lunes, 27 de mayo de 2013

[Relatos LibrosVeo] Empezar por última vez


Era la primera vez que intentaba algo así. Mis genes nunca me habían permitido ser una persona intrépida ni tampoco valiente. Siempre había sido reflexiva y paciente, siempre había analizado cada paso que daba en la vida. ¿Cómo entonces me encontraba metida en este lío?
Sin embargo, a pesar de enfrentarme a algo completamente nuevo para mí, a pesar de que todo mi cuerpo temblaba por los nervios del momento, no podía dejar de sonreír. No estaba muy segura de si era algo nervioso o, simplemente, el descubrir que era capaz de algo más que lo que había hecho hasta ahora. No podía dejar de pensar en las personas que me conocían, en qué estarían pensando si me vieran. Yo, la prudente, la introvertida, la miedosa, lanzándome a una aventura como esta.
Bien, pues así era. Ya estaba desembalando la última caja, ya estaba casi todo en su sitio, ya no había vuelta atrás. Miré por la ventana y sentí un nudo en el estómago tan fuerte que tuve que ponerme la mano encima para calmarlo. El día era luminoso, con un cielo sin nubes, claro, despejado. Era un día espléndido para empezar. Y eso era lo que yo tenía que hacer, empezar.
Mi vida se había compuesto de pequeños pasos dados por inercia, porque eso era lo que se esperaba de mí o porque mis decisiones habían sido tomadas dejándome llevar por las circunstancias. Nunca había tenido la sensación de llevar las riendas de mi vida y siempre había decidido las cosas pensando en los demás. Los años pasaban, cada vez me hacía más mayor y cada vez era más difícil rectificar. Perdía las fuerzas y perdía la esperanza de poder corregir todos mis errores. Este era el primer paso y estaba dispuesta a llevarlo a cabo con todas las consecuencias.
Todavía recordaba la cara de sorpresa de mi familia cuando les dije que me marchaba a la otra parte del país, yo sola y con una idea descabellada que llevar a cabo. Los ojos de mi madre, abiertos como platos, me recorrían de arriba abajo como si fuera la primera vez que me veía. Mi padre, con su natural sinceridad, me dijo claramente lo que pensaba de mi decisión, pero sin tratar de retenerme, y mis hermanos no sabían si apoyarme o hacer todo lo posible para quitarme la idea de la cabeza. Pero ya era tarde, había reunido todos mis ahorros (que no eran muchos) y había alquilado aquella pequeña casa en la costa norte, en un pueblecito de apenas doscientos habitantes, para formar parte de la proposición más descabellada que jamás había oído mencionar.
No estaba muy segura de cómo había ocurrido todo. Solo podía recordar lo que pensé al ver ese anuncio en el periódico, lo irreal de la proposición que estaba allí, delante de mis ojos. Y, sin embargo, una fuerza inexplicable me llevaba a responder a ese anuncio, a aceptar esa proposición. Estaba convencida de que eso era lo que debía hacer, más de lo que nunca jamás había estado en toda mi vida. Alguien necesitaba a una persona que le convenciera de seguir viviendo: "Veo mi vida vacía de contenido. Quiero hacer un último intento por continuar viviendo. Busco a alguien capaz de enseñarme el sentido de la vida", seguido de una dirección a la que escribir.
La última caja ya había quedado vacía y todo su contenido perfectamente colocado donde correspondía. Entonces cogí mi bolso, miré nuevamente por la ventana y me dirigí a la pequeña mansión de piedra y tejado negro que sobresalía en lo alto del acantilado. Al final del sendero que conducía a la casa, vi la figura de un hombre que me esperaba de pie, mirándome, y que parecía surgido de la bruma que, minutos antes, envolvía la zona. Sus facciones se hacían cada vez más nítidas y la expresión de su rostro era más evidente. Sus ojos me miraban llenos de esperanza y de intriga. Yo miraba los suyos con ilusión y con energía. Nos estrechamos la mano y, en ese momento, supe que todo empezaba, que aquello era el principio, y que por fin, había todo un camino por delante que recorrer.
Este relato participa en el concurso de relatos de LibrosVeo en donde podéis votar, si os ha gustado.

domingo, 26 de mayo de 2013

E-books vs libros

Hasta ahora, no tenía ninguna intención de ponerme a divagar sobre este tema porque creo, sinceramente, que cada uno es muy libre de elegir lo que más le guste. Pero, hace unos días, tuve una conversación con mi hermana sobre esto. Discutimos durante un buen rato (entendiendo por discutir intercambiar opiniones, no mamporros) y me di cuenta de que estaba tratando de llevarla a mi terreno. Entonces pensé que no me resultaba tan indiferente el asunto como yo creía.
   Ella estaba encantada con los e-books, porque le habían facilitado la vida cuando daba el pecho a la pequeña Inés. Estos libros eran mucho más ligeros y fáciles de manejar que un libro tradicional y podía pasar las páginas con un simple toque en la pantalla, sin apenas mover un músculo y, así, no molestar a la pequeña tragoncilla que protestaba cada vez que su mamá se movía un poco. Desde entonces, se ha acostumbrado a ellos y apenas lee libros en papel. Su elección está clara: es más práctico y más cómodo. Yo, sin embargo, soy incapaz de acostumbrarme a ellos. 
   En todo este tiempo, he hecho muchos intentos para leer un libro electrónico, os lo aseguro, pero esa pantallita color gris me supera. Reconozco todas sus virtudes. Sé que es mucho más práctico y más útil, y más manejable, y más TODO. Sé, que con el paso del tiempo, terminará imponiéndose, como ha ya ha pasado antes con otros formatos del libro, pero ¡Ojalá no lo vean mis ojos!
   Yo necesito sentir el libro entre las manos, tocar el papel, pasar las hojas sujetando la siguiente con un dedo, mientras termino el último párrafo de la página. Me gusta sentir la cubierta, aunque sea una de estas de "chichaynabo" de las ediciones de bolsillo, me da lo mismo. Me gusta ver los distintos tipos de letra destacar sobre el fondo blanco. Me chiflan los marcapáginas.  Me gusta poder usar mi exlibris. En fin, como veis, todo "muy poco racional".
   Pero lo que de verdad más me gusta de un libro en papel, es el olor. Sé que puede parecer estúpido, pero me encanta oler los libros. No sé si será por la tinta, por el papel, no lo sé, pero es uno de los primeros placeres que siento al abrirlo. ¿Os habéis fijado, alguna vez, como huele al entrar en una librería, o en una papelería? ¡Me encanta! Es el olor fresco del papel nuevo, sin tocar, sin usar todavía. Huele a madera de lápices nuevos, al cuaderno del primer día de curso. Un olor completamente distinto al que hay, por ejemplo, en una biblioteca (aunque aquí se mezcle un poco con el olor a "humanidad" de algún que otro lector, además de los ambientadores al aroma de limón salvaje del Caribe), o con el de una librería de viejo, donde los libros ya son libros vividos y cada uno tiene su propio aroma.
   Por eso me resulta un poco tonta toda esta discusión que algunos tienen por ahí, sobre el tema, porque todavía es una cuestión de preferencias. Cada uno elegirá lo que más le guste o lo que mejor le convenga. Con el paso del tiempo, si se imponen definitivamente los avances tecnológicos, igual que ha pasado ya en otros campos, no habrá "tu tía" y todos "gozaremos" del libro electrónico. Pero, de momento, todavía podemos elegir y, en mi caso, es una cuestión sentimental. Y contra eso, yo no puedo luchar.

martes, 21 de mayo de 2013

Vamos a corregir

Hace algunos días, leí en el post de una exitosa bloguera lo nerviosa que le ponía la españolización que hacía la  RAE de algunas palabras extranjeras. Y la verdad es que tenía razón, algunas eran verdaderamente ridículas. Por ejemplo, "zum" en vez de zoom y, sobre todo, "overol" en vez de overall, (ji, ji, ji, ji). Y cuando lo leí me dio la risa floja. ¿OVEROL? ¡Madre mía! ¡Qué rebuscado! ¿No sería mejor usar la palabra "mono"? "Mono de trabajo, mono de faena"... En fin, lo normal.  
   Poco después me encontré una oferta de trabajo en una prestigiosa página en Internet que, en principio, podía venir bien a mi perfil, así que me lancé a por ella. Cuando leí las características concretas del puesto, me apareció esto:

¿Qué os parece? Quedan claras las funciones ¿No?:
Director de ejecuciones: Evidentemente, quien dirige las ejecuciones, como su propio nombre indica. Ahora bien, a quién se va a ejecutar no lo especifica.
Reportar a Dirección General. ¿Reportar? Pues... según el diccionario significa: 1. "Refrenar, reprimir o moderar una pasión de ánimo o a quien la tiene". -- ¡Uf! ¡Espero que no sea esto! 2. "Alcanzar, conseguir, lograr, obtener". -- ¿Alcanzar la Dirección General? Pues por mí encantada. Y nada más empezar a trabajar. Acepción número 7. "Transmitir o comunicar". -- ¡Acabáramos! Eso es "informar".(RAE)
Gestiona 8 jefes de obra ubicados en (...): Aquí ya empecé a preocuparme.  ¿Cómo se "gestionan" unos jefes de obras? "Gestionar" es manejar algo para que funcione. ¡Hombre! no me parece bien "manejar" a alguien para que funcione. Quizás sea mejor "dirigirle" en su trabajo. 
Ingeniería de cliente: ¡Madre mía! Esto se ponía cada vez más difícil. ¿Qué parte de la ingeniería estudia a los clientes? Quizás querían decir manejo de la cartera de clientes. Ah, misterio. 
En fin, era evidente que no servía para el puesto, no entendía una coma de lo que me pedían. Argot profesional, supuse. Y, en este punto, empecé a pensar que me había vuelto una bruja criticona dispuesta a sacarle punta a todo. Lo más seguro es que fuera el lenguaje normal en este tipo de trabajos o que se tratase de una empresa extranjera que no dominara el español. Pero ¿El idioma no está para expresar exactamente lo que queremos? ¿Y para que los demás entiendan sin problemas lo que pensamos? Pues, en ese caso, hubiera estado bien contratar a un corrector, ¿no?
Y entonces fue cuando se me ocurrió la idea de crear una sección donde analizar este tipo de errores y presentar posibles correcciones. Puede que, en un futuro, pueda ayudar a alguien con sus escritos.
Así que, animaos y enviadme cosas que veáis y que os hayan llamado la atención. Yo voy a seguir buscando por ahí. Puede ser el primer paso de una sección muy interesante.


jueves, 16 de mayo de 2013

El aire que respiras


Hace pocos días que terminé de leer El aire que respiras, de Care Santos y, antes de volver a zambullirme en un nuevo libro, decidí escribir este post y contar todo lo que he sentido y disfrutado con esta novela.
   Hasta ahora, tenía la idea de que podría leer cualquier cosa que tratase sobre libros, librerías o bibliotecas solo por el simple hecho de  tratar sobre estos temas y que algo provechoso sacaría de ellas, aunque no fueran precisamente obras maestras. Una idea un poco "particular" y, en mi caso, totalmente falsa. Y con esta novela acabo de convencerme de ello. Ya no me sirve cualquier cosa.

¿Por dónde empiezo?

   La forma de describir y de narrar de esta autora ha estrechado aún más mi relación con los libros. Su manera de trasladarnos al ambiente y al espacio de la librería de viejo de don Antoni Rogés, Palinuro: Libros leídos, ni viejos, ni usados (¡qué genial!), hizo que deseara, con todo mi corazón, trabajar en una librería como esa, rodeada de libros únicos, llenos de historia y de secretos, en una mesa de trabajo rebosante de papeles antiguos, de notas escritas a mano, de viejos libros de registro, ¡ay! un auténtico sueño. Quién me conoce bien sabe que no exagero. La descripción de los aromas desprendidos de los libros y de la cafetera, chisporroteando y siempre preparada para tomar un reconfortante café, era la guinda del pastel para sentarme tranquilamente en un sillón bien mullidito y  leerme esta novela casi de un solo golpe. Lo mismo me pasó con la descripción de algunos de los personajes, auténticos bibliófilos que me contagiaban continuamente sus emociones ante lo que tenían entre manos.
   Pero no se trata solo de libros sino que, además, nos vemos metidos de lleno en una auténtica trama de misterio que envuelve a una serie de obras eróticas (y por tanto prohibidas) que van pasando de mano en mano a lo largo de los años. La misteriosa historia de esas obras le sirve a la autora para hacer un recorrido histórico por la Barcelona del siglo XIX y para describirnos los acontecimientos que cambiaron la ciudad tanto urbanística como espiritualmente. Y de la misma forma que, con la descripción de la librería de don Antoni Rogés, consiguió que me muriera de ganas por trabajar en una librería antigua, también consiguió que me muriera de ganas por coger un billete en el AVE e irme a Barcelona, a recorrer las calles que ella describe y conocer esos lugares. Se nota tanto amor por la ciudad, transmitido a través de las palabras, pensamientos y actitudes de los protagonistas de la novela.

¿Cual es su género?

  
¿Es una novela histórica? Pues yo creo que sí, por el relato de los hechos que viven los personajes: la invasión de las tropas francesas de Napoleón, las diferentes guerras civiles y los diferentes gobiernos que influyeron en la historia de la ciudad. ¿Es una novela costumbrista? Por supuesto, por la descripción de la forma de vida de los protagonistas, sus miedos, sus prejuicios, sus ideales, etc. ¿Una novela de misterio? Pues también. ¿Qué más misterio que seguirle la pista a unos libros prohibidos que nadie reconoce haber visto, pero que pueden causar la muerte de quien los posea? Y todo esto, aderezado con una buena dosis de espiritismo, un mucho de confabulación y corrupción política, y algo de venganza personal.
   Por sí sola, la trama es suficiente para atrapar a cualquier lector, pero para mí ha sido fundamental cómo está escrita. Es un auténtico gustazo leer una novela con un lenguaje tan sencillo y tan rico a la vez. Ni palabras rebuscadas, ni construcciones complicadísimas, ni miles de adjetivos pomposos que en realidad no dicen nada. Por el contrario (quizás sea solo impresión mía), he tenido la misma sensación que cuando leía la novela costumbrista de fines del XIX: sencilla, clara, asequible y efectiva, donde resaltaba un gran dominio del lenguaje. De hecho, me ha resultado conmovedor ver expresiones como lirondo, remozar o reconcomío, y que tantas veces les había oído decir a mis abuelos. Confieso que se me escapó alguna que otra lagrimilla nostálgica. Qué le voy a hacer.

¡Prepárate!

   Y para terminar, aunque la podéis leer donde queráis, en el tren, en el parque, en la playa, yo os recomendaría un buen sillón junto a la ventana, una mesita baja al lado en donde tengáis una buena taza de té o café (o una cervecita, no nos vayamos a poner remilgados ahora), y un buen reposapies donde estirar las piernas cómodamante. Ahora, solo teneis que conseguir mucho tiempo libre, porque no creo que podáis dejar de leer así como así. Bueno, ya me contareis y... ¡A por ella!

lunes, 13 de mayo de 2013

Un libro ¿Es para siempre?

Si me hubieran hecho esta pregunta hace veinte años, hubiera dicho que sí sin pensármelo dos veces. Después de muchos años de trabajar con libros y, sobre todo, con información, ya no estoy tan segura.
¿Por qué ha surgido todo esto? Pues gracias a una conversación que tuve con mi cuñada. Ella piensa que un libro debe ser para siempre y, al pedirme mi opinión, yo no lo tenía tan claro.
   Ella me miraba sorprendida, pero yo estaba aún más sorprendida que ella por mi respuesta. Yo que muero por los libros, yo que me declaro una loca de ellos, he dudado. ¿Realmente hay que conservar un libro a toda costa?
"Esto es un buen tema de debate para tu blog".-- Me ha dicho ella. Así que, haciendo caso de su consejo, me he decido a escribir este post para poder aclarar y "aclararme" yo misma.

   Creo, sinceramente, que un libro es una de las cosas más valiosas de este mundo, pero, cómo todo lo de este mundo depende de varios aspectos. Y creo también sinceramente, que lo importante de verdad en un libro es lo que contiene. Pero, ¿cómo podemos olvidarnos de lo que lo envuelve?
   Por ejemplo, si os encontráis con un libro, el más bonito del mundo, el mejor editado, el de factura más cuidada, pero ¡ay amigo!, el contenido es un "rollo macabeo", o su información no vale un pimiento, ¿os quedaríais con él a toda costa, aún sin tener espacio suficiente? Si por el contrario, cada vez que leéis ese libro tan andrajoso y birria, que guardáis desde seculam seculorum, y que ya no resiste otra restauración de celo y grapas, pero que os sigue poniendo la piel de gallina, no importa cuántas veces lo hayáis leído, ¿no lo guardaríais hasta el fin de los tiempos?

A veces, desearemos guardar un libro porque su encuadernación ya no se encuentra, o porque la edición contaba con el prefacio de algún escritor famoso, o porque el diseño de su portada nos parece realmente bueno. Otras veces, lo haremos porque escribisteis en él cosas únicas, o porque está firmado por su autor, o por tener valor sentimental.
   Y por último, están los libros de "usar y tirar". Son esos pequeños libros que nunca recuerdas de dónde han salido, pero que, un día, aparecen en tu estantería, que ocupan espacio y que tienen los temas más peregrinos, del tipo: todo lo que siempre quiso saber sobre (...) y nunca se atrevió a pregunar. Sobre estos... no comment. 

   Si lo que realmente os enamoró de un libro fue la historia que contaba, cambiadlo si se estropea, buscad otro que lo sustituya. No tengáis miedo. Pero si lo que adoráis de él es la historia que arrastra, los recuerdos que os trae y, claro está, lo que contiene, ¡adelante! guardadlo aunque tengáis que hacerle sitio debajo de la cama. Porque no tendréis solo un libro, tendréis un compañero. 
   Y es así, dando vueltas a este asunto, pensando en todos los libros que han pasado por mis manos, como he llegado a la conclusión de que, lo que de verdad importa en un libro es lo que nos transmite a cada uno de nosotros y lo que nos provoca.
   Eso sí, si decidís deshaceros de un libro, tenéis que saber que hay muchos sitios en donde serán bienvenidos y los sabrán utilizar para labores sociales. No hay que tirarlo a la papelera, sin más, ni donarlo a las pobres bibliotecas públicas que andan siempre justas "de todo" y haciendo malabarismos para que todo funcione. Donadlos a cualquier ONG que tenga un buen proyecto. Hay miles.

   Y sobre todo, tened en cuenta que esto es solo mi opinión personal, mi punto de vista. Seguro que hay otros miles por ahí que opinan todo lo contrario. Así es la vida, discusión y choque de ideas. ¿No es genial? Gracias Isabel por darme esta idea, como tantas otras. ¿Cual es la vuestra?

lunes, 6 de mayo de 2013

La historia de China contada por un fantasma

Siempre me han gustado las historias que transcurrían en países lejanos. Me encanta viajar y hay sitios a los que no creo que pueda ir, así que los libros me ayudan a conocer y a imaginar esos lugares, sobre todo si son tan diferentes a nosotros como lo es China.

   
   Sin embargo, confieso que lo único que había leído hasta el momento sobre este país habían sido las novelas de Pearl S. Buck: Viento del Este, viento del Oeste; La buena tierra o La estirpe del dragón. Fue por eso por lo que elegí a esta escritora,  Lisa See. Me pareció una buena forma de leer algo diferente, por una autora más actual y de origen chino, y elegí El pabellón de las Peonías, que, además, transcurría en el siglo XVII, una época aún más desconocida para mí. Y la verdad es que nunca me he alegrado tanto de haber seguido mi olfato. Disfruté un montón con esta novela.

   No suelo guiarme por las modas o las ventas o por "lo que dice todo el mundo" de un libro o de un autor. Suelo seguir mi instinto y, por suerte, me falla muy poco (aunque alguna vez me haya tenido que tragar un buen  petardo). ¿No os ha pasado nunca? A mí bastante a menudo. Cuando tengo un libro entre manos, la cubierta o el resumen que suele incluir la solapa, me tiene que dar buenas vibraciones. Si no, ya puede ser la novela con mejor crítica del mundo que no me siento capaz de leerla. Sé que no es una postura muy razonable, pero como para mí leer es un placer, me dejo llevar.
   El caso es que este libro estaba en casa de  mis padres, en una de sus estanterías y su cubierta me llamó la atención. Leí un poco el resumen de la novela, la pequeña crítica que se incluye, un poco sobre la historia de la autora y me lancé. Sentí el pálpito. ¡Cómo disfruté! Nunca había leído nada tan original. Además de contarnos una parte muy importante de la historia y de la cultura china, la autora hace que todo sea narrado por un fantasma, con sus sensaciones, su particular noción del tiempo, su visión del más allá, de la religión, de la sociedad.

   La autora hace un recorrido histórico de China en la época en que los manchúes se apoderan del país, establecen sus propias costumbres y reglas y someten, de forma brutal, a la población. Es una época de convulsiones en donde, sin embargo, surge un movimiento de mujeres poetisas, en medio de una sociedad absolutamente machista, que tenía relegada a la mujer a los últimos rincones de la casa.
   Es muy curioso ver como conviven en la misma sociedad, mujeres escritoras, que crean clubes literarios, con  la horrible costumbre de vendar los pies a las niñas desde muy pequeñas, lo que les producía un enorme dolor. Vemos contradicciones tales como representar una ópera escrita por una mujer mientras el cabeza de familia podía adoptar un hijo, ya en edad adulta, si no había tenido descendencia masculina o no había podido casar a sus hijas, para que pudiera heredar sus bienes y, lo más importante, perpetuar su apellido y honrar a los antepasados.
   Toda la cultura de la muerte y todas las creencias en el más allá se presentan como hechos de la vida cotidiana de nuestro amigo el fantasma, de manera que no resulta aburrido en ningún momento, no hay una retahíla de descripciones o narraciones de costumbres o ritos. En absoluto, todo se presenta como el día a día normal de un espectro cualquiera: por dónde se mueve, con quién se encuentra, qué es lo que hace... algo así como "un diario de ultratumba".
   En fin, creo que hay  pocas veces en las que podamos contar con la visión del muerto, como en este caso. Por eso, si tenéis la oportunidad de conseguir el libro, leedlo, no os arrepentiréis, seguro. Está bien escrito, hay momentos de tensión, de ternura, de lucha entre fantasmas... ¿Qué más se puede pedir?





miércoles, 1 de mayo de 2013

Un paseo por la orilla del mar

Me encanta el mar. ¿A vosotros no? Un buen paseo a la orilla del mar y me quedo como nueva. Es relajante y energético a la vez. Me calma el ánimo y, al mismo tiempo, me carga las pilas. Para mí, el mar es mágico. Consigue que mi cabeza, que funciona como una centrifugadora, se deje llevar durante unos minutillos.
   Comprendo perfectamente que la gente de la costa no pueda vivir en otra parte, que eche de menos el mar cada día que está lejos. Aunque creo que yo no sería capaz de vivir en un sitio de mar (la humedad me mata de frío en invierno y me ahoga de calor en verano), cada vez que viajo a un sitio de costa, me transformo, siento una gran energía, muchas ganas de caminar (algo muy raro en mí que lo que suelo practicar es "sillón-ball") y, a la vez, una gran relajación, casi casi yo diría paz de espíritu. Es la magia que tiene el mar, su sonido, su olor, su poder. Y entonces decido practicar lo que mi hermano (un chico sabio) llama el "efecto medusa". Consiste, según él, en sentarse en la orilla, mirar el mar fijamente y dejarse llevar por las olas como si fueras una medusa, siempre con la mente en blanco, por supuesto. Tengo que decir que yo no termino de conseguirlo; mi cerebro no tiene el botón de "mente en blanco", no me funciona ese fusible. Como mucho, dejo que el sonido del mar me meza y mi mente se llene de buenos recuerdos y de ideas agradables. También vale ¿Verdad?  
   Bueno, pues el caso es que siempre llevo un libro conmigo cuando busco este "momento medusa", y leo un poquito antes de intentar alcanzar el  Nirvana. Para mí, uno de los mayores placeres de la vida (junto con una Mahou y un pincho de tortilla en un día caluroso) es sentarme cómodamente en una silla, a la orilla del mar y leer, leer durante horas. ¡Qué gustazo! 
   En estos casos, leo cualquier cosa que tenga a mano, mi estado de ánimo está preparado para todo. Lo mismo me leo un tocho de quinientas y pico páginas que uno de estos librillos de relatos cortos o del tipo Lo mejor del refranero español y cosas por el estilo. El caso es leer. Yo cojo el libro igual que cojo las gafas de sol, el bronceador o las llaves de casa.

   En estas ocasiones, suelo acordarme de las novelas de Jane Austen, donde casi siempre, hay alguna escapadita de los protagonistas a un sitio de playa, como en Persuasión, por ejemplo, donde pasan unos "felices" días junto al mar y pasean "dichosos" por la playa, con un tiempo de mil demonios, eso sí, pero sin  importarles un pimiento, ya que no perdonan los laaaaargos paseos diarios junto al mar.
   Confieso que no he leído muchas novelas que transcurran en un sitio de costa, mea culpa, pero "haberlas haylas", estoy segura, así que prometo ampliar mi repertorio marinero. Si me aconsejáis algunos títulos, os lo agradeceré infinito.

   Ahora mismo estoy viendo el mar desde la ventana y anda un poquillo revuelto, aunque esto promete porque el sol brilla que da gusto. Tengo ya preparado el libro que me voy a bajar a la playa, El aire que respiras, de Care Santos, que es el que estoy leyendo ahora. Estoy viendo a la gente que pasea por la orilla, a los "atléticos" que corren, a los que juegan con su perro... Dentro de unas horitas, yo también estaré en la playa, con mi libro entre las manos, metida de lleno en la Barcelona de principios del XIX y, además, siguiendo la pista de unos valiosísimos libros eróticos que van pasando de mano en mano, como la falsa moneda. ¿Qué más se puede pedir? Si acaso, una Mahou y un pincho de tortilla. 



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