martes, 30 de septiembre de 2014

Capítulo XXXVIII: Y don Quijote se explayó a gusto

Todos sabemos que don Miguel utilizó su obra, no solo para entretener y contar, sino también para despacharse a gusto con todo aquello que le inquietaba. Lo hizo con los molinos de viento, infernales recién llegados que estropeaban el paisaje castellano (¡si viviera ahora!); con la liberación de los galeotes, que consideraba excesivamente maltratados; y lo hace ahora con los hombres de armas, a los que considera abandonados y poco valorados por la sociedad a la que sirven.
"Lléguese, pues, a todo esto, el día y la hora de recebir el grado de su ejercicio; lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo, que quizá le habrá pasado las sienes, o le dejará estropeado de brazo o pierna. Y, cuando esto no suceda, sino que el cielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se quede en la mesma pobreza que antes estaba, y que sea menester que suceda uno y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor, para medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces".
   Como antiguo soldado, él tenía una espinita clavada en la que, imagino, pesaban bastante sus años de cautiverio en Argel. A través de boca de don Quijote, el autor nos muestra lo que siente acerca de la labor del soldado, su comparación con los hombres de letras y el honor en el combate.
"Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que, hallándose cercado en alguna fuerza, (...) siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? Sólo lo que puede hacer es dar noticia a su capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo, temiendo y esperando (...). Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar; (...) valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra".
"Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería (...), con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos".
   Y para dejarnos pendientes del siguiente capítulo, don Miguel nos promete contarnos la vida del cautivo recién llegado a la posada. Pero esto será ya la próxima semana.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Paseando por las novedades

Hay países, como Francia, que tienen un término propio para toda la vorágine que se forma con la llegada de las publicaciones literarias de inicio de temporada. Es la rentrée, algo así como una "vuelta al cole". Yo me he dado un paseo por Internet para ver qué se "cocía" por esos mundos literarios y navegando arriba y abajo, yendo por aquí y por allí, me he encontrado con muchas cosas interesantes. Y he tenido que seleccionar, por supuesto.
   No sé si los he elegido porque ellos ya no están con nosotros o porque el otoño me llena de nostalgia por antiguos genios, por grandes escritores de tiempos pasados. En unos momentos en los que, por suerte, las redes parecen colapsadas con nuevos autores que luchan por hacerse un hueco, este repaso por las secciones culturales de los periódicos me ha traído el recuerdo de anteriores formas de escribir y de ver el mundo.

   En ese ir y venir, me he encontrado con una exposición muy especial, en la Casa de América de Madrid, dedicada a Juan Carlos Onetti, un autor con una idea muy personal del espacio en el que quería crear. Y dentro de esta "idea" podremos movernos a través de la recreación de su habitación, en medio de sus objetos más queridos, de sus libros dedicados y de grabaciones con su voz. ¿Por qué no leer algunos pasajes de sus obras antes de pasear entre el mobiliario de su casa en Avenida de América? ¿Por qué no hacerlo también después para ver si percibimos algo diferente?

   Y siguiendo ese paseo, una enorme foto de Ana María Matute hacía que detuviera mis pasos en la noticia que me hablaba de la última obra en la que trabajaba esta escritora cuando nos dejó. A falta de dos capítulos, Ana María Matute dejaba esbozado el final de Demonios familiares, como broche de una novela de despedida escrita a máquina y corregida a mano. No me digáis que no se os altera la curiosidad.  

martes, 23 de septiembre de 2014

Capítulo XXXVII: Y volvió la princesa Micomicona y aparecieron nuevas aventuras

Va llegando el final de la novela intercalada de Dorotea, Cardenio, Luscinda y Fernando. Por arte de la pluma de don Miguel, quedan todos tan amiguitos en un abrir y cerrar de ojos, cada oveja con su pareja, y el pobre Sancho con un disgusto que no le cabe en el cuerpo:
"Todo esto escuchaba Sancho, no con poco dolor de su ánima, viendo que se le desparecían e iban en humo las esperanzas de su ditado, y que la linda princesa Micomicona se le había vuelto en Dorotea, y el gigante en don Fernando, y su amo se estaba durmiendo a sueño suelto, bien descuidado de todo lo sucedido".
   Y es que volvía a ser el triste escudero de un hidalgo loco. Mientras, don Quijote, tan descansadito él después de la pelea vinatera, se presenta tan "pichi" delante del personal a comprobar los encantamientos propios de ese castillo que transforma los ogros en odre y la sangre en vino:
"-Estoy informado, hermosa señora, deste mi escudero que la vuestra grandeza se ha aniquilado, y vuestro ser se ha deshecho, porque de reina y gran señora que solíades ser os habéis vuelto en una particular doncella. Si esto ha sido por orden del rey nigromante de vuestro padre, temeroso que yo no os diese la necesaria y debida ayuda, digo que no supo ni sabe de la misa la media, y que fue poco versado en las historias caballerescas, porque si él las hubiera leído y pasado tan atentamente y con tanto espacio como yo las pasé y leí, hallara a cada paso cómo otros caballeros de menor fama que la mía habían acabado cosas más dificultosas (...)".
   Imaginaos que estáis en un bar, tomando unos vinitos con su tapita, y os aparece un tipo: "su rostro de media legua de andadura, seco y amarillo", con la moda de hace siglos, hablando de ogros y encantamientos. ¿Cómo se os quedaría el cuerpo? Pues así se quedaron los que estaban allí, con la boca abierta y decididos a que ese pobre hombre volviera a su casa y dejara de dar tumbos por el mundo. Así es cómo decidieron seguir con la historia de la princesa Micomicona, desorientando a don Quijote y alegrándole la vida a Sancho:
"-Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España. Dime, ladrón vagamundo, ¿no me acabaste de decir ahora que esta princesa se había vuelto en una doncella que se llamaba Dorotea, y que la cabeza que entiendo que corté a un gigante era la puta que te parió, con otros disparates que me pusieron en la mayor confusión que jamás he estado en todos los días de mi vida?"
   La mayor de su vida, dice, ¡qué ironía! ¿Verdad?
"-Vuestra merced se sosiegue, señor mío -respondió Sancho-, que bien podría ser que yo me hubiese engañado en lo que toca a la mutación de la señora princesa Micomicona; (...) De lo demás, de que la señora reina se esté como se estaba, me regocijo en el alma, porque me va mi parte, como a cada hijo de vecino". 
   Él a lo suyo.
  Para no alargar más el relato, os diré que don Miguel, no contento con redactar todo un discurso de nuestro hidalgo a favor de la paz (aunque basada en las armas) y de la importancia de las letras, haciéndonos olvidar su locura, decide introducir una nueva historia protagonizada por dos nuevos personajes que aparecen de repente en la venta, con un toque de misterio que ya dejamos para el siguiente capítulo.
   Que lo disfrutéis.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Otoño

No podemos negar la realidad. Por mucho que queramos retrasar las cosas, la naturaleza sigue su curso. A mí me hubiera gustado alargar el verano un poco más, ampliar los atardeceres y las horas de luz, mantener los balcones abiertos durante toda la noche y los baños a la luz de la luna. Pero la tierra sigue girando, las hojas empiezan a caer y el otoño protesta para que le dejen entrar.
En estos casos, lo mejor es buscar las ventajas del cambio, la parte positiva, los pequeños placeres que trae la nueva estación.
   A partir de ahora, mis paseos por el jardín estarán teñidos de miles de colores diferentes, del verde al rojo, pasando por naranjas y amarillos. Mis lecturas mañaneras estarán acompañadas de una pequeña manta, suave y ligera, y de un olor a aire frío y húmedo. Me tomaré una buena taza de té calentito cuando me siente a leer alguna que otra tarde que, por ser pocas, sabrán mejor. Habrá algún que otro chaparrón que limpiará el ambiente y me permitirá refugiarme en algún pequeño café donde leer ese libro que siempre llevo en el bolso.
   El otoño trae consigo muchas cosas agradables. El peso de la colcha sobre los hombros mientras leo por las noches antes de dormirme, las lecturas al sol de media tarde que ya no derrite y el tacto de esa rebeca que apenas pude estrenar la temporada pasada porque la compré poco antes de que nos invadiera el calor.
   Todas estas sensaciones necesitan de unas lecturas especiales. No me sirve cualquier cosa. Ahora dejaré apartadas las novelas de viajes o de aventuras, también las históricas y las policíacas. De momento, solo de momento, como homenaje al otoño, elegiré novela británica, costumbrista, para tomar el té y dar largos paseos por la campiña. Volveré a releer pasajes de La Regenta para ir al teatro o visitar la catedral. Es muy posible que eche mano de alguna novela romántica, pero nada pasteloso, tipo Jane Eyre, en la que haya pasión y crítica social a partes iguales y, posiblemente, caerá también algún que otro poema de Machado sobre los Campos de Castilla, llenos de nostalgia y de colores ocre. Después de esto, volveré a leer todo lo que se cruce en mi camino.
    Creo que es una buena forma de empezar el otoño, pero estoy segura de que cada uno de nosotros tendremos la nuestra. ¿Verdad?

martes, 16 de septiembre de 2014

Capítulo XXXVI: Y la venta se llenó hasta la bandera

Lo mismo que el ventero se frotaba las manos viendo llegar un grupo de posibles clientes a su venta, yo frotaba las mías imaginando una nueva aventura o historia intercalada por nuestro amigo don Miguel. Y no me equivocaba. Gracias al cura, que fue un poco cotilla y le faltó tiempo para preguntar a uno de los mozos recién llegados, y a la gentil Dorotea que intentaba ayudar a la dama enmascarada que no hacía otra cosa que suspirar, descubrí que en esta maravillosa venta a la que todo el mundo llega por arte de birlibirloque, iba a continuar la genial historia de Carnedio, Dorotea, Fernando y Luscinda. De repente, allí se encontraban todos, unos embozados, otros escondidos, otras desmayadas, otros sorprendidos...
"Callaban todos y mirábanse todos, Dorotea a don Fernando, don Fernando a Cardenio, Cardenio a Luscinda, y Luscinda a Cardenio".

   Como el señor Cervantes era un genio, les ofreció a sus contemporáneos un auténtico dramón de los que hacen época, para que disfrutaran de los gustos teatrales del momento y se emocionaran como hay que emocionarse:
Doretea:
"Si ya no es, señor mío, que los rayos deste sol que en tus brazos eclipsado tienes te quitan y ofuscan los de tus ojos, ya habrás echado de ver que la que a tus pies está arrodillada es la sin ventura hasta que tú quieras y la desdichada Dorotea. (...) Y si te parece que has de aniquilar tu sangre por mezclarla con la mía, considera que pocas o ninguna nobleza hay en el mundo que no haya corrido por este camino, (...) cuanto más que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y si esta a ti te falta negándome lo que tan justamente me debes, yo quedaré con más ventajas de noble que las que tú tienes".
Cardenio:
"Con el desmayo que Luscinda había tenido así como la dejó don Fernando, iba a caer en el suelo; mas hallándose Cardenio allí junto, (...), acudió a sostener a Luscinda, y, cogiéndola entre sus brazos, le dijo: —Si el piadoso cielo gusta y quiere que ya tengas algún descanso, leal, firme y hermosa señora mía, en ninguna parte creo yo que le tendrás más seguro que en estos brazos que ahora te reciben y otro tiempo te recibieron, cuando la fortuna quiso que pudiese llamarte mía".
Luscinda:
"—Vos sí, señor mío, sois el verdadero dueño desta vuestra captiva, aunque más lo impida la contraria suerte y aunque más amenazas le hagan a esta vida que en la vuestra se sustenta".
Fernando:
"Parecióle a Dorotea que don Fernando había perdido la color del rostro y que hacía ademán de querer vengarse de Cardenio, porque le vio encaminar la mano a ponella en la espada".
El coro:
"Pero a esta sazón acudieron los amigos de don Fernando, y el cura y el barbero, que a todo habían estado presentes, sin que faltase el bueno de Sancho Panza, y todos rodeaban a don Fernando, suplicándole".

   ¡Qué! ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Y es que no me queda más que animaros a que leáis el final del dramón que tuvo lugar en esta venta.

domingo, 14 de septiembre de 2014

¿Dónde leer hoy? Un café-librería

Ayer, mientras leía la entrada sobre librerías escrita por Mientras leo en su blog Entre montones de libros (que os recomiendo sin dudar), empecé a sufrir un ataque de nostalgia. Recordaba momentos vividos en esas librerías pequeñas, en las que los libros están casi encajados buscando su sitio, o esas otras enormes, de amplios mostradores y libros bien presentados. Y de repente, empecé a oler a café, intenso y dulzón. Y supe que me había trasladado a esos cafés librerías donde, alguna que otra vez, había disfrutado de lo lindo, oyendo el sonido de las hojas de aquellos libros leídos u hojeados por los clientes. Y sentía el fortísimo aroma de los cafés recién hechos que estos lectores saboreaban en silencio, o el de los vinos de aquellos que llegaban para el aperitivo, todos sentados tranquilamente a sus mesas, algunos contemplando la calle a través de las ventanas.
   Hace años, una loca de los libros soñaba con montar un café librería en el que poder pasar el tiempo entre papel y tinta y poder sentirse acompañada de otros locos como ella que saborearan esos libros mientras se tomaban su bebida favorita.
   Aquel sueño se quedó en el tintero, así que ahora paseo mis ganas por los sitios que podían haber sido míos y no fueron, pero que me acogen como si supieran lo que una vez soñé. Y ahora, con vuestro permiso y el de esa mesa que se acaba de quedar libre junto a la ventana, voy a tomarme un café con leche bien calentito, una pequeña chocolatina cortesía de la casa y alguno de los libros que empapelan los muros. Con permiso.

martes, 9 de septiembre de 2014

Capítulo XXXV: Y vuelve don Quijote en todo su esplendor

Nuestro querido caballero llevaba mucho tiempo quietecito y sin liarla y, ¡claro!, no podía seguir así mucho más tiempo. Mientras la "pandi" estaba a punto de terminar la historia del "memo Anselmo", vieron entrar a Sancho, medio desquiciado, pidiendo ayuda para su señor que andaba luchando con el gigante enemigo de la princesa Micomicona y a quien había cortado la cabeza, en medio de un enorme charco de sangre y de improperios tales como "malandrín y follón", palabras que me enternecen cada vez que leo El Quijote. En este punto, el ventero, avispado como nadie, ha comprendido claramente lo que pasaba:
"Que me maten-- dijo a esta sazón el ventero-- si Don Quijote o don diablo no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre".
   La escena que se encontraron era de fábula: don Quijote, dormido, gritando como un poseso, espada en mano:
"Estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias"; 
lanzando cuchilladas a diestro y siniestro, el odre hecho jirones y el suelo lleno de vino por todas partes. ¿Qué podía hacer el pobre ventero? Liarse a golpes con don Quijote, a quien dio más palos que a una estera, hasta que Cardenio y el señor cura, consiguieron calmarle, mientras Sancho lloraba amargamente por haber perdido su condado:
"(...) sólo sé que vendré a ser tan desdichado, que por no hallar esta cabeza se me ha de deshacer mi condado, como la sal en el agua".

   Entre tiras y aflojas, las aguas volvieron a su cauce, reinó de nuevo la calma y todos decidieron terminar la historia del "memo Anselmo" que les estaba leyendo el señor cura.
   Anselmo seguía feliz como unas castañuelas, confiado en la fidelidad de su amigo y su esposa, cuando pilla al enamorado de su criada Leonela huyendo por la ventana. Ante la "pillada" de su señor, Leonela promete contarle un importante secreto si deja de amenazarla con la daga. Anselmo la encierra en su cuarto para hablar con ella a la mañana siguiente y le cuenta a su esposa los trajines nocturnos y el secreto que le va a revelar la criada. A Camila le entra un sudor frío, claro está, sabiendo cual sería ese secreto así que, ni corta ni perezosa, se fuga en medio de la noche con todas sus joyas, y se planta en casa de Lotario para ponerle al día del lío en el que están metidos. Lotario decide esconderla en un convento mientras él huye de la ciudad.
   A la mañana siguiente, cuando Anselmo descubre la huida de Leonela y la de su mujer y sus joyas:
"(...) triste y pensativo, fue a dar cuenta de su desdicha a su amigo Lotario. Mas cuando no le halló, y sus criados le dijeron que aquella noche había faltado de casa (...) pensó perder el juicio; y para acabar de concluir con todo, volviéndose a su casa no halló en ella ninguno de cuantos criados ni criadas tenía, sino la casa desierta y sola. No sabía qué pensar, qué decir, ni que hacer, y poco a poco se le iba volviendo el juicio".
   
   Ya era hora, "criatura". Triste y ojeroso, abandona su casa y se dirige a la de un amigo en donde se encierra a escribir sus penas:
"Un necio e impertinente deseo me quitó la vida. Si las nuevas de mi muerte llegaren a los oídos de Camila, sepa que yo la perdono porque no estaba ella obligada a hacer milagros, ni yo tenía necesidad de querer que ella los hiciese; y pues yo fui el fabricador de mi deshonra, no hay para qué..."

   Y hasta aquí llegó el desdichado de Anselmo, cuya pena fue tan grande que
"le faltó el aliento y dejó la vida en las manos del dolor que le causó su curiosidad impertinente".

   Para cerrar el capítulo os dejo las reflexiones del cura sobre este cuento:
"Bien-- dijo el cura-- me parece esta novela; pero no me puedo persuadir que esto sea verdad, y si es fingido, fingió mal el autor, porque no se puede imaginar que haya marido tan necio que quiera hacer tan costosa experiencia como Anselmo".

   Si queréis saber lo que les sucedió a Camila y a Lotario, os aconsejo que os deis un paseo por este capítulo; no os arrepentiréis.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Ashford Park. Lo que puede esconder la familia

Cuando un libro te deja un sonrisa en la cara, un buen sabor de boca y a los personajes asentados en la cabeza, para mí, es un buen libro. No me importa si es alta literatura o no, si contiene o no sesudas reflexiones que te remueven por dentro, si su escritura es poesía o no lo es; lo que realmente me importa es cuánto me ha hecho disfrutar.
   Desde que empecé a leer el primer capítulo, se despertaron en mí unas ganas locas de saber todo lo que pasaba en aquella enorme mansión a la que Addie había ido a parar tras la muerte de sus padres. Sabía que su tía le haría la vida muy difícil, tan estricta, tan preocupada por el escalafón social y por el "qué dirán", tan esposa ella de un aristócrata inglés; y sabía que encontraría alguna tabla de salvación: su prima Bea. Sabía también que sus vidas, unidas desde la infancia, sufrirían muchos cambios, sus personalidades tan diferentes las llevarían por muchos caminos imprevistos, las pondría a prueba. Sabía que Clementine Evans, muchos años después, empezaría a descubrir piezas sueltas en la historia de su abuela Addie, pistas que terminarían desentrañando un misterio familiar que dejaría patidifuso al más pintado. Y es que, a pesar de lo apasionante de la novela, no es una historia nueva, es una historia que hemos visto y leído muchas veces. Lo grande de ella es cómo se cuenta y cómo la viven sus personajes.

   Podía intuir muchas cosas, podía suponer mucho de lo que iba a pasar, pero me daba igual; estaba ante una forma de narrar tan fluida, tan bien armada, tan cercana que me metía de lleno en la historia de la familia. Primero, en el triángulo formado por Addie, Bea y Frederick, el hombre que lo cambiará todo en sus vidas. Después, en la agitada y vacía vida de Clemmie y Jon, unidos por la familia, sin ser familia, unidos por una historia de juventud que ninguno quiere comentar, y unidos en la tarea de averiguar los secretos familiares que llevan ocultos más de sesenta años.
   Su lenguaje cotidiano, natural y cercano me transmitía magníficamente los sentimientos de los protagonistas. Los personajes, los grandes logros de esta novela, han sido para mí auténticos seres de carne y hueso. Me he identificado en más de una ocasión con la desesperación de Addie ante la superficialidad de la gente y el ambiente que la rodeaba; he comprendido, en otras ocasiones, las ganas de "sentir" de su prima Bea, educada para jarrón de Sevres pero con naturaleza de tigre de Bengala, lo que la hace estar perdida continuamente en el mundo que le ha tocado en suertes; la amargura y el desengaño de Frederick, tras la horrible Gran Guerra, que le hace renunciar a lo único que hubiera podido devolverle la esperanza.

   Y en medio de todo esto África, y después Nueva York y Londres. Una serie de saltos en el tiempo y en el espacio que me han tenido atada a las hojas del libro durante muchos días, que me ha hecho enfadar cuando estaba a punto de descubrir qué pensaba hacer Abbie en medio del cafetal, o qué le pasaría a Clemmie si permanecía más tiempo en el apartamento de Jon, porque los saltos en el tiempo son rápidos y cortos para atraparte aún más.
   He disfrutado sobre todo del ambiente de los años veinte, de la caída en picado de un sistema de vida aristocrático que no se sostenía después de la Primera Guerra Mundial, de la convulsión que supuso para algunas personas ver cómo se desmoronaba su escala de valores. He disfrutado metiéndome en la piel de sus personajes, de uno y otro lado del tiempo, viendo sus reacciones y descubriendo con ellos los misterios que se ocultaban tras los álbumes familiares.
   Sé que muchos de vosotros ya leísteis este libro hace tiempo, sé que no os descubro nada nuevo, pero cuando un libro te gusta, lo disfrutas y te llena, tienes unas ganas locas de contárselo a todo el mundo. ¿A qué sí?

jueves, 4 de septiembre de 2014

Peticiones: Javier Salazar

El escritor madrileño Javier Salazar me escribió no hace mucho para darme a conocer su novela Ndura. Hijo de la selva. Como ya es costumbre en mí, me puse a escribir una entrada sobre su obra, tan rápidamente como pude, para presentárosla en mi sección "Lo que me llega", y aunque no siempre lo consigo, esta vez pude hacerlo sin que pasara demasiado tiempo.
   Aunque Javier siempre ha trabajado en temas relacionados con la banca, nunca ha dejado de lado su faceta como escritor. De joven se dedicó a escribir sobre todo relatos cortos, pero pronto pasó al mundo de los microrrelatos, dos de los cuales han sido publicados en el V Concurso de microrrelatos sobre abogados, y en Fantastic’s 2013. Este es su primer libro, aunque me dice que ya está trabajando en otros dos más.
   Se trata de una novela de aventuras que ha conseguido situarse entre las más vendidas en Amazon, llegando a ser número uno varias semanas por encima de sagas como Divergente o Los juegos del hambre. En ella, el protagonista, volviendo de unas tranquilas vacaciones en Namibia, un típico safari fotográfico, se ve envuelto en una inesperada situación de supervivencia extrema en la selva de Ituri, en la República del Congo, cuando su avión es derribado por los rebeldes. Un lugar donde la naturaleza no es el único enemigo y donde sobrevivir no es el único problema.
   Tal y como me gusta hacer en esta sección, os dejo la descripción de la novela en palabras de su propio autor:
"Una aventura con aroma a las clásicas de siempre que hacen de este libro el plato perfecto para evadirse de la realidad y sentir uno mismo la angustia y la desesperación del protagonista ante el reto que se le presenta. En este libro se mezcla de forma natural la emoción y la tensión del propio reto de sobrevivir, la degradación psicológica del protagonista a lo largo de la historia y un profundo estudio del medio, sus animales, plantas y personas. También nos enseña que nuestra percepción de dónde están nuestros límites suele ser errónea, a veces para bien y otras para mal".

Aquí os dejo el book trailer http://youtu.be/e1iqZtAoVyE
y también otros enlaces que quizás os interesen:

Mucha suerte, Javier.

martes, 2 de septiembre de 2014

Capítulo XXXIV. Y continua la impertinencia

La semana pasada me hervía la sangre ante la supina estupidez del tal Anselmo. Su "genial" idea no podía traer nada bueno. Y así fue: tanto va el cántaro a la fuente que... Tantos "sile", "sile" y "sile" de Lotario para rendir los "nole", "nole" y "nole" de Camila surtieron su efecto y, al final, terminaron enamorándola y "coronando" al necio de su amigo.
   La cosa se enreda un poco, al estilo de un buen culebrón televisivo (que don Miguel hoy en día se hubiera forrado), con lloros, celos, enredos y planes increíbles, hasta que al final, el tontaina de Anselmo se traga todos los "entremeses" que le preparan su esposa y compañía.
   Don Miguel, sin embargo, quiere continuar manteniéndonos en vilo y alarga el final de este relato hasta el capítulo siguiente. Bien, de acuerdo, aquí estaré, siguiendo sus normas, señor Cervantes, soy buena jugadora.
   Mientras, me parece bien dejar algunas perlas que ha incluido usted en el capítulo, así, como por descuido, para repartir alguna que otra lección a algún iluminado que decida hacer lo que hizo el simple de Anselmo.
"Conténtate, Anselmo, y no quieras hacer más pruebas de las hechas (...), ni quieras hacer experiencia con otro piloto de la bondad y fortaleza del navío que el cielo te dió en suerte".

"(...) porque es cosa ya cierta que los descuidos de las señoras quitan la vergüenza a las criadas, las cuales, cuando ven a las amas echar traspiés, no se les da nada a ellas de cojear, ni de que lo sepan".

"También se suele decir-- dijo Camila--, que lo que cuesta poco se estima en menos".

"Sólo creyó que Camila, de la misma manera que había sido fácil y ligera con él, lo era para otro; que estas añadiduras trae consigo la maldad de la mujer mala, que pierde el crédito de su honra con el mismo a quien se entregó rogada y persuadida".

"Él mismo llevaba por la mano a su casa, creyendo que llevaba el instrumento de su gloria, toda la perdición de su fama. (...) y a Anselmo le costó la vida su impertinente curiosidad".

Mordiéndome las uñas estoy.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...