Nada mejor para curar los males que la risa, nada mejor para olvidar malas lecturas que una buena. Después de varios "fiascos", he caído de lleno en una delicia; uno de esos libros que te ponen la sonrisa en la cara y no te la quitan hasta la última página. Y es que no hay nada mejor que el humor para restañar las heridas.
Enterrado en vida, es una de esas pequeñas joyas, cortitas, ligeras... y profundas. Una de esas obras habilidosas que parecen simple distracción, pero que debajo ocultan un tesoro, en este caso, el retrato sarcástico de los defectos de una sociedad un poco polvorienta y con los engranajes oxidados, y una crítica sobre el arte y las falsedades y esnobismos que lo rodean.
Nada sabía yo de Arnold Bennet (lo cual no es raro porque lagunas tengo unas cuantas que, todo sea dicho, me esfuerzo por corregir), excelente escritor británico que fue toda una "estrella del momento" según los estudiosos, y que mantenía sesudos rifirrafes con la rompedora Virginia Wolf. Así que seguí los consejos de nuestra amiga Mónica Serendipia para corregirlo y le di a la tecla de comprar con esa rapidez vertiginosa que me entra cuando quiero echarle el guante a algún libro (claro, que así me pasa a veces). Ahora, después de "catar" su estupenda habilidad para describir la sociedad victoriana de principios del XX, estoy dispuesta a pasar al menú principal, el de sus novelas más famosas y sobre las que se dice que volcó todo su "savoir faire" (qué se noten mis clase de francés en la E.O.I.).
Lo primero que me llamó la atención, y que provocó las primeras sonrisas, fue su forma de describir a los personajes, apenas físicamente, salvo ciertos rasgos como pinceladas, que redondean el retrato y lo hacen completo, sino a través de sus pensamientos, acciones y el entorno en el que se mueven. Todo ello en el más puro estilo de humor inglés, ese que llama catástrofe a que el té se quede frío e incidente molesto a un asesinato ocurrido en su barrio.
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Arnold Bennet |
Así es como se desata toda esta loca historia, por un "engorroso contratiempo": la muerte del criado personal del grandísimo pintor Priam Farll, posiblemente: ...el pintor más grande de la historia después de Velázquez. Ahí es nada. Una desgracia que despierta todos los terrores personales del artista, que padece una timidez enfermiza que le impide relacionarse con normalidad con el resto de los mortales. Por eso, cuando el médico le confunde con su criado, este asustadizo pintor ve el cielo abierto para pasar desapercibido y vivir una vida nueva lejos de los "focos de la fama", y ni corto ni perezoso, deja que se mantenga el malentendido y que corra la noticia de su muerte. Todos los enredos posteriores son la excusa perfecta para hacer una crítica de la sociedad del momento, del esnobismo en el arte, de la falsedad de los tribunales británicos, de la arrogancia de algunos clérigos, etc., etc., etc. Y así, de página en página.
No solo se trataba de situaciones cómicas, sino de diálogos ingeniosos; no solo de magníficas descripciones de ambientes y costumbres (hipócritas y anquilosadas), sino de la personalidad de los protagonistas y acompañantes; no solo de los momentos de tensión vividos por Priam Farll y sus ridículos miedos, sino por el sarcasmo y la inteligencia que lo envuelve todo. El mundo visto desde la perspectiva del pintor es genial y divertido y ridículo y extravagante. El tipo tiene momentos merecedores de una buena azotaina, pero que a la vez, despiertan ternura por su torpeza y sus calificativos ácidos.
Al hacer correr la última línea en la pantalla, me di cuenta de lo curativa que puede ser una historia cuando un buen escritor está detrás. Porque, si solo quieres quedarte en la trama y los chascarrillos, encontrarás los suficientes para pasarlo en grande. Y si prefieres fijarte un pelín más en lo que se sobreentiende, sacarle el jugo y buscar posibles moralejas o análisis más sesudos, podrás disfrutar de lo lindo con los dobles sentidos y los comentarios sarcásticos. Qué cada uno es muy dueño de disfrutar cómo y cuándo quiere.