Ayer fue un día muy especial para quienes amamos los libros; daba vueltas a la cabeza sin parar sobre la clase de entrada que haría hoy. Quería conseguir un homenaje digno de lo que se celebraba. Quería ser capaz de expresar lo que un libro valía para mí. Quería compartir algo único con todos los que se mueven por estos mundos de libros, blogs literarios, redes, etc. Pero no conseguía encontrar la manera justa.
Esta mañana, mientras desayunaba, terminaba las últimas páginas del libro que tenía entre manos. Con el último sorbo del café llegaban también las últimas líneas de la novela, una buena novela. Y, de repente, se encendió la bombillita: no había mejor homenaje para este día que hablar de un buen libro. Y yo acababa de cerrar uno.
Escribiría sobre un libro, el mejor de los homenaje; Cartas a Palacio, de Jorge Díaz, una buena novela que me había hecho disfrutar, que me había enseñado muchas cosas, que me había llevado a partes de la Historia que no conocía, que me había presentado diferentes puntos de vista sobre las cosas ocurridas, que me había enternecido y sorprendido un poco también; que me había arrancado alguna media sonrisa y alguna lágrima final; que me había emocionado y hecho levantar una ceja de sorpresa.
Estoy segura que la mayoría de vosotros ya conoce esta genial historia sobre la labor de la Oficina Pro-cautivos que puso en marcha Alfonso XIII, y que, como siempre, se quedó en el olvido porque nosotros no tenemos un Spielberg que lleve al cine las hazañas que consiguieron los hombres y mujeres que trabajaron en ella. Estoy segura que casi todos habéis acompañado a Clara, después de abandonar a su novio en el altar, en la interesantísima vida que se le presentó después; como también sentisteis las dudas de Manuel, un anarquista que se ve trabajando codo con codo con el rey al que quiere derrocar; posiblemente también cogisteis cariño a Álvaro, amigo personal de don Alfonso, al verle enfrentándose al despreciable Carlos de la Era; y habréis seguido las andanzas de todos los personajes que han desfilado por este libro: Gonzalo, Frank, Jean- Marie,Carmen, Elisa o la Murciana.
Con una forma de escribir muy eficaz, correcta y bien adaptada a la historia, al momento y a los personajes, el autor me ha sorprendido con una forma de escribir directa, rápida, de mucho diálogo y de frases cortas, casi de crónica periodística, ¿o de guión de televisión?, pero siempre capaz de meterme de lleno en el ambiente de cada barrio y ciudad protagonistas de los hechos. Y me ha sorprendido con unos personajes muy creíbles, que evolucionaban a lo largo de la novela, según iban viviendo cada hecho, cada cambio, cada dura prueba.
Cartas a Palacio me ha descubierto a un rey noble, a personas buenas y justas independientemente del lugar del que procedieran, a la maldad anidada también en cualquier barrio o palacio; a los daños de cualquier guerra, por muy justa que se considere (¿alguna puede serlo?); a miles de situaciones posibles que pueden surgir en circunstancias extremas; a la ignorancia sobre nuestra forma de actuar hasta que nos vemos bajo presión, que es cuando se demuestra verdaderamente como somos; y a otras muchas cosas.
Sí, definitivamente ha sido un buen libro, con un buen argumento que me ha atrapado muchas veces y del que me he alejado en otras, al sentir que el autor proyectaba valores y actitudes demasiado actuales. Pero ha sido siempre un interesante paseo.