domingo, 13 de marzo de 2016

Libros

Aquella mañana tenía el cielo completamente encapotado. Si lo hubiera sabido al salir de casa, habría cogido el paraguas por si acaso; pero mi cielo de las siete era tan negro y las previsiones de mi móvil sobre el tiempo tan poco fiables, que salí de casa solamente con la prisa.
   Cuando llegué a la cita para comer, pasó lo que tenía que pasar: una lluvia torrencial empapaba las calles y me dejaba los pies helados y los hombros encogidos. Menos mal que en el restaurante se estaba calentito, la comida estaba razonablemente buena y la compañía lo curaba todo.
   Mi amiga, que me conoce como pocos, me traía un regalo: "la crónica de una excavación arqueológica en Luxor", según rezaba la portada. Y es que venía acompañada de la historia de Djehuty, "supervisor de los trabajos" y "supervisor del Tesoro" del gran Tutmosis III, allá por los años 1500-1450 a.C. aproximadamente.
 
 La forma en que el arqueólogo Matias Galán había llegado hasta los huesos de este financiero de la XVIII dinastía me quemaba los dedos, que estaban deseando hojear como locos aquella aventura. Y en el tren de vuelta a casa, pudieron tocar el papel mientras yo leía los primeros párrafos de aquel enorme regalo. Ahora, pausadamente, entre libro y libro de los que me acompañan a diario, disfruto de algún capítulo, soboreándolo con calma, tomando notas y participando de los sobresaltos, la euforia y los peligros de los investigadores que lo protagonizan. Disfrutando, ¡vaya!
   Los dos libros siguientes fueron un premio que me concedí por haber llegado a buen puerto, después de un larguísimo paseo por la playa de más de tres kilómetros. No había habido ningún esfuerzo por mi parte, porque el cielo era de un azul brillante, la temperatura de veintitrés grados y el mar de un intenso azul mediterráneo. Para colmo, cuando llegué a la meta, había una estupenda terraza junto al mar que me pedía a gritos que me sentara a tomar un café y, evidentemente, ese café necesitaba lectura. "Curiosamente", muy cerquita de allí, se podía distinguir una librería. Decidí dejar de luchar contra el destino y agenciarme dos novelas históricas que me hacían guiños desde el estante: Cartas desde palacio, de Jorge Díaz, y La Abadesa, de Toti Martínez de Lezea.
   
   Del primero no hay nada nuevo que contar que no se haya contado ya en numerosos blogs. Gracias a Dios, mi desmemoria me sirve para partir de cero de las lecturas de las que he oído hablar mucho y disfrutarlas como si las hubiera descubierto yo misma. En cuanto al segundo, Martínez de Lezea siempre me enreda con relatos históricos y rigurosos y con personajes interesantísimos. Si en esta novela me presenta a una hija ilegítima de Fernando el Católico (que para mí ya siempre tendrá la cara de Rodolfo Sáncho), era lógico que el café se enfriara sobre aquella mesa al sol, y al mar, mientras leía su tres primeras líneas.
   De quien no consigo recordar su llegada es de Con los ojos cerrados, de Gianrico Carofiglio. He buscado en todos los rincones de mi mente, pero sin suerte. También he buscado en mi blog, entre las antiguas entradas, y tampoco ha habido éxito. Sin embargo, por fortuna, lo que mi cabeza olvida lo recuerdan mis libretas.
   
   Para todos aquellos que os sonreís cuando me veis una nueva libreta en la mano, os diré que mi bendito vicio de coleccionista me permite echar mano de los olvidos que apunto en ellas. Y gracias a eso, he sabido que el pasado 13 de noviembre, festejando el día de las librerías, me regalé este libro, que encontré al ridículo precio de 1 €. Pero no solo estaba la historia de su compra, sino que además estaban mis notas para la reseña. Y empecé a recordar.
   Recordé al abogado de causas "casi perdidas" ayudando a Sor Clara a defender a una mujer maltratada, acusada de falsa acusación. Recordé el relato de David contra Goliat, de los propios fantasmas luchando con nosotros mismos, de la soledad que acompaña al fracaso.
   Así es como estos cuatro libros han dejado de estar amontados en uno de mis estantes y han pasado a esa balda de últimas adquisiciones, dispuestos a esperar su turno de lectura.

10 comentarios:

  1. Cuando he empezado a leer las primeras líneas, me han sumergido en esa lluvia y ese restaurante. El resto de la historia también muy buena. No es una lisonja; de verdad escribes muy bien. Me encanta cómo escribes y, por supuesto, me quedo con varias de tus adquisiciones. Yo también le pongo la cara de Rodolfo Sancho a Fernando el Católico. Las comparaciones son odiosas, pero bueno... Besotes.

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  2. Me ha gustado mucho este relato sobre tus adquisiciones. Qué cosas, que hubiera librería cerca. De ese autor leívLis números del elefAnte y me gustó mucho. Lezea es demasiado para mí.
    Abrazos

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  3. Qué buena crónica. Muy original.

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  4. Cartas a palacio quiero leerlo desde hace tiempo y el primero me ha llamado la atención
    Besos

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  5. Los libros nos persiguen :) Curioso que anotes cómo adquieres los libros, cómo llegan a ti. Yo no siempre lo recuerdo. Pero como utilice un cuaderno para anotarlo sería ya un sinvivir y un lío de libretas ;)

    Un abrazo

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  6. Es una bonita forma de contar cómo has adquirido tus libros. Yo también recuerdo cómo conseguí la mayoría de los míos, aunque no todos.
    Besos:)

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  7. Jajaja, me ha encantado cómo llegaron hasta ti, de casualidad, claro, las dos novelas históricas. Yo no me he parado a comprobar si recuerdo cómo adquiero mis libros, me dejas pensando ...

    ¡Disfruta las lecturas!

    bsos!

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  8. Qué manera más bonita de enseñarnos tus libros. Me ha gustado mucho. Besos

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  9. ¡Madre mía! Qué control sobre tus libros. Cada uno con su historia. Voy a copiarte la idea y anotaré en la primera página cómo llegó hasta mí. Un abrazo.
    Zarzamora

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  10. Me ha encantado la manera que has tenido de presentarnoslos Me quedo con curiosidad de La abadesa
    Besos

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