Hoy es una tarde soleada. Todavía me quedan unas horitas antes de irme a clase de francés. Tengo varios "marujeos" que hacer en casa, pero creo que los voy a dejar de lado. Me apetece leer. Entra el sol por la ventana y, después de los días de frío y cielos grises, estoy deseando aprovechar este momento para ver si consigo darle un buen empujoncito al libro que tengo entre manos.
Voy a mover el orejero hacia el balcón y voy a ponerme cerca esa mesita pequeña de color negro para poder dejar la taza de té. Por cierto, ahora que la veo, necesita una buena mano de pintura, la pobre anda bastante ajada. En fin, eso tendrá que esperar a otro momento, cuando pueda rascar un par de "ratos" para trabajos manuales.
Ya estoy en posición. Me siento, cojo el libro, coloco la libreta de notas con el "rotu"en la mesita y... ¡Ay! No. He olvidado dónde poner los pies. Necesito ponerlos en alto. A ver... ¡Ya está! Acerco un poco más la mesita auxiliar que hay delante del televisor y listo. Ahora sí.
Llevo ya veinte minutos leyendo sin parar. El sol sigue entrando por el balcón e ilumina de lleno las hojas del libro. ¡Qué gusto! De vez en cuando, miro a través de los visillos si oigo algún murmullo en la calle. Se ha quedado frío el té; casi mejor será echarle un poco de leche bien calentita con miel. Pero tendría que levantarme y, en este preciso momento, estoy en medio de una buena escena. Esperaré a terminar este capítulo. ¡Veamos! ¿Cuántas páginas faltan? Esto es lo que me gusta de los libros en papel, pasar las hojas con rapidez, con dos dedos, con una mirada veloz hasta encontrar el final y sujetar ese montón de páginas entre el índice y el pulgar mientras, poco a poco, llego hasta donde quiero llegar.
Por fin me decido a calentar el té. Me vuelvo a sentar en mi sillón, vuelvo a estirar las piernas y vuelvo a mirar por el balcón, a través de los visillos, antes de meterme de nuevo en la lectura.
Hoy he decidido leer en el salón de mi casa, junto al sol que entra desde la calle y al lado de los visillos que me dejan mirar hacia afuera. ¿Dónde leeré la próxima vez?
Doy las gracias a Isabel por sugerirme esta idea. Otra más de las miles que este blog le debe a mi hada madrina.
A mí también me encanta leer en un rincón similar, con la ventana cerca y el sol calentando, es una delicia. En mi caso lo traslado a la terraza :)
ResponderEliminarbesos
Sííí, tampoco es mala opción, ja, ja, ja. Abrazos.
EliminarMe ha encantado. Yo tengo un sillón en mi casa, que aunque a veces es un poco incómodo, encuentro la postura para leer tranquilamente. Me gusta leer con un cola cao o un chocolate caliente cerca. Me pasa lo mismo, se queda frío.
ResponderEliminarMe gusta leer en la cama por la noche, auqnue me quedo dormida del cansancio diario, y me encanta leer cuando voy de viaje, sobre todo en el autobús. ¡ Anda que no me habré leído libros en el autobús!.
Siempre llevo un libro conmigo, porque cualquier lugar es bueno para sumergirte en unas páginas, siempre y cuando estés cómodo y a gusto. Gracias por el post, me ha gustado mucho.
Besotes.
Muchas gracias a ti por comentar. ¡Qué buena idea esa del chocolate caliente! Sobre todo para los días que vienen. Coincido contigo en todos los otros lugares que mencionas y ya los irás viendo por aquí. Abrazos.
EliminarQué entrada tan evocadora, enhorabuena. Yo no tengo un sitio tan especial para leer: me gusta más salir al parque o, en casa, donde me pille más cómoda en el momento. 1beso!
ResponderEliminarHola Tizire. Es que no hay nada mejor que un lugar cómodo para disfrutar de un libro, da igual en dónde esté. El parque me parece genial. Abrazos.
EliminarMenuda envidia me ha dado al leerte. Ese rincón tan acogedor; casi podía sentir el sol dándome en la cara y el aroma del té. Aunque sea sólo con mi imaginación he conseguido relajarme un poquito.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Besitos
No, muchas gracias a ti por se la inspiradora de esta serie de post. Tú me diste la idea, ¿recuerdas? Aunque con algo de retraso. Un gran abrazo.
EliminarQué bonito! Y que bien cuando encontramos un buen lugar para leer
ResponderEliminarbesos
Y que lo digas. Disfrutas tanto del libro como del entorno. ¡Y que gustito da! ;))
EliminarEsta es una de mis debilidades, buscar un rinconcito al sol para leer. Lo malo es que me relajo tanto que a veces, aunque me guste muchísimo el libro, estoy a punto de quedarme dormida.
ResponderEliminar¡Besos!
Ja, ja, ja. Sí, a mí también me pasa, pero que sensación más rica. Abrazos.
EliminarQué ganas de que llegue el fin de semana para tener ratitos así porque de lunes a viernes la verdad es que tengo que leer donde pille y no todo lo que quisiera. Eso sí...mi ratito en la cama antes de dormir no me lo quita nadie.
ResponderEliminarBesos.
A mí también me gustaba ese ratito antes de dormirme; lo malo era que me dormía demasiado pronto :(. Abrazos.
Eliminar¡Qué maravilla! y que ganitas de imitarte, jeje, me relaja sólo de imaginar la escena que describes. A mí también se me enfría el té (o el café, según) mientras leo, jajaja.
ResponderEliminarBesos
Qué imagen tan evocadora y tan idílica... cómo apetece algo así. Yo saboreo especialmente leer antes de irme a dormir con la casa tranquila y en silencio, sólo con la luz de la lamparita ,...el problema es que si lo hago ya metida enla cama, laprobabilidad de que me quede frita es bien alta :-)...Al final siempre acabo leyendo en los ratos deltransporte público. ;-)...ich
ResponderEliminarA Alicia, lo del té frío hay que remediarlo, ja, ja. Tengo que buscar un remedio :-)
ResponderEliminarA ich: leer a última hora de la noche, con la casa en silencio, tiene una magia especial, ¿verdad? Y... ¡Viva el transporte público! ;-)
Abrazos a las dos.
Pues un momento muy mágico, sí señor. Y, posiblemente, de los que más se disfrutan. Abrazos.
ResponderEliminarPues tal y como lo cuentas me da ganas de tener un lugar así.
ResponderEliminarJe, je, je. Seguro que tienes algún sillocinto cómodo que puedas arrimar a una ventana. El resto lo hace la imaginación y un buen libro, claro. Abrazos.
Eliminar