Cuando supe que María Dueñas había publicado su segunda novela, me entraron unas ganas terribles de leerla. El tiempo entre costuras me gustó muchísimo. Aunque no me pareció una obra maestra de la literatura, sí me pareció un libro original, con una historia que conseguía engancharte y entretenerte, y me mostró una nueva forma de escribir, ligera, precisa, cercana y muy correcta.
Eso mismo esperaba de esta segunda novela. Pero siento decir que no ha sido así. Su forma de escribir, sin embargo, sigue siendo la misma. Resulta agradable y fácil de leer, sin grandes frases complejas y subordinadísimas, sino con un lenguaje preciso, claro y cercano, pero para nada vulgar. Sin embargo, la historia me ha perecido muy corriente, vista mil veces en series y películas de televisión, con personajes arquetipos (como el de D. Carter, un hombre atractivo y transgresor, típico galán maduro) y con actitudes también muy manidas (el viaje de este personaje por Aragón, siguiendo los escritos de R. J. Sender, deslumbrado por el pueblo llano y queriendo empaparse de sus costumbres, está ya un poco trillado).
El principio del libro me gustó. Creo que describe muy bien la angustia de una mujer madura que ve rota toda la estructura de su vida, lo desorientada que se siente y lo perdida que está ante la forma de resolver la situación. Pero la historia va perdiendo fuerza y credibilidad, en mi opinión, con un montón de arquetipos que hemos visto mil veces en libros, películas e historias sobre vidas rotas que tratan de empezar de nuevo: un país diferente al de la protagonista, una relación que no se quiere tener pero se tiene, un conflicto contra un "grande" que enfrenta a David con Goliat (en este caso una gran superficie comercial que quiere acabar con un antiguo barrio de la ciudad), etc.
Bien, empecemos por el principio: el argumento. La protagonista, Blanca Perea, tras ser abandonada por su marido después de más de veinte años de relaciones, se marcha a trabajar a Estados Unidos como investigadora en la universidad californiana de Santa Cecilia, para ordenar y sacar a la luz el archivo personal de Andrés Fontana, un profesor español que emigró a California durante la dictadura de Franco y terminó su vida profesional en esta universidad, obsesionado en sus últimos días por una antigua misión jesuita española de la que no quedan restos. En medio de todo esto, conoce a D. Carter, estudioso de España y de R. J. Sender, que vivió su juventud en nuestro país, en los años cincuenta, donde encontró el amor de su vida (la historia de cómo consigue casarse con este amor es de comedia de Billy Wilder) y a Rebeca Cullen, una profesora que le dará un punto de vista tranquilo y muy "zen", junto a otros personajes también bastante manidos. En definitiva, me ha resultado una novela floja y previsible. En ocasiones, la propia autora cree necesario justificar algunos de los pasajes, como si ella misma se diera cuenta de lo forzado de la situación: "Todo esto es muy irregular (...)", pág. 294.
¡Ay qué poco me gusta hacer este tipo de comentarios! Sinceramente. Por eso, no quiero cerrar esta entrada de forma tan negativa. María Dueñas es una buena escritora y esto siempre termina saliendo a flote. Si bien el argumento y la historia me han parecido bastante débiles, su manera de relatar y describir sentimientos es excelente y consiguió que deseara acabar la novela y que, a pesar de todo, mantuviera mi interés por el desenlace final, aunque este también me haya parecido muy predecible.
Para terminar, una frase de la autora "tocar el alma", en mi caso, no se ha cumplido. Seguro que muchos de vosotros pensáis totalmente diferente. Si es así, me encantaría conocer vuestro punto de vista. Al fin y al cabo, esto es "solo una opinión personal".