jueves, 16 de mayo de 2013

El aire que respiras


Hace pocos días que terminé de leer El aire que respiras, de Care Santos y, antes de volver a zambullirme en un nuevo libro, decidí escribir este post y contar todo lo que he sentido y disfrutado con esta novela.
   Hasta ahora, tenía la idea de que podría leer cualquier cosa que tratase sobre libros, librerías o bibliotecas solo por el simple hecho de  tratar sobre estos temas y que algo provechoso sacaría de ellas, aunque no fueran precisamente obras maestras. Una idea un poco "particular" y, en mi caso, totalmente falsa. Y con esta novela acabo de convencerme de ello. Ya no me sirve cualquier cosa.

¿Por dónde empiezo?

   La forma de describir y de narrar de esta autora ha estrechado aún más mi relación con los libros. Su manera de trasladarnos al ambiente y al espacio de la librería de viejo de don Antoni Rogés, Palinuro: Libros leídos, ni viejos, ni usados (¡qué genial!), hizo que deseara, con todo mi corazón, trabajar en una librería como esa, rodeada de libros únicos, llenos de historia y de secretos, en una mesa de trabajo rebosante de papeles antiguos, de notas escritas a mano, de viejos libros de registro, ¡ay! un auténtico sueño. Quién me conoce bien sabe que no exagero. La descripción de los aromas desprendidos de los libros y de la cafetera, chisporroteando y siempre preparada para tomar un reconfortante café, era la guinda del pastel para sentarme tranquilamente en un sillón bien mullidito y  leerme esta novela casi de un solo golpe. Lo mismo me pasó con la descripción de algunos de los personajes, auténticos bibliófilos que me contagiaban continuamente sus emociones ante lo que tenían entre manos.
   Pero no se trata solo de libros sino que, además, nos vemos metidos de lleno en una auténtica trama de misterio que envuelve a una serie de obras eróticas (y por tanto prohibidas) que van pasando de mano en mano a lo largo de los años. La misteriosa historia de esas obras le sirve a la autora para hacer un recorrido histórico por la Barcelona del siglo XIX y para describirnos los acontecimientos que cambiaron la ciudad tanto urbanística como espiritualmente. Y de la misma forma que, con la descripción de la librería de don Antoni Rogés, consiguió que me muriera de ganas por trabajar en una librería antigua, también consiguió que me muriera de ganas por coger un billete en el AVE e irme a Barcelona, a recorrer las calles que ella describe y conocer esos lugares. Se nota tanto amor por la ciudad, transmitido a través de las palabras, pensamientos y actitudes de los protagonistas de la novela.

¿Cual es su género?

  
¿Es una novela histórica? Pues yo creo que sí, por el relato de los hechos que viven los personajes: la invasión de las tropas francesas de Napoleón, las diferentes guerras civiles y los diferentes gobiernos que influyeron en la historia de la ciudad. ¿Es una novela costumbrista? Por supuesto, por la descripción de la forma de vida de los protagonistas, sus miedos, sus prejuicios, sus ideales, etc. ¿Una novela de misterio? Pues también. ¿Qué más misterio que seguirle la pista a unos libros prohibidos que nadie reconoce haber visto, pero que pueden causar la muerte de quien los posea? Y todo esto, aderezado con una buena dosis de espiritismo, un mucho de confabulación y corrupción política, y algo de venganza personal.
   Por sí sola, la trama es suficiente para atrapar a cualquier lector, pero para mí ha sido fundamental cómo está escrita. Es un auténtico gustazo leer una novela con un lenguaje tan sencillo y tan rico a la vez. Ni palabras rebuscadas, ni construcciones complicadísimas, ni miles de adjetivos pomposos que en realidad no dicen nada. Por el contrario (quizás sea solo impresión mía), he tenido la misma sensación que cuando leía la novela costumbrista de fines del XIX: sencilla, clara, asequible y efectiva, donde resaltaba un gran dominio del lenguaje. De hecho, me ha resultado conmovedor ver expresiones como lirondo, remozar o reconcomío, y que tantas veces les había oído decir a mis abuelos. Confieso que se me escapó alguna que otra lagrimilla nostálgica. Qué le voy a hacer.

¡Prepárate!

   Y para terminar, aunque la podéis leer donde queráis, en el tren, en el parque, en la playa, yo os recomendaría un buen sillón junto a la ventana, una mesita baja al lado en donde tengáis una buena taza de té o café (o una cervecita, no nos vayamos a poner remilgados ahora), y un buen reposapies donde estirar las piernas cómodamante. Ahora, solo teneis que conseguir mucho tiempo libre, porque no creo que podáis dejar de leer así como así. Bueno, ya me contareis y... ¡A por ella!

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