martes, 30 de septiembre de 2014

Capítulo XXXVIII: Y don Quijote se explayó a gusto

Todos sabemos que don Miguel utilizó su obra, no solo para entretener y contar, sino también para despacharse a gusto con todo aquello que le inquietaba. Lo hizo con los molinos de viento, infernales recién llegados que estropeaban el paisaje castellano (¡si viviera ahora!); con la liberación de los galeotes, que consideraba excesivamente maltratados; y lo hace ahora con los hombres de armas, a los que considera abandonados y poco valorados por la sociedad a la que sirven.
"Lléguese, pues, a todo esto, el día y la hora de recebir el grado de su ejercicio; lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo, que quizá le habrá pasado las sienes, o le dejará estropeado de brazo o pierna. Y, cuando esto no suceda, sino que el cielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se quede en la mesma pobreza que antes estaba, y que sea menester que suceda uno y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor, para medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces".
   Como antiguo soldado, él tenía una espinita clavada en la que, imagino, pesaban bastante sus años de cautiverio en Argel. A través de boca de don Quijote, el autor nos muestra lo que siente acerca de la labor del soldado, su comparación con los hombres de letras y el honor en el combate.
"Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que, hallándose cercado en alguna fuerza, (...) siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? Sólo lo que puede hacer es dar noticia a su capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo, temiendo y esperando (...). Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar; (...) valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra".
"Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería (...), con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos".
   Y para dejarnos pendientes del siguiente capítulo, don Miguel nos promete contarnos la vida del cautivo recién llegado a la posada. Pero esto será ya la próxima semana.

8 comentarios:

  1. Y tanto que se explayó. Yo debo admitir este me resultó un pelín cansino.
    Besos.

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    1. Acostumbrados a sus danzas, este requería más sosiego, ;D. Abrazos.

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  2. Paso de puntillas, es el que me toca esta semana.
    Besos

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  3. A ver don Miguel qué nos cuenta la próxima vez. Besos.

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  4. A mi que esta parte se me hizo lenta...
    Besos

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