¡Qué tentador! ¿Verdad? Poder olvidar lo que nos incomoda: los momentos de ridículo absoluto, de "tierra, trágame", de meter la pata hasta la cintura. Y qué decir de los momentos de dolor, de desengaño, de angustia. Pero ¿luego, qué? ¿También los incómodos, los que nos avergüenzan?
En una de mis últimas lecturas, El encuadernador, de Bridget Collins, hay libros que se encargan de "rescatar" a la gente de sus malos recuerdos (de los buenos, nadie quiere ser rescatado, aunque los vayamos perdiendo con la edad y los desengaños), de ¿liberarla? de pesos y arrepentimientos. Sin embargo, ¿es correcto?, ¿es ético?, ¿es saludable para el rescatado? Todo esto se pregunta Emmet Farmer, el protagonista. De repente, se ve obligado a trabajar como aprendiz de encuadernador, una profesión que despierta miedo y rechazo. Cualquier cosa relacionada con los libros está llena de superstición y de leyendas oscuras. Sin embargo, su familia se lo ofrece como remedio para su "enfermedad", una enfermedad de la que nadie quiere hablarle.
La primera parte de este libro me entusiasmó. Estaba llena de misterio, de esas frases que me gusta anotar en mi libreta porque me hacen reflexionar, de personajes interesantes que sabes que te ocultan cosas que estás deseando descubrir. El lenguaje era poético y, al mismo tiempo, ligero y asequible. Las descripciones de sentimientos y, sobre todo, de paisajes era muy plástica, muy hermosa, y te unía a unos personajes que contaban con sus propios rasgos y personalidades. La historia iba añadiendo datos, poco a poco, dando las pistas justas para crear ese misterio y esas expectativas que me tenían tan enganchada. Y de pronto...
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Imagen tomada de Internet |
Llega la tercera parte, y aquí la voz cantante la lleva otro personaje. Pero la línea descendente continúa cuesta abajo, y no encuentro nada nuevo que me sacuda, nada que me sorprenda. Al menos, la trama está entretenida y me mantiene el interés lo suficiente para quedarme hasta el final. El final es correcto y cierra bien la historia, con lo que me queda un buen sabor de boca a pesar de la decepción sufrida.
¿Conclusión? En estos días en que todo lo analizo y sobre todo reflexiono, esta lectura me ha hecho pensar de lo lindo: en cuánto tendremos que olvidar para poder salir adelante; en cuánto deberemos recordar para no volver a caer en los mismos errores... en cuánto vamos a ser capaces de perdonar.