No leer sin escuchar a la vez.
Ella estaba segura de haber oído, a lo lejos, el sonido de los cascos de los caballos acercándose a la aldea. Habían empezado ya las primeras nevadas y, dentro de muy poco, todo se quedaría encerrado sin remedio en el pequeño valle que unía las dos montañas gigantes donde habitaban esos dioses tan furiosos que dirigían las vidas de los habitantes del poblado y que obligaban a muchos de ellos a marcharse lejos para asegurarse de poder resistir un invierno más. Era lógico que de un momento a otro volvieran los que se habían marchado al comenzar el otoño.
Ella casi había olvidado porqué había llegado allí o cuánto tiempo hacía de aquello. Solo recordaba su decisión de quedarse, la paz de su mente y de su cuerpo al haber encontrado su objetivo, la seguridad absoluta de que estaba haciendo lo correcto. El calor de aquella pequeña mano a la salida de la escuela donde acababa de despedirse la sacudió por dentro y la llenó de una convicción absoluta sobre lo que tenía que hacer, permanecer allí hasta su vuelta. Fue tan fácil; solo tuvo que hacer lo que había hecho siempre, no luchar contra lo que se le presentaba, dejarse arrastrar por las circunstancias, pero esta vez sintiéndose feliz, segura de que eso era exactamente lo que quería.
Así que cuando el ruido de los caballos era ya evidente, cuando la gente se arremolinaba a la entrada de la aldea para recibir a los jinetes, ella apenas podía respirar, solo esperaba verlo llegar entre los demás. Los rumores decían que las luchas habían sido más crudas esta vez, que los enfrentamientos con los compradores en el mercado habían sido mayores, que cada vez era más difícil proteger los productos y conseguir después un buen precio por ellos. Y se aferró a aquella pequeña mano caliente y blandita que había seguido con ella todo ese tiempo.
Por fin desmontaron los jinetes, por fin aquella manita pudo soltarse de la suya y por fin pudo verlo a él cogiendo al pequeño en volandas y estrujándolo como si estuviera hecho de algodón. Por fin podía sentir aquel latigazo en la punta de los dedos que sintió cuando lo había cogido de las manos para despedirse, aquel chispazo al acariciar su cara cuando le prometía que cuidaría de aquellas manitas calientes y regordetas. Por fin pudo abrazarlo todo lo fuerte que le dejaron sus brazos y sentir la misma tormenta eléctrica que sintió en la despedida.
Caían ya los primeros copos, blancos y grandes como plumas. Había que prepararlo todo para el invierno. La casa estaba fría aún, hacía falta recubrirla muy bien de todas aquellas cosas que les unían sin que hubiera una razón lógica. Solo así podrían superar todas las idas y venidas que les estaban aguardando agazapadas. Y el brazo que rodeaba su cintura y la pequeña mano que calentaba su espíritu le aseguraron que pasaría muchos muchos muchos inviernos en aquella aldea.
Qué cosas imagina la mente cuando escucha una música mágica como esta. Sennen no Inori, del grupo japonés Himekami.
No lo conocía, qué bonito suena.
ResponderEliminarBesos!
Sí, es algo diferente. Abrazos.
EliminarQué maravilla, ha sido como un cuento. La música es genial y el relato muy bonito, me ha venido muy bien además.
ResponderEliminarYa nos irás trayendo más experiencias de estas. Cuánta paz.
Abrazos.
Gracias Norah. Prometo no "venirme arriba" demasiado; solo cuando lo propicie la música.
EliminarUna música épica que te ha inspirado un relato de lo cotidiano, de lo que pudiera ser una aldea perdida en cualquier rincón de nuestro mundo.
ResponderEliminarUn abrazo
Algo así, ;D. Abrazos.
EliminarLa música vale para todo: para cuando estás triste, alegre, enamorado... para recordar, olvidar. Para todo. Besos.
ResponderEliminarLa música es magia, y consigue lo mismo que muchas novelas, hacerme viajar. Abrazos.
EliminarPues si esto es lo que ha propiciadp esero que sigas oyendo mucha música. Me llevo la canción justo antes de acostarme. Un beso!
ResponderEliminarEspero que tengas dulces sueños, ;D. Abrazos.
EliminarLa música es preciosa, pero la unión con el relato proporciona un ambiente estupendo. Me ha gustado, muy buenas letras
ResponderEliminarBesos
Gracias, Mientras. Qué amable. ^_^. Un besazo.
EliminarPues no lo conocía. Está muy bien.
ResponderEliminarSí, es una música muy sugerente :D. Abrazos.
EliminarExcelente idea leer con la música de fondo.
ResponderEliminarEs bueno como la música nos llena tanto y consigue inspirarnos, crear mundos, imaginar situaciones, como esas que nos has descrito en tu relato.
Saludos
Gracias, Conxita. La verdad es que hay pocas cosas que la música no consiga. Abrazos.
Eliminarun placer leerte y escucharte, porque la musica parecia brotar de tus letras. algo te llevo a su eleccion. gracias y un saludobuho, hoy musical, buen finde!
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro de haber creado unas buenas sensaciones. Abrazos.
EliminarTu relato acompaña muy bien a la música. O a lo mejor es al revés ;)
ResponderEliminarLa una tiene la culpa de que exista el otro ;D. Abrazos.
EliminarPrecioso relato, Marisa. Y preciosa música, me encanta. Y me la llevo para escucharla más veces. Abrazos.
ResponderEliminarMe alegro, Francisco. Verás como terminas buscando más música de Himekami. Abrazos.
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