Como ya os comenté, hace unos días me levanté con ganas de arte y me fui al museo del Prado a ver la exposición La belleza encerrada. No tenía muy claro qué me iba a encontrar, porque (para mi vergüenza) no me molesté en echarle un ojo a la página del museo que tan bien resume y presenta sus exposiciones, y te lleva de la mano por ellas para que disfrutes más sabiendo lo que vas a ver. Así que, tan tranquila en mi ignorancia, allá que me fui, dispuesta a disfrutar. Y lo hice, ya lo creo.
¿Qué me encontré? Pues la belleza, ni más ni menos, presentada de forma cronológica para que podamos apreciar lo que ha ido significando a lo largo de los siglos, y lo que ha cambiado. Una selección cuidada de cuadros y esculturas que forman parte de esa inmensa colección que tiene el Prado en sus almacenes y que, después de restauradas, ha sacado a sus salas para hacerles un mínimo de justicia.
Nada más entrar me recibió Palas Atenea (en reproducción de época romana), como diosa de la sabiduría y las artes. ¿Qué más podía pedir? E inmediatamente después, La Anunciación, de Fra Angelico, ¡Qué maravilla! La cosa prometía. Y así fue como me fui encontrando, poco a poco, una serie de pequeñas obras (otras no tanto) que me mostraron lo que había significado la belleza a lo largo de los siglos: desde la importancia por el refinamiento o la técnica en el Autorretrato de Alberto Durero, hasta la simple belleza de los colores o las escenas de la vida cotidiana de La ermita de San Isidro, de Goya. Todo, o casi todo estaba encerrado ahí.
El recorrido me presentaba todo tipo de obras y de temáticas. Desde pequeños retablos religiosos hasta desnudos y paisajes orientales, pasando por bodegones, flores, mitología, vida cotidiana. En fin, que no había forma de aburrirse. Y lo mismo pasaba con los pintores y escultores. Lo mismo te encuentras a un anónimo inglés que retrató a Isabel la Católica, como a "un tal" Tiziano, o Velázquez. En definitiva, grandes obras (independientemente de su tamaño) que llenaron de armonía y encanto muchas de las paredes de grandes salones, o de pequeños estudios, y que hicieron más agradable la vida de muchas personas a lo largo del tiempo.
¡Qué! ¿Os he despertado el gusanillo de ir de "expos"? ¿Hace mucho que no lo hacéis? ¿Qué leeríais vosotros en un caso como este?
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