sábado, 27 de diciembre de 2014

Dónde leer hoy. Delante de la chimenea

La casa está absolutamente dormida, no se oye ni el más mínimo ruido y todavía quedan restos de las últimas brasas en la enorme chimenea que hay en el salón. Nos hemos acostado bastante tarde, pero me he despertado temprano para hacer honor a mi fama de abonada al insomnio crónico, justo después del amanecer,en esas horas de penumbra que tanto me gustan. Entonces, es cuando más tranquila y profundamente leo.
   Aún se mantiene el olor a leña mezclado con el de los últimos cubatas con los que brindamos anoche acompañando la puesta al día de nuestras vidas. Ahora, todo está en silencio, un silencio espeso que se cuela por los oídos y que parece que me envuelve igual que la manta que he cogido para taparme. Ya estoy lista, tengo el libro en una mano y la taza de café caliente en la otra. Los pequeños de la casa están todavía profundamente dormidos y nunca se sabe cuando van a despertar, así que tengo que aprovechar estos momentos de aislamiento. 
   El sillón está en el sitio justo, delante de la chimenea, ni demasiado cerca como para achicharrarme, ni demasiado lejos como para echarla de menos. El chisporroteo de las ascuas delante de mis pies, extendidos sobre la banqueta, ponen la música de fondo. Tengo todavía el pijama puesto que, para mí, es uno de los mayores placeres de las mañanas festivas, y ya he conseguido darle la forma de mi cuerpo al orejero, a pesar de la manta que se resbala constantemente y me hace dejar el café a un lado si quiero mantenerme así de calentita. 
   Santiago Posteguillo, Publio Cornelio Scipion y yo nos encontramos de nuevo, esta vez en las llanuras del río Tesino, en plena batalla contra las tropas cartaginesas de Aníbal. La tensión se mastica junto con el polvo y el sudor de la batalla. Si me permitís, voy a darle otro sorbito al café, a sujetar con fuerza la manta y a aprovechar el silencio hasta que lleguen los primeros despertares. Con vuestro permiso...

domingo, 21 de diciembre de 2014

Recuerdos

Mañana empieza la Navidad. En mis recuerdos, el pistoletazo de salida lo daba la tele desde buena mañana con la cantinela de los niños de San Ildefonso. Entonces, los cánticos sonaban en pesetas, pero mis sensaciones eran las mismas que ahora. Mis recuerdos me dicen que mañana empieza de verdad la Navidad; ni con el alumbrado oficial, ni con Cortilandia, ni con El Almendro o con Freixenet. Ni hablar, todo empieza mañana con el olor a día de vacaciones, con el desayuno tranquilo en la mesa del salón viendo el sorteo y con el pijama puesto, con las cajas del belén y de los adornos navideños, y con todos los artilugios preparados por mi madre para tenernos todo el día entretenidos con trabajos manuales: angelitos, reyes magos, estrellas, etc.
   Los recuerdos vuelven todos los años a visitarme, porque yo les invito. No dejo que la Coca-Cola, los perfumes o Toysrus me ocupen el poco espacio libre que tengo en casa para los amigos. 
   Así que, yo sí celebro la Navidad, porque me entusiasma, porque la disfruto, porque quiero recordar todo lo que sentía de niña: el frío en la cara cuando salíamos a enviar las tarjetas de Navidad y la carta de los Reyes Magos, el ruido de los primeros panderos y zambombas de la gente que se reunía con los amigos, el olor dulce de las pastelerías.
   No me importa la falta de belenes en los escaparates, donde solo hay muñecos de nieve y papanoeles, llenos de escarcha, no me importan las quejas de la gente sobre todo lo comercial y falso de la Navidad mientras te hablan cargados de bolsas y paquetes de regalos; sí siento el barullo y el machaqueo publicitario que tienen que soportar quienes odian la Navidad y siento muchísimo más la tristeza de aquellos que echan de menos a quienes más han querido. Pero yo tengo la enorme suerte de tener conmigo a casi todos los que más quiero, y los que faltan siempre me hicieron disfrutar de estas fiestas somo si ellos no echaran de menos a nadie. Esas sonrisas, esos villancicos que cantábamos desafinando como loros, esa decoración espantosa hecha de rollos de papel higiénico, nueces y cartulinas de colores y los bombos dando vueltas en la televisión son mis invitados a partir del lunes y pienso hacerles todos los honores.
   Mañana, extenderé sobre la mesa virtual de mi trabajo todos los billetes de lotería que comparto y reparto, tal y como hacía mi abuelo cada 22 de diciembre y, después, buscaré los libros que estaban siempre desperdigados por la casa porque se leían "a salto de mata" entre el despertar y el desayuno o entre la merienda y la visita a la familia. Así empezaré a celebrar la Navidad, mi Navidad.
Feliz Navidad a todos.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Encantada

No dejan de sorprenderme los abrazos que recibo a través del blog; yo que pensaba que esto de Internet era algo frío. Para nada, aquí me tenéis otra vez, recibiendo un nuevo "abrazo" virtual con premio, esta vez de parte de Ángeles del blog Juguetes del viento
   El premio vuelve a ser "The best blog" y vuelve a tener preguntas a las que responder; así que me pongo a ello, encantadísima:
1. ¿Qué te impulsó a crear un blog?
Una terapia propuesta por mi cuñada, Isabel, para superar unos malos momentos (ya pasados). Necesitaba algo que me hiciera sentir entusiasmo y despertara mi interés. Y aquí estoy, enganchadísima.
2. ¿Qué libro estás leyendo ahora?
Prefiero no decirlo, porque no me está gustando nada, y siempre me da mal rollo hablar mal de un libro.
3. Si pudieras subir al “anacronópete” de Enrique Gaspar para viajar en el tiempo, ¿a qué época y lugar te gustaría ir?
¡Uf! No pararía ni un segundo; sería un ir y venir continuo, desde la época de los faraones al futuro de mis sobrinos. Pero, si debo elegir, me encantaría visitar Judea por estas fechas.
4. ¿De qué novela o cuento te gustaría ser un personaje?
De los de Jane Austen, Galdós o Rosamunde Pilcher. 
5. ¿Y en cuál no querrías estar por nada del mundo?
No me verían el pelo por ninguno de crímenes, de Poe o de guerras; eso prefiero disfrutarlos desde este lado de las páginas, me lo paso de miedo viendo "los toros desde la barrera".
6. ¿Qué prefieres, una novela de amor o un amor de novela?
El segundo, el segundo; el primero ya lo tengo.
7. De los libros que has leído ¿cuál le recomendarías a un adulto que quiere iniciarse en el hábito de la lectura?
Las recomendaciones siempre son difíciles, pero creo que una buena novela histórica, bien contada, porque entretiene a la vez que enseña.
8. ¿Y cuál le recomendarías a alguien que lee mucho?
A eso sí que no me atrevo, más bien sería al revés, le pediría recomendaciones a él.
9. ¿Cuánto es el máximo tiempo que has estado sin leer ningún libro?
Una semana, y fue eteeeeeerna.
10. ¿Cuál es tu palabra favorita?
Ahora se me ocurren tres, pero hay muchísimas más: alfeizar, cerezo, lluvia...
   Y después de que Lady Aliena, Zazou y Ángeles fueran tan generosas como para concederme este premio, voy a seguir la cadena y a nombrar a otros blogs de menos de 200 seguidores que alarguen hasta el infinito el gustazo de recibir un premio. 
Mis elegidos son:
India Stoker, de Parafraseando libros
Hache C., de Los libros de Hace.
Marie, de A book a day keeps de doctor.
Zarzamora, de Desde mi ventanilla.
Y estas son las preguntas:
1. ¿Crees que somos lo que leemos?
2. Un género que te apasione.
3. Un género que se te atragante.
4. Un gran clásico con el que no puedes.
5. Un gran clásico con el que pensabas que no podrías y te ha encantado.
6. ¿Te dejas llevar por lo que cuentan los críticos?
7. ¿Te interesa la vida que hay detrás del escritor?
8. ¿Qué te hace soñar de un libro?
9. ¿Acabas todos los libros, aunque no te gusten?
10 ¿Cómo explicarías tu amor por los libros?
   
   Gracias por todo.


domingo, 14 de diciembre de 2014

El perdón de don Quijote

Nuestro hidalgo, no solo es valiente y justo y caballeroso, también es bondadoso y comprensivo; por eso, ha perdonado mis ausencias y ha valorado mi lucha contra el tiempo. En este pulso, sigo con el brazo a punto de tocar la mesa, pero resisto, mantengo la distancia e, incluso a veces, me separo unos centímetros de la derrota.
   Como el sabe de encantamientos y pérdidas de batallas, perdona mis ausencias y me deja recapitular sus últimas andanzas en esta entrada "dominguera", que serán las que vengan de ahora en adelante.
   Mi última visita encontró con don Quijote enfurecido por la "cruda realidad" que salía de la boca de su escudero, refiriéndose a la supuesta reina Micomicona:
«yo tengo por cierto y por averiguado que esta señora que se dice ser reina del gran reino Micomicón no lo es más que mi madre; porque, a ser lo que ella dice, no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta». 
   La caballerosidad de don Quijote no podía consentir estas cosas y explotó como un tornado:
«-¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente! ¿Tales palabras has osado decir en mi presencia y en la destas ínclitas señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osaste poner en tu confusa imaginación?» 
   ¿Cómo acabó la cosa? Con las deudas pagadas por el cura y don Fernando, con la tormenta apaciguada por el buen decir de la discreta Dorotea, con una nueva trama urdida por todos para llevarse de vuelta a nuestro hidalgo, metido en una jaula y haciéndole creer que estaba en una prisión por obra de un encantamiento, y con la reconciliación de Sancho y su señor. Después, todos se despiden, se desean lo mejor, prometen escribirse, lo normal.

   ¿Cómo serán las próximas aventuras de nuestro caballero?: de vuelta a casa, con don Quijote enjaulado: «jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires (...)» y Sancho escamado: «Por Dios, señor -replicó Sancho-, ya yo los he tocado; y este diablo que aquí anda tan solícito es rollizo de carnes, y tiene otra propiedad muy diferente de la que yo he oído decir que tienen los demonios». Y en el camino de vuelta se encuentran con un canónigo y sus acompañantes que, claro está, quieren enterarse del por qué de esa extraña "procesión", y ya enterado de todo, le suelta una buena berborrea sobre los libros de caballerías que, al parecer, había leído de vez en cuando, y que no le gustaban "ni pizca": «-Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de caballerías;». Y bla, bla, y bla, bla...: «(...) y, aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, (...) jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo». Sí, sí, eso dicen todos: «¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía, y mañana amanezca en tierras del Preste Juan de las Indias (...)?».
   Y así se pasan este capítulo XLVIII el señor canónigo y el señor cura, hablando de lo divino y lo humano sobre libros de caballerías contra grandes obras literarias, sobre memeces que gustan al vulgo y escritores que crean obras maestras. Solo por curiosidad, ¿a que esto os suena familiar?:
«Si estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia, todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, (...), y los autores que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo, (...); y que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide, no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, (...), y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos, deste modo vendrá a ser un libro, (...). Y, aunque algunas veces he procurado persuadir a los actores que se engañan en tener la opinión que tienen, y que más gente atraerán y más fama cobrarán representando comedias que hagan el arte que no con las disparatadas, (...), que no hay razón ni evidencia que dél los saque». ¡Ay! ¡Qué poco hemos cambiado!
   
Y para ir acabando con este reencuentro que he tenido con nuestro caballero, me despediré con el capítulo XLIX, una auténtica maravilla de diálogos entre la razón y la sinrazón, entre lo que ven los ojos de Sancho y lo que imaginan los de don Quijote. Dejamos a los dos hablando sobre las necesidades humanas:
«-(...) y así, porque hace al caso a nuestro cuento, pregunto, hablando con acatamiento, si acaso después que vuestra merced va enjaulado y, a su parecer, encantado en esta jaula, le ha venido gana y voluntad de hacer aguas mayores o menores, como suele decirse. -¡Ya, ya te entiendo, Sancho! Y muchas veces; y aun agora la tengo. ¡Sácame deste peligro, que no anda todo limpio!».
«-¡Ah -dijo Sancho-; cogido le tengo! Esto es lo que yo deseaba saber (...). De donde se viene a sacar que los que no comen, ni beben, ni duermen, ni hacen las obras naturales que yo digo, estos tales están encantados; pero no aquellos que tienen la gana que vuestra merced tiene. -Verdad dices, Sancho (...), pero ya te he dicho que hay muchas maneras de encantamentos, (...), y que agora se use que los encantados hagan todo lo que yo hago, aunque antes no lo hacían».
   El pobre Sancho está que no vive pensando en cómo liberar a su amo. Consigue que el señor cura le deje salir para "aliviarse" y, bajo palabra de honor de no escapar, don Quijote abandona su prisión, estira las piernas, hace lo que tiene que hacer y se dedica a discutir con el canónigo sobre libros de caballerías.
   Y aquí les dejamos: discutiendo, batallando, defendiendo posturas y admirándose mutuamente de la ignorancia del otro.
Gracias mi amable caballero por dejarme acompañarle de nuevo.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Un competidor para Anne Perry

No hacía falta que hojeara mi pequeña libreta de notas; tenía todas las sensaciones de este último libro en la punta de los dedos. El problema era trasladar lo bien que lo había pasado y cuánto había disfrutado a la pantalla del ordenador.
   Al más puro estilo Anne Perry, Carlos Poveda nos hace pasear por las calles de París, a principios del siglo XX, lo mismo en un edificio de un estupendo barrio con vistas a esa "nueva mole de hierros", resultado de la última exposición universal, que por los barrios más oscuros y bohemios de Montmartre. El gabinete del alquimista asesinado, el señor Bonancieux, envuelto en demasiados misterios, pone en contacto a personajes tan diferentes como Violeta, una aristócrata española, su ahijado Ulises, un joven negro y bohemio, y el detective Clouet, que no se fía ni de su sombra. 
   Maravillosamente escrito, con un lenguaje ligero, adecuado a cada personaje y momento, sencillo pero rico, me ha hecho disfrutar de los pensamientos de cada uno de los protagonistas, de las excelentes descripciones de ambientes y sentimientos, del misterio que rodea al asesinato, a la investigación y a los personajes.
   La verdad es que yo jugaba con ventaja; había sido una recomendación de mi "surtidora" oficial de lecturas, mi madre, que una vez más acertó de pleno, conociéndome como lo que es. Ella sabía que todo lo que rodeaba a la trama me iba a entusiasmar tanto como el propio argumento. Y es que no solo nos encontramos con una investigación de asesinato, sino también con diferentes mundos y clases sociales que conviven en la misma ciudad, a veces, sin cruzarse, otras, rozándose por culpa de las circunstancias: la vizcondesa Violeta y sus contactos en el gobierno de la República; el mundo bohemio de pintores y artistas que sobreviven como pueden mientras crean; las comisarias de policía de la época y sus "métodos" de presión; y la alquimia, el espiritismo, el vudú, algo que, en principio, podría hacernos chirriar los dientes y que, sin embargo, está perfectamente encajado en la historia y sobre lo que aprenderemos muchísimo de una forma natural y sencilla, sin grandes párrafos didácticos, sino dentro de las propias vivencias, deducciones y preguntas de los protagonistas.
   
   ¡Ah! Los protagonistas, ¡qué maravilla! Qué completos, que redondos, que reales. Desde el principio te encariñas con unos y detestas a otros; unas veces deseaba descubrir sus más ocultos misterios, que aparecen como pinceladas, y al mismo tiempo, temía encontrar algo que no me gustase, porque les había cogido cariño, les admiraba, me gustaba su forma de ser, su fuerza, o su misteriosa suerte y no quería verles cometiendo un asesinato. Verles moverse con esa soltura entre los personajes reales que aparecen en la novela, les daba todavía mayor realismo, mayor riqueza. Con ellos he aprendido sobre ciencias ocultas, sobre arte, sobre aquella Belle époque, lo sórdido de la política y las antiguas técnicas policiales, y sobre las vueltas que da la vida.
   Ir descubriendo pequeños detalles de la investigación al mismo tiempo que lo hacemos de los personajes me tuvo literalmente pegada al libro, hasta el punto de haber corrido el riesgo de terminar en la estación de Chamartín en vez de hacer trasbordo en Sol. Las pistas falsas, los que no son lo que parecen, los que te enamoran desde el primer capítulo, las calles oscuras, los cafés repletos de humo, las buhardillas llenas de cuadros a medio terminar, entre otras muchas cosas, crean una novela, a mi modo de ver, interesante, entretenida, a veces irónica, inquietante, misteriosa y siempre genial.
   Vuelvo la vista a mi pequeña libreta de notas que se ha quedado algo olvidada al lado del teclado. Pero todo me salía tan a borbotones que temía no poder explicar todo lo que había disfrutado si paraba. Espero hacerle más caso la próxima vez.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...