domingo, 6 de diciembre de 2015

¡Ay! Doña Ana

¡Ay! Doña Ana María, nos dejó usted bastante solos cuando se marchó, y a mí, en estas últimas semanas, perdida, al no poder terminar su historia. 
   Demonios familiares me ha parecido llena de promesas, con una historia que había cogido fuerza poco a poco y que, de repente, frenó en seco y me dejó llena de dudas, de intrigas. Sí, lleva razón, ha sido culpa mía. Yo ya sabía que a usted no le había dado tiempo a terminar esta novela, pero, no sé dónde, mi subconsciente creyó escuchar que alguien la había terminado por usted. Quizás fueran las ganas de justificar esta lectura lo que me hizo suponer ese final o quizás la necesidad de volver a disfrutar con su escritura. El caso es que me lancé a leer.
   Perdonará mis conclusiones, espero, pero es difícil analizar un libro que no tiene fin, hablar de personajes de quienes no conoces su reacción final. Es complicado compartir las impresiones de una obra que no está completa. Es cierto que, a veces, basta un sorbo de vino para degustarlo, para sacar sus virtudes o defectos, pero es el sorbo final que le damos a la copa, lo que realmente nos permite conocer la nobleza de ese vino o sus pecados; conocer su verdadero carácter, cuando lo puedes sentir en tu estómago y en tu cabeza.

   Yo estaba cogiendo cariño a Magdalena, la criada fiel y soporte de la casa, la que había cuidado tanto de Yago, la sombra fiel y ayuda absoluta del coronel, como de Eva, su hija, a la que este no había sabido querer. Estaba empezando a entender a Eva, a sus lamentos constantes por el tipo de vida que había llevado, a sus intentos de romper con todo, a ciertas actitudes de amargura que más parecían de anciana que de jovencita de dieciséis años. Me había metido de lleno en la historia de quienes les acompañaban, de todos aquellos que trataban de sortear los difíciles años de la guerra civil como podían, como sabían o como les dejaban. Empezaba a averiguar los secretos familiares que surgían poco a poco entre tanto cambio y tanta lucha. Estaba disfrutando de esa forma de escribir tan suya, doña Ana, tan cercana y tan poética a la vez, de esa manera que tenía de hacernos conocer a los personajes casi exclusivamente por sus actos y no simplemente por una descripción suya.
   Y ahí quedó todo, en la última visita de Eva al desván para comprobar como estaba Berni, como se recuperaba de sus heridas; para comprobar también como se comportaba ella misma delante de él. Pero su mano ya se había parado hacía tiempo, el bullicio de ideas de su cabeza se había quedado flotando quién sabe por dónde. No había mucho que hacer, salvo leer las notas de Mari Paz Ortuño y tratar de comprenderla a usted mejor y a sus posibles intenciones con esta novela.
   Menos mal que nos dejó usted el final: un pequeño párrafo que deja a cada uno la posibilidad de imaginar ese hueco blanco entre los recuerdos de Berni y los sentimientos de... ¿Quién? ¿Eva quizás?
¡Ay! Doña Ana María.

11 comentarios:

  1. Ay, Marisa...¡Qué bonita entrada!
    Besos

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  2. Todavía no he leído nada de esta autora y quería estrenarme con este libro pero no sabia lo del final y no me hace mucha gracia. ..
    Besos

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  3. La verdad que es una autora que me encanta, y es cierto que aquí queda un hueco para que el lector "decida"
    Besos

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  4. No sé como lo haces que siempre me dejas intrigada, aunque con un final así...no termina de convencerme.
    Besos!

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  5. No me he llevado muy bien con ella pero una perdida así siempre se siente.

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  6. Olvidado Rey Gudú es uno de mis libros favoritos, pero poco más he leído de ella... Espero seguirla conociendo poco a poco, que me parece una escritora fabulosa. 1beso!

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  7. Tengo este libro desde que salió, claro. Más casi como una reliquia, sin prisa por leerlo. No es fácil leer un libro inconcluso, tantas cosas habrán quedado ahí, en el aire. Vale, podemos poner de nuestra parte, pero... la Matute era única, seguramente conseguiría llevarme donde yo no seré capaz.

    Un abrazo

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  8. Pues con hueco incluso no me importaría nada leer este libro. Creo, y me echo las manos a la cabeza, que no he leído nada de la autora aún. Tendría que poner remedio no? Me ha gustado mucho tu reseña. Es una manera muy bonita de hacernos llegar tus impresiones. Besos.

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  9. Muy bonita entrada, Marisa. Y me ha traído a la mente la charla de doña Ana Mª a la que asistí el año pasado. Quizás recuerdes que lo comentamos en mi blog :)
    Y me ha dado cierto vértigo pensar que en ese momento estaba ella trabajando en este libro que ahora comentas, y que dijo que no quería desvelar mucho y sólo dio unas nociones generales sobre la historia.

    Aparte de esto, a veces pienso que el final de un libro, en algunos casos, es lo de menos, que lo esencial es la historia en sí y su desarrollo, y que la forma en que acabe no es lo más importante. Supongo que por eso existen los finales abiertos. ¿No podríamos en este caso hacer como si Matute hubiera dejado el final abierto, y decidir nosotros cómo acaba la historia según el camino que llevara?
    Un abrazo.

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  10. Yo aún no he leído nada de esta gran mujer, ¡imperdonable! Este libro lo tengo anotado (a pesar del final, que a mí no me importa), así que a ver si me hago con él.

    bsos!

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  11. Yo leí -creo que no completamente- "Olvidado rey Gudú" y, la verdad, acabé harta de tanta fantasía. Creo que nunca lería un libro sin final. Prefeririá que otro escritor lo terminará.
    Se nota que a ti sí te gusta esta escritora. Un abrazo.

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