domingo, 1 de septiembre de 2013

Galdós, te echo de menos

Acabo de leer un artículo de Antonio Muñoz Molina, "Admirando a Galdós", en el que reflexiona, no solo acerca de este escritor y de su obra, sino además sobre la importancia de releer un gran libro para saborearlo de verdad, sin prisas, descubriendo muchas de las cosas que no percibimos en la primera lectura porque, y cito textualmente a Muñoz Molina (¡Qué descaro!), " (...), y se aprende también que no hay primera lectura que no sea distraída".
   Esto me ha hecho pensar en todas las veces que he tenido que volver a leer un libro nada más terminarlo, porque sentía que, si lo dejaba, me estaba perdiendo algo esencial de ese libro que no había conseguido descubrir. Era casi una necesidad física, como cuando acabas de terminar una excelente comida, pero sientes unas ganas locas de dar un último bocadito, para relamerte y recrearte.
   La primera vez que me pasó esto, yo tenía solamente doce o trece años, estaba todavía en el colegio y tenía la cabeza llena de pájaros. Calló en mis manos Jane Eyre y tanto romanticismo me hizo releer esta novela hasta cuatro veces, después de terminarla. Como en un bucle. Algo exagerado, lo sé, pero entonces yo era una extremista en todo lo que amaba u odiaba. Quiero pensar que era propio de la edad. Con el paso de los años, esos "repentes" se han ido calmando y he releído otros libros, aunque con más calma y menos fogosidad que la primera vez. Uno de ellos fue La suma de los días, de Isabel Allende, un libro que me apasionó tanto que lo empecé nada más acabarlo, por pena a despedirme de la autora y de su familia. Me enganché a ellos como otro miembro más. Después, volví a sentir lo mismo con El maestro cartógrafo de Pascal Rey, esta vez, lo confieso con vergüenza, porque me enamoré del protagonista. ¡Ay! ¡Lo imaginaba tan atractivo y tan interesante! ¡Ojalá hubiera sido yo la "prota" que lo enamora a él! Ante lo imposible de esto, claro está, no quedaba otra que leerme de nuevo la novela e imaginar...   
   Además de todas estas reflexiones sobre las "relecturas" inmediatas de los libros que nos tocan el corazón, este artículo me ha hecho pensar también en lo olvidado que tenía a un escritor tan grande como Galdós. Recordé de repente lo que había disfrutado en el instituto (en donde lees los libros que te obligan a leer) con La de Bringas, o con Fortunata y Jacinta, después de descubrirla gracias a la serie de Televisión Española (Sí, una ya tiene cierta edad), y mis favoritas Trafalgar y Miau, las dos tan de actualidad que da miedo. Su lenguaje sencillo, claro pero culto, su maestría para describirnos ambientes y sentimientos, la forma de darnos a conocer los personajes, todo es tan brillante que no sé cómo he podido estar tanto tiempo sin leer nada de este genio. Y aunque tengo cosas pendientes en el baúl desastre, ya encontraré el modo de colar alguna de sus obras maestras.
   Para terminar, solamente recomendaros el artículo que os menciono arriba, de Muñoz Molina. Evidentemente, él mejor que yo, os hablará de Galdós y de la importancia de la paciencia en la lectura. Saludos.

2 comentarios:

  1. Ja,ja, a mí en el instituto me obligaron a leer "Miau" (quizá seamos de edad parecida) y de Galdós he leído muchísimas novelas, salvo los Episodios Nacionales que se me hacen cuesta arriba. No sé si sabrás que Galdós veraneaba en Santander. Hay una novela reciente, "Ahogada en llamas", ambientada en esa ciudad, donde Galdós aparece como un protagonista más y yo aprendí bastantes cosas inéditas de su vida. Un abrazo.

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    1. Hola Zarzamora. Bienvenida a mi blog y encantada de que participes. Confieso que, de Galdós, conozco su obra más que su vida, salvo lo que anduvo por Madrid, así que gracias por la información. Abrazos.

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