Lo mismo que el ventero se frotaba las
manos viendo llegar un grupo de posibles clientes a su venta, yo
frotaba las mías imaginando una nueva aventura o historia
intercalada por nuestro amigo don Miguel. Y no me equivocaba. Gracias
al cura, que fue un poco cotilla y le faltó tiempo para preguntar a
uno de los mozos recién llegados, y a la gentil Dorotea que intentaba ayudar a la dama enmascarada que no hacía otra cosa que suspirar,
descubrí que en esta maravillosa venta a la que todo el mundo llega
por arte de birlibirloque, iba a continuar la genial historia de
Carnedio, Dorotea, Fernando y Luscinda. De repente, allí se
encontraban todos, unos embozados, otros escondidos, otras
desmayadas, otros sorprendidos...
"Callaban todos y mirábanse todos, Dorotea a don Fernando, don Fernando a Cardenio, Cardenio a Luscinda, y Luscinda a Cardenio".
Como el señor Cervantes era un genio,
les ofreció a sus contemporáneos un auténtico dramón de los que
hacen época, para que disfrutaran de los gustos teatrales del
momento y se emocionaran como hay que emocionarse:
Doretea:
"Si ya no es, señor mío, que los rayos deste sol que en tus brazos eclipsado tienes te quitan y ofuscan los de tus ojos, ya habrás echado de ver que la que a tus pies está arrodillada es la sin ventura hasta que tú quieras y la desdichada Dorotea. (...) Y si te parece que has de aniquilar tu sangre por mezclarla con la mía, considera que pocas o ninguna nobleza hay en el mundo que no haya corrido por este camino, (...) cuanto más que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y si esta a ti te falta negándome lo que tan justamente me debes, yo quedaré con más ventajas de noble que las que tú tienes".
Cardenio:
"Con el desmayo que Luscinda había tenido así como la dejó don Fernando, iba a caer en el suelo; mas hallándose Cardenio allí junto, (...), acudió a sostener a Luscinda, y, cogiéndola entre sus brazos, le dijo: —Si el piadoso cielo gusta y quiere que ya tengas algún descanso, leal, firme y hermosa señora mía, en ninguna parte creo yo que le tendrás más seguro que en estos brazos que ahora te reciben y otro tiempo te recibieron, cuando la fortuna quiso que pudiese llamarte mía".
Luscinda:
"—Vos sí, señor mío, sois el verdadero dueño desta vuestra captiva, aunque más lo impida la contraria suerte y aunque más amenazas le hagan a esta vida que en la vuestra se sustenta".
Fernando:
"Parecióle a Dorotea que don Fernando había perdido la color del rostro y que hacía ademán de querer vengarse de Cardenio, porque le vio encaminar la mano a ponella en la espada".
El coro:
"Pero a esta sazón acudieron los amigos de don Fernando, y el cura y el barbero, que a todo habían estado presentes, sin que faltase el bueno de Sancho Panza, y todos rodeaban a don Fernando, suplicándole".
¡Qué! ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Y es que no me queda más
que animaros a que leáis el final del dramón que tuvo lugar en esta
venta.
Menuda sorpresa me llevé al descubrir quiénes eran los nuevos viajeros. Besos.
ResponderEliminarAlgún ligero aroma de sospecha había, ¿no crees? Jejejeje. Abrazos.
EliminarTengo que actualizarme en esta lectura.
ResponderEliminarPues a ello. Nunca es tarde. Abrazos.
EliminarA mí me alegró volver a reunirme con este grupo, pero creo que la historia de los desdichados enamorados se está alargando demasiado... Quiero más excursiones quijotescas! 1beso!
ResponderEliminarLa verdad es que se echa de menos a nuestro hidalgo, :). Abrazos.
EliminarLo leeré, lo leeré, que ya ni me acuerdo :-)
ResponderEliminarÁnimo; no te arrepentirás. Abrazos.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarTengo que ponerme al día :P no me acuerdo mucho de la otra.
Un beso
Venga, que seguro que lo disfrutas. Abrazos.
EliminarPaso por encima que todavía no lo he leído!
ResponderEliminarBesos
Vale, vale, te esperamos. Abrazos.
EliminarAy! Tenía que haberme apuntado a esta lectura...
ResponderEliminarBesitos
Jajajaja, bueno, tranquila, ya te ponemos al día, ;D. Abrazos.
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