sus obras.
La tumba perdida. Howard Carter acaba de descubrir la tumba del farón-niño, pero no solo eso; hay algo más que hace que intenten matar a sus amigos y echarle a él del país. Nacho Ares, conocido por su colaboración en Cuarto milenio, no me ofrecía muchas garantías (es que los famosos de la tele me dan cierto yuyu) y, por suerte, sin ningún fundamento. Además de encajar perfectamente los datos históricos y los posibles hechos reales con la ficción literaria, ha humanizado la figura de este egiptólogo imaginando sus miedos y dudas, los rasgos de su carácter, su relación con su mundo, etc. Y ha hecho lo mismo con Tutankamón viajando a su reinado. Me ha traído y llevado de 1922 d.C. a 1327 a.C. sin que me despeinase, disfrutando tanto de un momento como de otro y alternándolos con mucho equilibrio. Y lo mejor: ha sido capaz de "imaginar" lo que pasó en ambos periodos sin darle patadas al rigor histórico y respetando lo "posible" y lo "probable", algo que no pasa muy a menudo en la novela histórica.
Ahora me las veo con Isabel Allende que, como de costumbre, me tiene "embrujada", curiosamente, igual que hace un año por estas fechas con El amante japonés. Pero esa es otra historia, que contaré más adelante.

domingo, 30 de julio de 2017

Presentando a...

Mientras sigo luchando con el tiempo y aprendiendo a manejarlo y a ralentizarlo, vuelvo a la sana costumbre de presentaros en mi blog a los escritores que intentan abrirse camino y dar a conocer sus obras, algo que sabéis que no es nada fácil.
   En este caso, se pasó por mi correo Oscar Montoya que, con el pseudónimo de Montoya Jackson, me ofrecía la novela Últimos días de maternidad. Menos mal que este licenciado en Derecho me advertía de que el título ocultaba su auténtico contenido, porque no me veía yo frente a contracciones, paritorios, o epidurales. 
   Este eterno escritor residente en Vigo me confesaba que, después de llevar escribiendo toda su vida, fue el año pasado cuando se decidió a presentar sus relatos a un concurso, Hablando con letras, del que quedó finalista con el micro relato Código Fuente.
Como sus palabras valen más que cualquier explicación mía, os pongo a continuación la sinopsis que el autor me ha enviado, para que conozcáis de primera mano lo que contiene:
“Quiero escribir la palabra CARIÑO, pero el texto predictivo recomienda CARROÑA”.
Isabel Almoyna (madre tardía y primeriza, ex votante socialista), es una mujer casada y algo huraña, dotada de un humor descarnado. Una noche, en pleno disfrute de su permiso de maternidad, escucha discutir a sus vecinos. El hombre agrede a su mujer e Isabel llama a la policía (ha leído en Wikipedia el significado del fenómeno psicológico conocido como “efecto espectador” o “difusión de la responsabilidad”). El machista es detenido, pero posteriormente su mujer no presenta denuncia. 
Al cabo de unos días, Isabel recibe una llamada. Es de los Servicios Sociales: una trabajadora social desea entrevistarse con ella. Al parecer, ha recibido una serie de denuncias que alertan de un trato negligente, dispensado por Isabel hacia su hija. El protocolo público de protección al menor se pone en marcha. 
“Últimos días de maternidad” es el testimonio en primera persona de Isabel: una cuenta atrás donde la situación del país y del mundo se superponen a su situación personal. Todo ello aderezado con cantidades importantes de humor negro, irreverencia y crítica social. 
“Si todos los ex votantes de partidos socialdemócratas europeos encendieran un mechero al mismo tiempo, las lucecitas podrían verse desde el espacio”.
M.J.
Y esto es todo por mi parte sobre esta: "comedia autoeditada de 176 páginas". Para aquellos de vosotros que quiera saber cómo se las arregla Isabel, su creador me ha dejado los siguientes datos de contacto:
Correo:
Página Facebook:
Mucha suerte, Óscar.

domingo, 23 de julio de 2017

Frenético

Últimamente tengo la sensación de vivir en una montaña rusa, no por subir y bajar constantemente (aunque también), sino por la velocidad con que lo hago. Tengo la sensación de atravesar la vida como un rayo, sin pausa para ver lo que voy dejando a lo largo del camino. Últimamente, se me escurren las horas entre las manos; no soy capaz de hacer nada que esté fuera de la rutina diaria sin que el tiempo se "me eche encima" sin intención de apearse. Así, cuando llega la noche, no he sido capaz de hacer nada más que lo que suelo hacer cada día.
   Esto afecta especialmente a la lectura. La habilidad para devorar libros que me ha acompañado toda la vida parece haberse esfumado sin que me haya dado cuenta, y veo como los libros se apilan en la mesa sin ser capaz de aligerar su torre. Y creedme, esto ha pasado en un abrir y cerrar de ojos, que es lo más terrorífico de todo.
   Posiblemente, todo esto sea "ley de vida"; posiblemente, sea falta de habilidad por mi parte para gestionar las horas; posiblemente, necesite un curso del tan "manoseado" y "aclamado" Mindfulness que me ayude a ser más ¿provechosa? Sinceramente, no lo sé, pero os aseguro que el estrés y la fatiga padecidos hasta ahora por intentar llegar a la meta cargada de actividades "extraescolares" han llegado a su fin. Se terminó el sentimiento de culpa por no poder leer más allá de dos o tres libros al mes, y esa "angustia vital" por no tener nada de lo que escribir en el blog al final de la semana; se acabó esa pesadumbre eterna por no verme capaz de participar en retos o sorteos. C'est fini.
   A partir de ahora pienso "masticar" cada página del libro que tenga entre manos, tarde lo que tarde, sin remordimientos, porque la lectura no es un maratón para acumular títulos en un tiempo récord, sino una experiencia personal de cada lector, independientemente del tiempo recorrido. A partir de ahora, voy a "intentar" pasear al trote en vez de al galope, aunque el resto me adelante como si viajase en el AVE. A partir de ahora, me sentaré a escribir con calma, cuando tenga cosas que decir, sin importar la fecha de la última entrada, y sin necesidad de borrar una y otra vez lo que escribo o anularlo directamente porque ni yo misma percibo el mensaje.


   
   En fin, todo esto no es más que una explicación de mi falta de entradas "libreriles" o, quizás, una justificación de  mi falta de "apariciones "blogueriles" y de la acumulación de notas en la cabeza y en la libreta sobre esos últimos libros leídos y aún no reseñados. Libros más o menos afortunados pero siempre útiles. Esa La guerra de las dos rosas. Tormenta, de Conn Iggulden, que me dejó más frío que calor. O Le jardin des lumières, de Amin Maalouf, siempre sorprendente. O la que ahora mismo tengo entre las manos, La casa de vapor, de Julio Verne, que quisiera terminar (sin presión) lo antes posible para seguir con la que llevé en la maleta estos días de playa, El inicio de la primavera, de Penelope Fiztgerald, que tan sorprendida me está dejando.
   En resumen, pienso caminar tranquilamente por lo que leo para ser capaz de saborearlo y retenerlo mucho más de lo que lo he hecho hasta ahora. Pienso mirar la torre de libros acumulados con emoción ante la posibilidad de elegir una nueva lectura y no con angustia por el número de ejemplares. Me acercaré al ordenador para escribir con ganas lo que tenga revoloteando por la mente, sin la presión de una fecha o del tiempo transcurrido. Solo espero que sigáis ahí cada vez que vuelva y que no se os acabe la paciencia de asomaros a ver si realmente he vuelto. Yo ya os doy las gracias de antemano.
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