jueves, 27 de febrero de 2014

Una chimenea + un relato = una noctalia

Lo primero que hice al terminar de leer este libro fue buscar la palabra noctalia en el diccionario de la RAE. Nunca la había oído antes y tuve la impresión de que era inventada, como el pueblo rumano de los Cárpatos en el que transcurre esta historia. Pero me equivoqué. Es cierto que noctalia no aparece en el diccionario, igual que tampoco aparece Nic-Napoca en los mapas, sin embargo, son totalmente reales gracias a esta historia. Y es que todo en esta novela resulta natural y cercano, incluso algunas sorpresas con las que nos encontramos y que, tras el primer susto, se convierten en algo totalmente lógico y nos habituamos a ellas como si tal cosa. ¿Qué sorpresas? Ah, para eso debéis leer el libro y me entenderéis.
   Gracia regresa a su pueblo de la infancia, con su familia, después de vivir varios años en Londres y de tener allí una brillante carrera como cirujana. Lo que ocurre en el pueblo, a los pocos días de su llegada (primera sorpresa), pone todo patas arriba, pero sobre todo su vida. A partir de aquí, nos meteremos de lleno en el día a día de un pequeño pueblo que "ni si quiera aparece en los mapas", con la fábrica de cerveza del abuelo de Gracia, un hombre muy influyente en la comunidad, honesto, culto e inteligente; el café de Teresa, una emigrante mejicana que decide lo que deben tomar sus clientes porque para eso sirve el mejor café del mundo; la plaza de la Biserica, en dónde tienen lugar los mercadillos y las reuniones importantes, etc.
   Gracias a unas descripciones muy gráficas de lugares y personas, mediante un lenguaje sencillo pero lleno de fuerza, la autora ha conseguido que me meta en la historia desde el principio. Tengo en mi cabeza, perfectamente claras, las imágenes de las calles de Nic-Napoca, de las cumbres nevadas de los Cárpatos, de la casa en la que vive la protagonista. Veo al abuelo sentado en su butacón, leyendo a Homero, y a la abuela metida en la cocina preparando la comida de Navidad; veo la casa abandonada y destartalada de la tía Iliana y lo que escondía en su jardín. 

   He cogido cariño a personajes como Cesare, casi tan burro como su mula, pero lleno de nobleza; al pequeño Nicolai, que impacta en nuestra protagonista tanto como el capitán Denninson ("Cuentan que Lucifer era el ángel más hermoso de Dios"), aunque en otro sentido, claro está; al genial locutor de la radio local que nos pone al día de los últimos cotilleos, al principio de cada capítulo (uno de los grandes aciertos de la novela). Todo está contado de una forma cercana y natural, a veces con toques de humor y de ironía que nos sacan una sonrisa; otras, de forma emotiva y cálida.
   Para mí ha sido muy agradable leer este libro porque me ha hecho disfrutar, porque me ha parecido una historia entrañable y porque, como los buenos vinos, me ha dejado un buen sabor de boca.
   Estoy segura de que sabéis de quién y de qué os hablo. Si no es así, pasaros por el blog de Mónica Serendipia en donde tendréis la posibilidad de conocer mejor a Mónica Gutiérrez y a su novela Cuéntame una noctalia.
Reto Serendipia recomienda 2014.

lunes, 24 de febrero de 2014

Capítulo VII. Y surgió la amistad

Una de las parejas más famosas de la literatura, una de las relaciones de amistad más auténticas y fieles que jamás hayan existido, eso es lo que nace en este capítulo. Don Quijote "recluta" al que será su fiel escudero, prometiéndole el gobierno de una ínsula, ahí es nada. Decidme qué amistad resiste una trola como esta.
   Para empezar, don Quijote se levanta un buen día "molido y quebrantado", pero decidido a continuar con sus lecturas, y descubre que "un malvado encantador" se ha llevado, no solo sus libros, sino incluso la habitación entera. Pero a nuestro héroe no se le altera el flequillo, se pasa "quince días en casa muy sosegado, sin dar muestras de querer secundar sus primeros devaneos". Ja, a la chita callando nuestro buen señor se ha dedicado a comerle el tarro al pobre e ingenuo de Sancho Panza, "hombre de bien (si es que ese título se puede dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera". 
   Después, vendrán las promesas y los regateos con el premio final y el inicio de lo que serán, posiblemente, las mejores conversaciones de la historia de la literatura:
"(...) mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea. A lo cual le respondió Don Quijote: (...) si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno de ellos. (...) De esa manera, respondió Sancho Panza, si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Juana Gutiérrez, mi oislo, vendría a ser reina y mis hijos infantes. ¿Pues quién lo duda? respondión Don Quijote. Yo lo dudo, respondió Sancho Panza, porque tengo para mí que aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aún Dios y ayuda".
 
   Y así es como una relación que se basa en la locura de un viejo hidalgo y en la ignorancia de un pobre labrador se convertirá, a lo largo de esta novela, en una unión perfecta, en la que se mezclará  lo absurdo y ridículo con la sensatez y la coherencia.


domingo, 23 de febrero de 2014

Amami Alfredo

Era difícil entrar en la sala. Todo el mundo se agolpaba en las puertas como si fueran a perder sus asientos. Yo sujetaba mi entrada con la mano izquierda y a mi acompañante con la derecha. Empezamos a subir las escaleras y enseguida encontramos nuestro sitio. Veíamos perfectamente el escenario y controlábamos cada una de las sillas en las que iban a sentarse los músicos. De pronto, todo quedó a oscuras y en silencio. Nada se movía, nadie respiraba. La emoción del instante en que el director alza la batuta y la suspende en el aire tiene comparación con muy pocas cosas. 
   De repente, esa batuta cayó de golpe sobre los músicos y todo empezó. La música, las emociones y los aplausos iban pasando de uno a otro sin tregua. Por fin llegó ese momento que mi corazón y mi garganta estaban temiendo. Mi corazón, porque late a mil por hora cada vez que escucho esta pieza, y mi garganta porque se estrecha como unos vaqueros recién lavados. Ya no había marcha atrás, sabía lo que iba a pasar.
   Empezaron los primeros acordes de la parte más hermosa, para mí, de La Traviata, la parte que desata mis emociones más románticas y lloricas; esa parte en que la dulce Violeta tiene que abandonar a su amado Alfredo, el momento en que quiere sentir por última vez el abrazo de la persona que le da la vida para, después, dejarla para siempre. La música acompañaba a la perfección los sentimientos de angustia y dolor en la voz de Violeta y también mis lágrimas, que iban acercándose a la salida.
   Y es que, cuando algo te toca el corazón, no tienes escapatoria, da igual lo que intentes hacer para evitarlo; no importa que estés en medio de un auditorio lleno de gente que verá tu nariz enrojecida y tus ojos llorosos en cuanto enciendan las luces para el descanso, un descanso de diez minutos que los músicos y este corazón mío necesitaban para seguir. Porque, cuando escucho a Violeta pedir a Alfredo que la ame por última vez, no hay nada en el mundo que detenga el río de lágrimas que sale de mis ojos, acompañado de suspiros e hipos, como corresponde a una gran emoción. 
   He intentado analizar psíquicamente esta reacción, quizás algo exagerada. He hecho experimentos muy serios con mi persona para saber en qué momento exacto y con qué notas, mi cerebro deja de controlar mi cuerpo, desde el primer cosquilleo en la nariz hasta el primer hipo. Siempre es igual, todo empieza tímidamente con los primeros compases del "Amami Alfredo" y termina desbordándose con el Addio. Porque, cuando algo así nos toca de verdad el corazón, es que se está haciendo arte, y el arte no se puede controlar.

Dedicado a las creadoras de "Momentos musicales" que provocaron mi adicción a estos ratitos. Y espero, con su permiso, poder traer a mi blog, algún otro "momento" de vez en cuando.

jueves, 20 de febrero de 2014

El desengaño

En mi época de estudiante, oí maravillas acerca de Mariano José de Larra. No solo su vida fue como una novela, con suicidio incluido, sino que su obra revolucionó la forma de hacer periodismo y el pensamiento de la época, todavía muy tocado por la guerra de la Independencia y el odio a los "afrancesados" que retrasaba considerablemente la llegada de nuevas ideas.
   Con mi cabeza llena de pájaros y mis hormonas revueltas por la adolescencia, los personajes como Larra me alborotaban el gusto literario. Me parecían tan interesantes, con sus ideas revolucionarias, su vida llena de intentos por romper las normas establecidas y, sobre todo, su gran habilidad e ingenio para saber escribir y contar lo que les inquietaba.
   Así fue como creció en mí el mito del señor Larra, alentado además por los pequeños fragmentos que leíamos en clase. Pero el tiempo pasa muy deprisa cuando eres adolescente, y se suceden los amores y las pasiones por otros autores y por otros temas, y don Mariano se fue quedando relegado para mejores ocasiones y nunca encontraba el momento de colarse entre mis lecturas.
   De repente, me decido a llevármelo conmigo, a leerlo en pequeños ratos perdidos, a dedicarle alguna noche de insomnio, y entonces ocurre: elijo los artículos que publicó bajo diferentes seudónimos, sobre todo como Fígaro, y un sentimiento de desengaño se va apoderando de mí. Desengaño, no porque Larra no sea el gran escritor que se cuenta, sino porque mi idealización del mito era exagerada, como me suele pasar a menudo, por otra parte.
   El tono satírico de sus artículos está perfectamente utilizado para ridiculizar la España más profunda y los rasgos más rancios de los españoles del momento, sobre todo por el choque con su educación francesa. La crítica social que le hizo famoso entre los jóvenes que, como él, deseaban cambiar las cosas, no pierde ni un átomo de grandeza y pericia. El problema, evidentemente, es tan solo mío.
   No he conseguido conectar con él, con su ironía, con su manera de contar. Me ha resultado pedante las más de las veces y otras, demasiado cascarrabias y protestón. Su tono me ha parecido amargo en muchas ocasiones, aunque teniendo en cuenta su desgraciado matrimonio y sus amores imposibles, no debía de tener muchos motivos para la alegría (su vida es propia de su época, pero eso ya lo hablaremos en un futuro). En general, no conseguía caerme simpático, mientras que sí lo eran los personajes a los que ridiculizaba. Tampoco me ha sido fácil seguirle, su lenguaje me resultaba algo enrevesado a veces, igual que su gramática; otra vez, fallo de mi habilidad lectora.

   Sin embargo, no quiero tirar la toalla y abandonar un amor de juventud como este, así a las primeras de cambio. Pienso darle otra oportunidad a esta relación, seguir cotilleando en la obra de uno de los grandes representantes del movimiento romántico de nuestro país. Ya que tuvo el detalle de llevar a cabo uno de los mayores actos del ideal romántico, el suicidio, que menos que dedicarle nuevamente un poco más de mi tiempo.
   Para terminar, Larra fue uno de los artistas más respetados de su época, y sus artículos levantaban ampollas entre "las fuerzas vivas" de su entorno. Por eso estoy decidida a volver a recuperar esa antigua llama de la admiración y, quizás con más tranquilidad y reflexión, volver a leer algunos de los artículos más conocidos de este grande del periodismo del XIX.

lunes, 17 de febrero de 2014

Capítulo VI. Y llegó la hoguera

Posiblemente, una de las escenas más conocidas (junto a la de los molinos) es la quema de libros hecha por el cura y el resto de la tropa justiciera. Y, posiblemente, uno de los pasajes que más se haya analizado por parte de los estudiosos. Para muchos, fue un "deshago" del propio Cervantes, que se despachó a gusto quemando aquellos títulos que consideraba un fraude, malos de solemnidad, y ensalzando aquellos que le parecían excelentes y respetables. Para otros, es una crítica al pensamiento de la época: lo considero peligroso, pues lo prohíbo (¿De la época?). Para el resto, las dos cosas.
   Cervantes empieza a incluir "enjundia" en el relato, ya no se trata simplemente de que nos "echemos unas risas" a costa de don Quijote. Ahora empieza a hacernos pensar, a dar pinceladas de ingenio, a hacer crítica social de la buena, a sugerir sin afirmar, no vaya a llegar la autoridad competente y nos "cruja". 
Y si no, echadles un ojo a estas frases y decidme si no son memorables:
"(...) mas también se suele decir <<tras la cruz está el diablo>>".
"(...) tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes".
   Los "inocentes" son los libros que iban de cabeza a la hoguera; "las dos", son el ama y la sobrina, gente normal, del pueblo llano, sin preparación, para quienes es el "todo o nada": ¿Hay que quemar? Pues quemamos, sin medias tintas, en una posición muy diferente al cura y al barbero que han leído algunos de esos libros y tienen otra formación y criterio.
   Hay que ver con qué habilidad resume en esta sola frase la importancia de la educación y la cultura, el puñetero. ¡Qué grande!
   Y ahora, a reflexionar que para eso estamos aquí. Hasta el lunes que viene.

domingo, 16 de febrero de 2014

¿Modas o manías?

¿Por qué "conductora" del programa y no "presentadora"? En español, un conductor es el que conduce un coche, una moto, cualquier vehículo. ¿Por qué "por meses" y no "durante meses"? En español disfrutamos de muchas y variadas preposiciones que añaden un montón de matices a las frases. ¿Por qué cool y no "novedoso", "fresco", "actual"? Y así podríamos seguir hasta el infinito... "y más allá".
   ¿Esto es solo una moda o es una manía de algunos para distinguirse de los demás, para sentirse diferentes a los otros, pobres mortales, que no tienen un lenguaje propio como ellos?
   Sinceramente, no lo sé. Estoy fuera de juego en esto. Cada vez escucho expresiones más extrañas entre los profesionales de la comunicación. Lo último fue en un programa de moda en el que me quedé tan sorprendida por lo que estaba oyendo que tuve que anotar lo que oía para buscar su significado después. Cosas como "color extremado", "top lencero", "estar selfi", "silueta abullonada".
   También puede ser que yo esté totalmente fuera de onda, desfasada, antigua, y todo lo que se os ocurra, y no sea capaz de adaptarme a las nuevas tendencias de la comunicación, pero siempre había creído que la finalidad de esta era, sobre todas las cosas, comunicar, no impactar, asombrar, dejar sin palabras, anonadar al receptor, etc. Claro, que puede que todo este vocabulario solo fuera extraño para mí y la mayoría de la gente que veía ese programa estuviera al tanto de lo que significa que un color sea extremado, o que estemos "selfis" (en realidad selfish, egoísta).
Después de la sabia aportación de Tizire y de lo encontrado en la Fundéu, me ha quedado claro lo que es selfi: selfie, que son las fotografías que se hace uno mismo para subirlas a internet y compartirlas en las redes sociales". Pero sigo pensando que es algo bastante snob, sorry!

   Entiendo perfectamente que se cree determinado lenguaje específico de un determinado ámbito, en el cual haya términos y expresiones propias y comunes entre los profesionales (argot). Eso es una cosa, y otra muy distinta es que lo hagan los demás, por muy periodistas del ramo que sean, porque resulta forzado y artificial, porque se nota que no manejan los términos normalmente y porque resulta esnob.
   Por otra parte, admito la posibilidad de que yo esté completamente equivocada, que sea un problema mío, una tara personal que me impide adaptarme a los tiempos modernos, a los cambios del lenguaje, a las nuevas tendencias de la comunicación. En fin que, de repente, me he sentido muy mayor, un poco abuelilla protestona. Echadme una mano y decidme qué pensáis.

jueves, 13 de febrero de 2014

Peticiones. Pablo Solares Acebal

Aquí estoy de nuevo para responder a la petición de un escritor, Pablo Solares. Como ya comenté en la ocasión anterior, iré presentando los trabajos de los escritores que, amablemente, se ponen en contacto conmigo para que les eche una mano en esto de difundir su obra.
   En este caso se trata de Pablo Solares Acebal y su novela 6 de noviembre. Como él mismo me cuenta en su correo, se trata de una novela histórica, de misterio y con toques de terror psicológico. Incluso, me dice que está trabajando en el guion de la película que se rodaría este año.
   Para que la conozcáis mejor os dejo la sinopsis de la misma.

En 1935, Gloria Juárez huye con su marido a un pueblo llamado Requejado por problemas familiares. Allí nace su hija María. Un año más tarde, estalla la guerra civil, y su familia desaparece sin dejar rastro. Tras tres años amparada en su esperanza, recibe una inesperada visita que cambiará su vida.
Esta obra de misterio y realismo mágico trata de la complejidad psicológica que atraviesan los personajes en su microcosmos, y al hecho de que sus vidas (al igual que la historia) se repite. En esta novela, realidad y ficción deambulan juntas en un pequeño pueblo asturiano.

   Si esto ha despertado vuestra curiosidad, podréis encontrar más información en su página web:  www.pablosolaresacebal.com
   También os dejo este enlace de Amazon: 
   Un saludo a todos.

lunes, 10 de febrero de 2014

Capítulo V. Y don Quijote se volvió poeta

Así, fue. En el momento más álgido de su locura, nuestro héroe se puso a rimar. Tirado en el suelo, después de la descomunal paliza, don Quijote es de la opinión de que, si a los famosos caballeros andantes de sus libros les ayudaba canturrear una rimas curativas, a él también. Y, tan generoso como "pirado", le recitó los versos a un labrador vecino suyo que se lo encontró despanzurrado en el suelo, cuando pasaba por allí. El pobre hombre no daba crédito cuando vio al señor Quijano, allí tirado, molido a palos y recitando versos sobre un tal Valdovinos y un tal moro Abindarráez. Le subió a su burro, recogió los restos de la "caballerosidad" de don Quijote y le condujo a su casa, acompañado siempre por la verborrea poética del hidalgo que no dejaba de recitar romances, que ya tenían al pobre labrador hasta los mismísimos: "Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrígo Narváez, ni el Marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana".
   Pero ni por esas, don Quijote siguió en sus treces, canturreando poemillas hasta llegar a su casa. Mientras, el ama, la sobrina, el cura y el barbero se desesperaban pensando en dónde podía estar su señor y amigo, barruntándose ya el motivo de su locura: "(...) que estos malditos libros de caballerías que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio(...)".
   En esto que aparece don Quijote, hecho unos zorros, acompañado del labrador y solicitando los servicios de la sabia Urganda, para que le cure las heridas, aunque: "(...) él dijo que era todo molimiento (...)", (pues claro que era molimiento, pero de sesera, pobre), lo cual no sentó nada bien al ama, que para nada necesitaba ella que viniera "la hugarda" esa.
   Ya en la camita, tranquilito y recuperándose de su primera gran aventura, don Quijote ni se imagina lo que andan ideando sus "colegas" a sus espaldas. Pero eso ya debe esperar al próximo capítulo. 

domingo, 9 de febrero de 2014

Dónde leer hoy. En el tren

Después de haber conseguido el sitio perfecto junto a la ventanilla, conseguí también amuñuñar convenientemente abrigo, bufanda y guantes, de manera que formaran una confortable montañita en dónde apoyar mi recién estrenada tablet, a la que me estoy acostumbrando poco a poco, pero a la que reconozco la comodidad y el poco peso que añade a mi bolso. El paisaje tenía un color gris pardo que ni siquiera las gotas de lluvia decoraban un poco; los campos sin siembras pasaban deprisa delante de mí; y pude ver un poco de verde triste alrededor del río. 
   Sin embargo, el suave meneo del tren, el calorcito que desprendía la calefacción a la altura de los pies creaban el ambiente perfecto para empezar a leer. Solamente debía decidir la lectura: la novela-cuento de género fantástico o la realidad y reflexiones del periodismo del siglo XIX. ¿Qué era lo que me pedía el cuerpo? Al mirar por la ventana y ver un día tan lluvioso y desapacible, mi mente, que vuela como le da la real gana, independientemente de que sea lógico o no su vuelo, empezó a imaginarse al periodista, autor de mi libro de artículos, sentado a una mesa situada delante de un gran balcón, rodeado de papeles, plumas y tintero, escribiendo como un loco el próximo artículo que debía publicar.
Foto cogida de losojosdepeterpan.wordpress.com
   No tuve elección. Mientras las primeras ráfagas de lluvia empezaban a golpear los cristales y el movimiento del tren casi me adormecía, Mariano José de Larra me contaba sus experiencias con el "castellano viejo" empeñado en enseñarle las exquisiteces de su mesa, entre otras muchas cosas. Entre reflexión y reflexión, yo podía levantar la vista y disfrutar del agua resbalando por la ventanilla, del paisaje gris y frío de fuera y de las estaciones que traían y llevaban nuevos pasajeros. Y con la misma facilidad, devolvía los ojos a la lectura y me encontraba de nuevo con don Mariano, esta vez pensando en la importancia de la educación y la cultura. ¿Hay algo mejor? ¿Se puede cambiar de entorno con tanta facilidad como cuando viajamos en tren? ¿Qué pensáis?

jueves, 6 de febrero de 2014

Teatro clásico, pero clásico, clásico

Porque no creo que haya teatro más clásico que el de la Grecia clásica, he titulado así esta entrada. Obras como Edipo, Electra, Antígona, se llevan representando durante siglos. Es curioso como se enlazan los pensamientos. Mientras leía el periódico buscando alguna noticia "librera" que llevarme a la boca, me choqué con una entrevista a Concha Velasco por su último trabajo en el teatro: Hécuba. De repente, los engranajes de mi cerebro empezaron a funcionar por libre y me puse a pensar en el tiempo que hacía que no veía una obra de teatro; de aquí pasé a recordar la última obra que me gustó de verdad, luego a la última que leí y, finalmente, a que nunca había leído Hécuba, cerrándose así este círculo un poco extraño.
   En realidad, no he leído ni Hécuba ni ninguna otra obra de teatro griego. Sí he visto alguna que otra representación, pero he sido incapaz de seguir el argumento en un libro. ¿Por qué? A mí me gusta leer teatro, nunca he tenido problemas para hacerlo. Como si quisiera consolarme, me decía a mí misma que el teatro clásico griego no tiene mucho que ver con el teatro que conocemos: los coros que acompañan al actor, repitiendo partes del texto, las máscaras y disfraces que usaban los actores, la exageración en la interpretación. Todo esto es difícil de sobrellevar cuando lees una obra de este tipo. Y con esto me quedaba más tranquila.

   Entonces, trato de imaginarme cómo sería una representación en aquella época: el diálogo entre los actores (no más de tres) interrumpido varias veces por los cantos del coro, los propios actores cantando algunas partes de su texto, el mismo coro bailando en determinados momentos de la obra. ¿No os parece que tiene algo de magia? Cómo si se invocara alguna fuerza o espíritu externo. En esa época, no se trataba, como ahora, de representar escenas de la vida real o de contar historias que reflejasen la sociedad en la que se escribía. No, el teatro de aquella época trataba de impactar, de impresionar todos los sentidos, de sobrecoger o de divertir hasta la hilaridad. Las obras, divididas en comedias o tragedias tenían, sobre todo, una "moralina" final, una lección que dar al espectador, una especie de "liberación" de los sentimientos y actitudes del ser humano.
   Por eso, creo que no deberíamos dejar pasar la oportunidad de ver una obra de este tipo, de intentar ponernos en la piel de un antiguo griego, de tratar de entender la magia y la fuerza de aquellas representaciones, de conocer otra manera de ver la vida. Eso nunca está mal, ¿no creéis?



lunes, 3 de febrero de 2014

Cap. IV. Y don Quijote tuvo su primera aventura

"La del alba sería...". Así de madrugador se nos presenta don Quijote dispuesto a protagonizar su primera hazaña de "desfacedor de entuertos", aunque más que "desfacer" la líe parda, siguiendo un lenguaje popular, muy actual. Tiene tantas ganas de dar salida a su espíritu de justicia que interviene para "desfacer"... "el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad; hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión valpuleaba a aquel delicado infante"
   Pero... claro, ya que te metes, asegúrate de que el muchacho tiene escapatoria y de que su patrón no lo va a moler a palos de nuevo, nada más marcharte tú; es lo mínimo. Y es que don Quijote es tan honesto, que ni se imagina que alguien pueda faltar a las leyes de la caballería porque... "(...) Haldudos puede haber caballeros; cuanto más, que cada uno es hijo de sus actos". Así que se marcha tan contento, seguro de que el joven criado recibirá sus dineros. ¡Bendita inocencia!
   Con el ego subido, don Quijote se encuentra con su segunda aventura. Como se ha venido arriba después de su "éxito" con el joven pastor, está decidido a hacerles confesar a un grupo de mercaderes, lo guapisísima que era su señora Dulcinea. Imaginaos: tú vas tan tranquilo por mitad de la Mancha, con tus mulas y tus mercancías y, de repente, te aparece un tipo dentro de una armadura y gritando como un loco que adores a la sin par emperatriz de la Mancha. O le sigues la corriente y te largas, o le intentas tomar el pelo que parece mucho más divertido. Así que uno de los mercaderes, se puso a soltar lindezas del tipo: "(...) aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo, y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, (...)". Y allí que se va nuestro hidalgo, lanza en mano, a darles pa'l pelo a los mercaderes, sin contar con que el "ágil y elegante" Rocinante se iba a caer de hocicos llevándose por delante a su amo que, desde el suelo gritaba: " (...) non fuyáis, gente cobarde, gente cautiva, atended que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido.
   Y aquí dejamos al caballero, apaleado por uno de los mozos, sin poder levantarse tanto por los palos como por tanta chatarra que llevaba encima que no le deja ni moverse, y tan feliz de haber sufrido ya las primeras consecuencias de ser armado caballero. ¡Qué ternura!

domingo, 2 de febrero de 2014

Lo que me he reído...

Mi madre tiene una curiosa forma de reír, parece que se está ahogando. Sabes que respira porque, a pesar de su carcajada asfixiada, tiene la boca abierta y oyes un leve "jijijiji" acompañado de lágrimas en los ojos. Esta risa, que parece necesitar el boca a boca, es muy contagiosa, tanto que, cuando te pilla cerca, tú también terminas cogiendo el aire a bocanadas y secándote las lágrimas. 
   Entenderéis que, después de preguntarle: -- "Jajajaja, qué lees, jajajaja". -- Y de que me dijera: -- "Jijijijiji una novela de asesinatos, jijiiji". --  Yo no pudiera hacer otra cosa que decirle: -- "Jajajaja, ¿me la prestas cuando la termines? Jajajaja". -- A lo que ella me contestó: -- "Jijijiji, pues claro jijijiji, mujer, jijiji". -- En fin, todo un diálogo para besugos. 
   Y así cayó en mis manos esta "supuesta" novela negra de Marco Malvaldi. En realidad, son tres pequeñas novelas de crímenes ocurridos en un pequeño pueblo de la costa de Italia, cerca de Pisa, La brisca de cinco, El juego de las tres cartas y El rey de los juegos.
   A diferencia de otras novelas del género, aquí no hay detectives atormentados por una vida solitaria, ni viejecitas encantadoras y metomentodos, ni siquiera hombrecillos de bigote remilgado y muy, muy inteligentes. Ni hablar, aquí hay un bar, cuatro octogenarios casi jubilados que son la gaceta extraoficial del pueblo, todo el día dentro del bar, y un hombre de poco aguante, mucha ironía y harto de los "amantes de la petanca" (como él mismo los llama), dueño de ese bar.
   Aquí se "cuecen" los mejores chismorreos de Pineta, pueblo costero venido a más por el turismo, sobre todo extranjero, debidamente cocinados y servidos por los cuatro ancianos que juegan a las cartas en la mesa que está debajo del olmo, porque no están dispuestos a sentarse en otro sitio, aunque sea cuestión de vida o muerte. Su dominio de las telecomunicaciones ("tele" de telepatía) es tal que se enteran de todo, incluso antes que el propio comisario que investiga los crímenes, lo que comunican convenientemente a todo el que se ponga a tiro, sobre todo al sufridor dueño del bar, Máximo, que se pasa las tres novelas, con ganas de ahogar a los ancianillos, mientras idea mil maneras para hacerles la vida imposible cada vez que invaden su bar. Será Massimo quien resuelva realmente estos crímenes, pero siempre con la intervención de los "adoradores del Gerovital" (otro apelativo cariñoso) que siempre tienen ideas nuevas que añadir.
   Lo mejor de estas tres novelas ha sido la genial descripción del ambiente de Pineta y, también, el retrato de sus protagonistas y su sentido del humor; ese carácter italiano tan socarrón, mezclado con el afán de protagonismo que les hace tan particulares. Yo, que conozco un poco Italia, he recordado muchas cosas de las que he vivido allí: la mirada asesina cuando pedía un café con hielo, o la de burla cuando lo que pedía era un capuccino después de comer; la caballerosidad de los hombres italianos ante una jovencita bien dotada, que les hace doblar el espinazo hasta la ruptura, y su propio ritmo en las tardes de verano, en donde nada funciona como debe, al menos, claro está, en zonas pequeñas como Pineta.
Foto tomada de "paolettibibite.it"
   Lo de menos son los crímenes, aunque el autor consigue engancharnos lo suficiente como para estar pendientes de lo que pasa con las investigaciones y querer saber quién es el asesino. Lo mejor sigue siendo el "equipo" del BArLume, con las deducciones de los cuatro ancianos, el sentido del humor irónico y malhumorado de Massimo y la santa paciencia de Tiziana, la camarera, que tiene que lidiar con unos y con otros.
   Han sido buenos momentos de risas y de misterio. Historias bien narradas, bien escritas (aunque la traducción podía haber sido mejor, en mi humilde opinión) y muy, muy divertidas, que utilizan el misterio y los crímenes para hacer un retrato social y político de la Italia actual, dando un buen repaso tanto al gobierno y a los partidos, como a las universidades o al propio Vaticano. En resumen, que la falta de aire de mi madre estaba totalmente justificada. 

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