miércoles, 1 de mayo de 2013

Un paseo por la orilla del mar

Me encanta el mar. ¿A vosotros no? Un buen paseo a la orilla del mar y me quedo como nueva. Es relajante y energético a la vez. Me calma el ánimo y, al mismo tiempo, me carga las pilas. Para mí, el mar es mágico. Consigue que mi cabeza, que funciona como una centrifugadora, se deje llevar durante unos minutillos.
   Comprendo perfectamente que la gente de la costa no pueda vivir en otra parte, que eche de menos el mar cada día que está lejos. Aunque creo que yo no sería capaz de vivir en un sitio de mar (la humedad me mata de frío en invierno y me ahoga de calor en verano), cada vez que viajo a un sitio de costa, me transformo, siento una gran energía, muchas ganas de caminar (algo muy raro en mí que lo que suelo practicar es "sillón-ball") y, a la vez, una gran relajación, casi casi yo diría paz de espíritu. Es la magia que tiene el mar, su sonido, su olor, su poder. Y entonces decido practicar lo que mi hermano (un chico sabio) llama el "efecto medusa". Consiste, según él, en sentarse en la orilla, mirar el mar fijamente y dejarse llevar por las olas como si fueras una medusa, siempre con la mente en blanco, por supuesto. Tengo que decir que yo no termino de conseguirlo; mi cerebro no tiene el botón de "mente en blanco", no me funciona ese fusible. Como mucho, dejo que el sonido del mar me meza y mi mente se llene de buenos recuerdos y de ideas agradables. También vale ¿Verdad?  
   Bueno, pues el caso es que siempre llevo un libro conmigo cuando busco este "momento medusa", y leo un poquito antes de intentar alcanzar el  Nirvana. Para mí, uno de los mayores placeres de la vida (junto con una Mahou y un pincho de tortilla en un día caluroso) es sentarme cómodamente en una silla, a la orilla del mar y leer, leer durante horas. ¡Qué gustazo! 
   En estos casos, leo cualquier cosa que tenga a mano, mi estado de ánimo está preparado para todo. Lo mismo me leo un tocho de quinientas y pico páginas que uno de estos librillos de relatos cortos o del tipo Lo mejor del refranero español y cosas por el estilo. El caso es leer. Yo cojo el libro igual que cojo las gafas de sol, el bronceador o las llaves de casa.

   En estas ocasiones, suelo acordarme de las novelas de Jane Austen, donde casi siempre, hay alguna escapadita de los protagonistas a un sitio de playa, como en Persuasión, por ejemplo, donde pasan unos "felices" días junto al mar y pasean "dichosos" por la playa, con un tiempo de mil demonios, eso sí, pero sin  importarles un pimiento, ya que no perdonan los laaaaargos paseos diarios junto al mar.
   Confieso que no he leído muchas novelas que transcurran en un sitio de costa, mea culpa, pero "haberlas haylas", estoy segura, así que prometo ampliar mi repertorio marinero. Si me aconsejáis algunos títulos, os lo agradeceré infinito.

   Ahora mismo estoy viendo el mar desde la ventana y anda un poquillo revuelto, aunque esto promete porque el sol brilla que da gusto. Tengo ya preparado el libro que me voy a bajar a la playa, El aire que respiras, de Care Santos, que es el que estoy leyendo ahora. Estoy viendo a la gente que pasea por la orilla, a los "atléticos" que corren, a los que juegan con su perro... Dentro de unas horitas, yo también estaré en la playa, con mi libro entre las manos, metida de lleno en la Barcelona de principios del XIX y, además, siguiendo la pista de unos valiosísimos libros eróticos que van pasando de mano en mano, como la falsa moneda. ¿Qué más se puede pedir? Si acaso, una Mahou y un pincho de tortilla. 



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