jueves, 8 de mayo de 2014

Una carta

Hace mucho tiempo que sigo mirando el buzón, esperando una carta. Hace mucho tiempo que está vacío, pero yo sigo abriéndolo todos los días. Hace mucho tiempo, recibía alguna postal, una tarjeta por Navidad. Hace tanto tiempo de eso. Pero sigo abriendo el buzón todos los días cuando llego a casa, y no sé muy bien porqué. Supongo que aún tengo la ilusión de llevarme una sorpresa. 
   Como yo, imagino a grandes escritores pendientes de sus buzones, esperando las cartas de amigos y conocidos. Imagino a esos mismos escritores delante de una hoja de papel blanco, con el bolígrafo en la mano, o la pluma incluso, dispuestos a contarlo todo y a vaciar sus mentes y sus espíritus.

   Nunca he sido muy aficionada a la literatura epistolar, me resultaba algo extraño leer monólogos, sin una trama establecida, sin diálogos entre personajes, sin acción. Sin embargo, cuando alguna vez ha caído en mis manos este tipo de libros, los he disfrutado muchísimo. En algunos, por ejemplo, el autor se mostraba más sincero, más real y más humano. Describía sus propios sentimientos, sus reflexiones, sus miedos. Me mostraba su visión del mundo. Como en Cartas desde mi celda, de Gustavo Adolfo Becquer, donde me encontré a un hombre diferente del atormentado y despechado poeta. En su lugar, había un escritor preocupado por su tiempo, por los defectos y enfermedades que sentía su mundo, describiendo los paisajes en los que se movía, hablando de sus miedos, de su día a día.
   En otras ocasiones, eran cartas inventadas, una falsa correspondencia entre dos personas, una excusa para contarnos una historia que se estaba fraguando poco a poco, día a día, carta tras carta. Como la correspondencia entre Isabel y Laura o entre esta y Marianne, en Amor y amistad, de Jane Austen. A través de estas cartas, una jovencísima Jane se divierte creando personajes con una sinceridad tan aplastante que, a veces, raya el insulto, siempre desde los más exquisitos modales, por supuesto, mostrándonos los tejemanejes de las damas más refinadas que desean conseguir el matrimonio más ventajoso, y con asesinato incluido en la trama. Todo eso puede haber en unas cartas. 

   Qué sensación era aquella de esperar la respuesta, la de querer conocer, por fin, el final de la historia. Qué ilusión la de ver un trozo de papel blanco asomando por la rendija del buzón, o azul, o verde, o crema, daba igual. La de tratar de adivinar quien había escrito aquella dirección, o de dónde venía aquel sello tan diferente. 
   A veces, aborrezco Internet, el wasap o el Facebook, y echo de menos el folio en blanco, el bolígrafo y mi firma al final de la carta. Reconozco todas las ventajas de las nuevas tecnologías y las comparto, pero también reconozco mi nostalgia de los tiempos en los que abrir el buzón era toda una sorpresa. ¿No recordáis esos tiempos, o sois tan jóvenes que no los habéis vivido?

33 comentarios:

  1. Vieja como el mar y las cartas escritas y recibidas, a los dos echo de menos. Por eso viajo a ver el mar de vez en cuando, por eso a veces recordó el placer de escribir una carta, aunque sea sin destinatario.
    Qué bonito :) Besucos.

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  2. Los he vivido y los conozco. Yo también abro todos los días le buzón al llegar a casa, pero la mayoría de las veces lo que hay es propaganda o recibos del banco :S
    En cuanto a las novelas epistolares, a mí sí me gustan. He leído Whether dos veces y las dos lo he disfrutado muchísimo. Reconozco que no he leído las Cartas de Bécquer, pero lo haré,
    Gracias por la reseña, me ha encantado.
    Un besote.

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    1. Gracias a ti. Seguro que no te arrepientes de leer a Becquer, ya verás. Abrazos.

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  3. Yo también me acuerdo cuando daban las vacaciones del colegio y te pegabas el verano escribiendo y recibiendo respuestas de tus amigas contándote como eran los veranos...qué tiempos aquellos!!
    Besos

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    1. Y qué laaaargos eran los veranos, ¿verdad? ^^. Abrazos.

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  4. No me importa de vez en cuando leer una novela epistolar. También tienen su encanto. Ahora yo echo de menos las cartas manuscritas.

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    1. Sí, yo también. Las novela epistolares siguen dándome algo de pereza. Abrazos.

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  5. A mí me encantan las novelas epistolares y recibir cartas, por supuesto. Cada vez son menos las que llegan a mi buzón, es verdad, pero no por ello dejo yo de enviarlas: quizás al que la reciba le hace tanta ilusión como a mí y puede que responda por el mismo medio. 1beso!

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    1. Pues llevas razón, quizás no debería haberme dado por vencida y seguir escribiendo cartas. Pero es tan triste que no te las respondan, :(. Abrazos.

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  6. Tenía que ser un poco desesperante lo de las cartas pero seguro que también había una emoción que no hemos conocido. La verdad es que ahora hay que conformarse con mails decentes que tampoco está mal pero no es lo mismo.
    Besos

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    1. Yo no lo recuerdo tan desesperante. Sobre todo en vacaciones, era muy agradable recibir una carta desde no se sabía dónde, con un sello desconocido y un matasellos original. También es verdad que todo dependía de quién fuera el emisor, ;D. Abrazos.

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  7. Jejejejeje, no soy tan joven, no. De hecho fui una adolescente muy activa en el arte del carteo, después de campamentos, intercambiando cosas de ídolos y amistades en la distancia, también alguna confesión sincera. El género epistolar me gusta mucho, tanto en ficción como en cartas reales, se me ocurren buenos ejemplos y por casa tengo uno a la espera precisamente. Una entrada magnífica la de hoy.
    Besos

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    1. Gracias solete. Es cierto, cuántas cosas se intercambiaban en esas cartas. Iban y venían llenas de cosas. Abrazos.

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  8. He escrito cartas más largas que muchas nouvelles que se publican ahora. Y recibido muchas, de las que guardo la mayoría. Otro ritmo a la hora de escribir y compartir por escrito, la emoción de la espera, abrir el buzón y... Ahora hay más inmediatez, algo se pierde en el camino. Puedes escribir y borrar, reescribir...

    Has hecho una entrada muy bonita y evocadora...

    Besos

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    1. Muchas gracias Ana; necesitaba plasmar un sentimiento. Lo vivo casi cada día al acercarme al buzón, :). Abrazos.

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  9. Tengo una caja llena de cartas de amig@s, ¡y qué ilusión hacia recibirlas! Mucho más que un email o mensaje, además nos enviábamos fotos y otros "enrreos". Era toda una sorpresa recibirlas, jo, qué recuerdos.
    Besitos!!

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    1. Yo también guardo viejas cartas y las releo de vez en cuando; me gusta, no solo recordar aquellos tiempos, sino las letras y "gracietas" de entonces. Abrazos.

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  10. También he vivido esos tiempos, y a veces intento traerlos al presente mandando alguna que otra carta, pero la última que estaba esperando, y que me han asegurado haber enviado, me la han perdido en Correos.
    Con Bécquer ya sabes que me tocas la fibra sensible. Me encanta prácticamente todo lo suyo, y qué maravillosas son las Cartas desde mi celda y las Cartas literarias a una mujer.
    Un abrazo.

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    1. Ay, Seri, Correos debe haber perdido la costumbre de las cartas personales. En fin. Acabas de recordarme una asignatura pendiente, "Cartas literarias a una mujer". Gracias. Abrazos.

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  11. Ay, Marisa, qué entrada más bonita. No he leído muchos libros epistolares, un par de ellos, y me han gustado porque son más intimistas que una novela al uso.
    Las nuevas tecnologías están muy bien pero hay cosas, como las cartas, que no deberían desaparecer.
    Un besín.

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    1. Pues eso creo yo, pero somos muy mundanos y muy comodones, y con Internet es todo tan fácil. Abrazos.

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  12. Cuando mis niños eran pequeños enviábamos cartas a los abuelos desde el lugar de veraneo relatando todas nuestras "aventuras" No he preguntado a mis padres, quizá las guarden, y sería como revivir un trocito de mi historia si las volviera a leer. La carta no tiene la prisa de los medios tecnológicos. Besos.

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    1. Sería precioso releer esas cartas, seguro. Abrazos.

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  13. Pues no...no soy tan joven como para no haberlo conocido :)
    Yo, al contrario que tú, soy muy aficionada al género epistolar así que me voy a permitir una recomendación de una pequeña joya: 84 Charing Ross Croad. Se lee en un rato y merece la pena.
    Besos.

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    1. Gracias por la recomendación. Seguiré tu consejo, ;D. Abrazos.

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  14. Sí que se echa de menos recibir cartas y esa ilusión de mirar en el buzón para ver si alguien se había acordado de escribirte, o cuando tenías amistades fuera con las que intercambiabas correspondencia. En cuanto a las novelas epistolares, creo que solo he leído una en toda mi vida por lo que no puedo afirmar aún si me gustan o no
    Besos

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    1. Esa ilusión es difícil de explicar a quienes no la han vivido (uy, parezco la abuela porreta, ;D). En cuanto a las novelas epistolares, estoy dispuesta a intentar leer más, ¿te animas tú también? Abrazos.

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  15. De pequeña y de adolescente me escribía con muchos amigos que pasaban el verano fuera , he carteado mucho y lo cierto es que sí, lo echo de menos. Muy bonita entrada entremezclada con esas sugerencias que apunto, pues el género epistolar me priva :-) Un besote .

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    1. Gracias Meg. A seguir disfrutando del género. Abrazos.

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  16. Preciosa entrada, Marisa, te felicito.
    Yo no podría pasar sin internet y sin las alegrías que me proporciona, pero sigo amando la carta manuscrita, el sobre en el buzón, la parafernalia del envío, de la carta viajando hacia su destino...
    Y por las mismas razones, me encanta la literatura epistolar, ya sea real o ficticia.
    Sin duda conocerás De Profundis, de Oscar Wilde y 84 Charing Cross Road, de Helene Hanff, pero si no, me tomo la libertad de animarte a que les des una oportunidad.
    Besos.

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  17. Añado una cosilla: las dos obras que te digo no son novelas epistolares, sino cartas verdaderas de sus autores.

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    1. Muchas gracias Ángeles, por tu comentario y por tus recomendaciones. Te aseguro que no caen en saco rato. Ya te contaré, :D. Abrazos.

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