Espronceda, y no digamos Becquer, estarían muy orgullosos de esta novelista que, estoy segura, ha recogido el testigo del más puro Romanticismo español del siglo XIX: ruinas góticas, amores imposibles más allá de la muerte, tormentas espeluznantes, espíritus.
Victoria Álvarez creó en Hojas de dedalera todo un mundo propio, entre cementerios, abadías olvidadas, sórdidas calles londinenses y grandes mansiones; un ambiente romántico (ahora denominado gótico) que nos envuelve desde que empezamos a leer. No sé si ella habrá sido consciente de cómo ha recuperado lo que sus antecesores literarios hicieron hace un par de siglos, pero yo he visto miles de pequeños detalles de los que estudiaba en mis libros de literatura del insti, pequeñas pellizcos que me han llenado de nostalgia y me han hecho disfrutar de lo lindo.
No hace mucho os contaba mis impresiones de la última entrega de la trilogía de Victoria, Dreaming Spires. Bien, pues su "regusto" me hizo lanzarme de cabeza a por esta novela, la primera creo, para conocer sus orígenes, para ver desde dónde partía. Y ahora entiendo su evolución.
Puede que el argumento y los hechos hayan sido catalogados como "novela gótica juvenil" en más de un sitio por donde he pasado, pero os aseguro que la madurez con que afronta la historia y cómo construye a los personajes es muy adulta. Quizás haya algunos acontecimientos un poco traídos por las pelos, para hilvanar mejor la trama, pero la profundidad de los personajes está más que lograda, no importa si son los protagonistas o los secundarios, ninguno de ellos me ha parecido plano o forzado, o "de relleno"; cada uno cumplía perfectamente su papel.
El argumento lo podéis encontrar fácilmente y, además, creo que cada lector debe ir descubriendo las cosas poco a poco, al menos yo prefiero no saber demasiado de lo se cuece en el libro que tengo entre manos, y por eso leo muy por encima las sinopsis y me dejo guiar por los títulos y las portadas (sí, así de superficial soy yo, y no me va mal del todo), salvo cuando alguna de vuestras reseñas me convence totalmente. Solo os diré que la pequeña Annabel nos seduce desde el principio, jugando entre las tumbas del cementerio en el que crece y hablando con los espíritus que también viven en él. Seguirá haciéndolo de mayor, con su seguridad y su carácter luchador y decidido, mientras vemos cómo se enfrenta a secretos que tumbarían al más pintado, cómo planta cara a todo tipo de vivos y muertos y cómo encuentra al amor de su vida, por el que es capaz de todo. No os digo nada de Víctor.
Porque, sí, esto es una historia de amor, entre espíritus, cementerios y ruinas medievales, pero una historia de amor que traspasa el más allá, y que la autora nos cuenta con un lenguaje muy sencillo, muy cercano, pero muy rico, y bastante bien utilizado para conseguir el efecto deseado en cada momento: misterio, amor, terror, sentimientos; un lenguaje lleno de imágenes que crean un ambiente increíblemente bien conseguido para que una trama apasionante te atrape desde el principio y no te suelte hasta los agradecimientos.
Sí, lo habéis adivinado: he disfrutado como una loca con esta novela. Porque soy una Romántica irremediable y disfruto con las historias de amor que parecen imposibles, porque me encantan los ambientes misteriosos que lo envuelven todo de niebla o de llovizna y porque adoro la época victoriana. Es cierto que, en mi opinión, había cosas aún por pulir: alguna escena poco desarrollada, algún personaje no muy perfilado, algún elemento tópico muchas veces visto, pero las grandes cosas se van forjando y perfeccionando con el tiempo, y estoy segura de que esta joven escritora tiene mucho mucho que decir, y lo iremos viendo paso a paso, no me cabe duda.