viernes, 2 de agosto de 2013

Amin Maalouf y "los desorientados"

Creo que nunca el título de una novela ha descrito tan bien la situación de sus protagonistas. Este libro nos cuenta, más que una historia o unos acontecimientos, los sentimientos y sensaciones de unos personajes que ven como desaparece el mundo en el que crecieron y en el que vivían. Al desaparecer ese mundo, se sintieron completamente perdidos y "desorientados". La novela nos muestra, entre otras cosas, las diferentes formas en que estos personajes afrontaron esa pérdida.
   Tras la muerte de un "antiguo amigo" (como lo describe el protagonista), un exiliado de la guerra del Líbano regresa a su país, para asistir al entierro y allí revive su juventud y los primeros años de este conflicto, conociendo además la suerte que han corrido el resto de sus amigos, los que se fueron y los que se quedaron.
   Amin Maalouf siempre me ha parecido un escritor que no se conformaba con contar una historia, además, tenía que usarla para hacer todo tipo de reflexiones sobre lo divino y lo humano. En sus libros, todo está lleno de dudas filosóficas, pero sin adoctrinar; todo se presenta de una forma natural, dentro de la marcha normal de los acontecimientos que se narran. Pues bien, en esta novela esto es especialmente importante. El argumento es una excusa para hacer todo tipo de reflexiones históricas, filosóficas y políticas. A través de uno de los protagonistas, vemos todo tipo de pensamientos y sentimientos de los personajes de la novela. Las distintas formas de afrontar la pérdida de su mundo es tan amplia que va desde quien se convierte en combatiente o en un corrupto, hasta el que se mete a monje en un monasterio apartado, después de haber sido un rico arquitecto. Es una mezcla total de puntos de vista, de modos de vida, de aspectos religiosos; una reflexión sobre Oriente de sus propios hijos, cada uno de ellos diferente a los otros. Además de este conjunto de elementos que configuran la novela, el autor incluye un pequeño relato, a la manera de una novela intercalada, como un pequeño desahogo dentro del tumulto de sentimientos que viven los protagonistas.
   Y, como no, tengo que hablar del lenguaje de este escritor, a veces pura poesía. La forma en que nos explica su pasión por escribir lo demuestra: "Tenía que empezar a escribir para poner en orden los pensamientos". "Tenía, (...), las neuronas en las yemas de los dedos".
   Sin embargo, y muy a mi pesar, el final me ha defraudado un poco. No veo la necesidad de que acabe así, sinceramente. Un final que no quiero revelar, por supuesto, pero que imaginaba más esperanzador. Estaba a punto de acabar la novela y era incapaz de dejar de leer. Incluso ya se había puesto el sol detrás de los edificios y la brisa del mar me estaba dejando helada y, sin embargo, la emoción de ver en que acababa el proyecto de reunión de los viejos amigos, después de 25 años, era tan grande que no conseguía soltar el libro. Y, de repente, ¿esto? En fin, no era lo que yo esperaba, pero es una simple apreciación mía.
   Para terminar, cuando tengáis el espíritu sereno y el tiempo libre necesario para leer tranquilamente, elegid este libro, os puede descubrir aspectos de una parte del mundo sobre la que hay muchos prejuicios establecidos. Tomaos vuestro tiempo porque no es un libro para leer a ratos perdidos; necesita tranquilidad para saborearlo como Dios manda. ¡Ánimo!

1 comentario:

  1. Coincido contigo en general y lo de la solución final me pareció una trampa de mal gusto, no me hubiera importado leer ni que fueran cien páginas más porque como dices , este hombre es pura poesía y una lectura para saborear.
    Besos

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